miércoles, 4 de febrero de 2015

28. Historia Contemporánea europea. Imperio napoleónico.

Tema IV; el Imperio francés

*      El Consulado (1799-1804)
o   La Constitución del año VIII
o   La pacificación exterior
*      El Imperio (1804-1812)
o   Las bases del Imperio
o   La expansión contra las coaliciones europeas
o   Una Europa napoleónica
o   Los movimientos nacionales
*      El final del Imperio (1812-1815)
o   El hundimiento del Imperio
o   Los Cien Días
o   La batalla de Waterloo
o   El Tratado de París de 1815

*      National Geographic; Napoleón: el camino a la Gloria.
*      Empires; Napoleón.
*      Historia  Contemporánea. UNED. Lucía Rivas Lara (Coord.)

El período que trataremos es de gran relevancia y de amplia cronología, donde la Revolución pasó a ser un vago recuerdo de terror y sus logros cosa del pasado. Dicho marco histórico ha propiciado un asiduo estudio de sus modos, lo que nos facilitará su comprensión.
1)       
El Régimen del Directorio se vería catapultado al desastre por un levantamiento militar denominado de Brumario, liderado por golpistas como Napoleón Bonaparte. Dicho personaje lideraría el movimiento haciéndose nombrar Primer Cónsul en 1799 por un período de diez años, con el apoyo de otros asesores como Emmanuel Joseph Sieyes y Roger Ducosen.
El “pequeño cabo” se presentaría en las dos asambleas revolucionarias – Ancianos y la de 500- con la premisa de devolver a Francia el control de su gobierno, contener a los sectores populares –como los sans-culottes y jacobinos- y la protección de las fronteras naturales francesas, que serían ampliadas durante la dictadura militar que se denominaría el Cónsulado, un gobierno colegiado que perduraría hasta 1802, cuando tras el intento de asesinato de Bonaparte en la ópera a este se le nombraría Emperador -1804, tres millones de votos contra ocho mil-, título que vería reducido a Emperador de Elba tras su decadencia y a nada en 1815 tras la batalla de Waterloo.
La Revolución había conllevado la ruina de la aristocracia feudal, que se vería despojada de sus rentas y prerrogativas reales desde el 4 y 5 de agosto de 1789, siendo sellado finalmente el decreto en 11 del mismo mes. La mencionada pérdida de privilegios no supondría su desaparición, sino una igualación a la Gran Burguesía que se consolidaba en el poder –a costa de las masas populares- y buscaba legitimarse en él. Ello propiciaría un gran número de enlaces entre ambos grupos privilegiados en busca de sustentar el dominio sobre este nuevo tercer estado.
Napoleón se erigiría como representante de esta Alta Burguesía, horrorizado por las direcciones que había seguido la revolución guiado por la turba –agosto de 1792, asalto al Palacio de Tullerías, él había estado presente-. Hijo de aristócratas corsos, nunca perdonaría a su padre –Carlo- su sumisión ante Francia, que se convertiría en su gran fijación y enemiga en la infancia.
En este contexto que pretendía cesar el caos y establecer las bases de un gobierno sólido se legislaría y establecería una nueva Constitución –año VIII, es decir, 1800-, que más tarde sería rebautizada como el Código de Napoleón -1807-. Esta carta magna sería redactada por Sieyes y Napoleón y promulgada el 20 de frimario del año VIII -15 de diciembre de 1800-, poniendo fin a la República democrática francesa.
En primera instancia el poder ejecutivo estaría representado por tres cónsules –sistema colegiado-, cuyo liderazgo ostentaría Napoleón, careciendo en todo el proceso de las premisas que habían sido asumidas en la Declaración de los Derechos del Hombre. Mientras el resto de poderes resultantes de una división ficticia que haría llorar a Montesquieu, fueron asumidos por el Consejo de Estado –quienes debían asesorar al Primer Cónsul y llevar a cabo labores legislativas-; el Senado –compuesto por ochenta miembros entre los que podemos destacar al traidor Talleyrand, Fouché y Goudin-; el Tribunado –quienes debatían las propuestas de ley- y el Cuerpo Legislativo –encargado de la aprobación de leyes-; el poder judicial estaba en manos de funcionarios especializados.
Mentado entramado gubernamental dará como resultado en 1804 a la aprobación de un Código Civil que se convirtió en la referencia europea contemporánea a la hora de estudiar la Historia del Derecho, ya que recogía tradiciones anteriores como la romana e incorporando y habituándolas a los nuevos tiempos con añadidos como los derechos a la propiedad privada; libertad personal, de conciencia y profesional; una reafirmación en la abolición de los preceptos absolutistas y privilegios señoriales; Habeas Corpus –igualdad ante la ley-; regulación familiar con la instauración del matrimonio civil y el divorcio y el establecimiento de un Estado laico.
Una vez consolidado el poder y el aparato legislativo del interior con la Constitución de 1800, el pequeño cabo pudo dedicarse a pacificar el exterior entre 1800-1802, en un principio quiso diferir con las políticas del Directorio pero ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo estas proseguirían, dando como resultado la victoria ante la Segunda Coalición. Pacificaría y definiría nuevas fronteras, campañas cuya relevancia le valieron para ser nombrado Cónsul Vitalicio. Sin embargo, y dado los planes expansivos de Napoleón esta paz no sería duradera, en 1803 se rompe el tratado con Inglaterra reanudándose el conflicto tanto en escenario continental como colonial.
Poco más tarde Napoleón se autoproclamaría emperador con toda la pompa y boato típico del poder francés. Dicho título buscaba crear una clara diferenciación entre el poder regio, ya sufrido, y el que estaba por llegar, que se remontaba a antecedentes tan gloriosos como el Imperio romano, un semejante que Napoleón buscaba emular y superar.
2)       
El Imperio se inauguraría con una nueva legislación –carta magna-, promulgada en el año XII -1804-. Por ella, Napoleón se hacía con el poder tácito, usando las Cámaras legislativas y distintos secretarios para aparentar un Estado con división de poderes.
Una de las reformas de mayor calado sería la educación; la básica o primaria quedaría generalizada para todos los franceses, estando su control en manos de las autoridades locales e incluso la Iglesia –órdenes que tras la caída del Imperio se trasladarían a España instaurando en la educación un adoctrinamiento beligerante ante cualquier idea laica y liberal-; la educación secundaria y universitaria se restauraría por completo, desarrollando nuevos métodos y planes de estudio y organización. Este nuevo páramo de estudios superiores era inaccesible para la mayor parte de la población, que se veía sumida en un período de entreguerras que nunca acababa con continuas levas obligatorias que al final del período habrían conseguido perder a un millón de franceses en el campo de batalla.
A destacar de igual modo la reforma hacendística y fiscal. En 1800 se fundó el Banco de Francia, como método de controlar la fiscalidad perdida diez años antes, adquirir una moneda fuerte y una  gran reforma fiscal de cara al mundo exterior que adecuarían los movimientos económicos franceses bajo una logística estatal.
El 15 de julio de 1801 se firmó el Concordato con la Iglesia Católica, poniendo fin al período de persecución iniciado en el Directorio, donde el papa Pío VI fue desterrado al ocupar las tropas francesas Roma y proclamar la República romana. La Iglesia, una vez haber sido despojada de sus riquezas y poderes feudales, asumiría un servicio público en un estado laicista, quien la mantendría y que aceptaba su intrusión y proselitismo por ser la religión predominante entre los franceses. Por este sostenimiento el estado se reservaba la prerrogativa de seleccionar a los cabezas episcopales –obispos-, elección que debía ser sancionada por el Papa desde Roma. En contraposición, la Iglesia debía jurar lealtad y fidelidad a la Constitución y aceptar la enajenación –lo que en España se denominaría desamortización- de sus bienes.
Entretanto, la política exterior napoleónica basa su vigor y sostenimiento en sus Fuerzas Armadas, con especial incidencia en el Ejército de Tierra. El ejército francés sería la mejor máquina de guerra del período, este se basaría en el liderazgo napoleónico y en un sistema de levas obligatorias, por el cual todo el pueblo era susceptible de participar en él.  Su superioridad numérica, sus dotes de estrategia y manejabilidad en manos del pequeño cabo les convertiría en un ejército in igual. La época de mayor poderío bélico se sitúa entre 1809-1812, terminando con el tratado de Valençay, por el cual Napoleón reconoce a Fernando VII como monarca español tras el desgaste producido durante la Guerra de Independencia española, donde los insurrectos vencerían al poderoso ejército francés liderado por Murat –yerno de Napoleón- mediante táctica de guerrillas e pillaje de suministros.
Partiendo de la propia división napoleónica, los territorios del Imperio se dividen en tres naturalezas:
*      Núcleo: territorio francés configurado en 130 departamentos, además de los territorios conquistados desde 1791 hasta el declive de 1812: Bélgica, Holanda, Renania, Norte de Alemania, Ginebra, Piamonte, Toscana, Niza  y la ciudad de Roma. Cabe destacar que el pequeño cabo tenía la ambición de extender la frontera hasta el caudal del Ebro, obstáculo natural que emplearía como frontera, obviamente no lo consiguió.
*      Satélites o vasallos: quedarían bajo la protección del Imperio y son: el reino de Italia, provincias Ilirias, Confederación del Rin –en sustitución del Sacro Imperio germánico[1]-, Confederación Helvética y Gran Ducado de Varsovia.
*      Estados familiares: estos quedarían en manos de personas asignadas por Napoleón para su dirección, generalmente familiares, estos son: Holanda –por Luis Bonaparte-; Nápoles –Murat-; Westfalia –por Jerónimo Bonaparte- y España –por José Bonaparte, José I de España o su sobre nombre más conocido, Pepe Botella-.
*      Aliados: participantes de la Coalición francesa como Dinamarca, Suecia, Austria y Prusia, los dos últimos forzados mediante invasión de los contingentes militares.

Pese a la pérdida de poder en el aspecto Colonial –reduciéndose a Lousiana-, Francia contaba con una demografía exultante y de gran potencial, lo que suponía una gran riqueza y no sólo económica. En 1806 se contabilizaba que el estado francés tenía 22 millones de habitantes, siendo por tanto, el país más poblado de Europa Occidental. Su ubicación, con suministros minerales y demás tipos de materias, propiciaría el desarrollo de un comercio y una industria aceptable pese al estancamiento agrícola que sufrían. Por el mismo, Napoleón daría comienzo a una política de corte proteccionista, mientras que en territorio colonial Francia se vería atosigada por el poderío talasocratico inglés.
A partir de 1808 se observa un cambio en la actitud de los paíse sometidos al Imperio, la insurrección española exaltaría los ánimos y animaría a otros a alzar las manos ante la subyugación, Austria, Alemania y Prusia generarían movimientos nacionalistas exaltando un sentimiento tan viejo como el de las relaciones de pertenencia para establecer una sólida oposición. Es aquí cuando se fija los orígenes del nacionalismo.
El Zar Alejandro I Romanov establecería relaciones con Napoleón en un intento diplomático de encauzar dos grandes Imperios, uno en Occidente y otro en Oriente. Las relaciones fueron mucho mejor de lo que se esperaba, ambos quedaron embelesados por la carisma del contrario, se repartieron Europa al placer y al antojo de ambos pero tanto dicharacheo no duraría mucho. Rusia estaba inmersa en una crisis de subsistencia de gran calado, pese a que en la reunión ambos habían fijado como enemigo común a Inglaterra, el Zar no podía permitirse cerrar esta puerta comercial, cuando Napoleón se enteró de las relaciones comerciales secretas entre ambas potencias comenzó a preparar la invasión de las estepas.
La invasión a Rusia se suele establecer como el punto de inflexión del Imperio Napoleónico, no solo por su dificultad, sino porque en la misma primavera de 1812 el frente español aún no estaba pacificado, ello supuso la división de la Gran Armée y la pérdida en ambos escenarios. El bando ruso aprovechó su orografía y climatología, desconocida por los franceses, además del empleo de otras tácticas como el pillaje de suministros o la “tierra quemada”, de todos era bien sabido, y más por el Zar, que Napoleón empleaba el medio que les rodeaba para suministrar a sus tropas alimentos y bienes de primera necesidad, la táctica realizada por el bando ruso supuso la quema de miles de kilómetros por donde los contingentes franceses sólo encontraron cenizas. Ello propiciaría grandes bajas y hambrunas que derivarían en epidemias como la disentería, que diezmaría sus tropas. A su llegada a Moscú, Napoleón esperaba reponer fuerzas tras tomar la capital, pero ante su asombro Alejandro Romanov había incendiado su propia capital –Moscú-, ello pudo hacerse gracias a la descentralización del Estado ruso-. Ello sería la sazón para la llegada del invierno, de los 650 mil hombres que partieron regresaron menos de 30 mil.
En un intento desesperado por mantener su estatus hegemónico, Napoleón comenzaría a cerrar frentes, pacificaría España y sustraería las tropas allí apostadas, que unidas a las Marinas intentarían sustituir las perdidas en Rusia y en España sin ningún éxito.
El desastre de Rusia aliaría a sus enemigos en la Sexta Coalición –Rusia e Inglaterra- y en una séptima formada por Rusia, Prusia, Austria y Suecia, tropas que en frente común vencerían en la batalla de Leipzig en 1813, gracias en parte, a la pérdida de apoyo de los Estados alemanes –Confederación del Rhin- por parte de Napoleón.
Francia fue invadida por los aliados en 1814, hallándose un país extenuado que no opondría resistencia. Napoleón abdicaría el seis de abril restaurándose en el poder la dinastía borbona de la mano de Luis XVIII, hermano del guillotinado Luis XVI. Este fue con diferencia el monarca peor valorado por los franceses,  su falta de carisma, su salud endeble y valor inexistente contribuirían a ello.  En la consecuente Paz de París de junio, Francia deberá devolver todas las conquistas territoriales, volviendo a la situación de 1792. En el Congreso de Viena celebrado poco después se resituaría geoestratégicamente el continente dividiendo los pluses entre los aliados.
Como consuelo ante la gran pérdida, Napoleón recibió la soberanía de la Isla de Elba -26km de largo por 11 de ancho, una población de 12.000 personas y un palacio que había sido el antiguo ayuntamiento restaurado a las bravas-, a diez kilómetros frente a la Toscana Italiana, donde gobernaría con una guardia de ochocientos hombres. Tras el Tratado de Fointanebleau, donde se dictaba los términos de su rendición y su exilio, su mujer e hijo serían trasladados a Viena siendo este su último encuentro. Su despedida de su guardia imperial –“¡larga vida al Emperador!”- sería lo último que vería antes de subirse a la fragata inglesa que lo llevaría a sus nuevos dominios. Napoleón recibiría una pensión anual de dos millones de francos del gobierno francés por los servicios prestados al Estado, pero Luis XVIII se la quitaría como método de sumisión, arruinándole y precipitando su regreso.
En un contexto de exaltación y de depresión francesa, el pequeño cabo se volvería a alzar como su baluarte para derrocar al rey. En marzo de 1815 escaparía de su soberanía/isla para desembarcar en Francia. Entraría en París como la esperanza y cien días después sería expulsado de nuevo entre decepción, por ello este gobierno se conoce como “Los Cien Días”. Napoleón reorganizaría su ejército y atacó Bélgica, donde se encontraban las tropas de la Coalición. Finalmente, en junio de 1815 sería derrotado por el general inglés Wellington, quien también había participado en la Guerra de la Independencia española y se erigía como su digno sucesor.
A Napoleón se le confinaría en la isla de Santa Elena hasta su muerte en mayo de 1821. Los franceses se verían obligados a aceptar la Segunda Paz de París por la que por su temeridad perderían más territorios y se verían obligados a pagar los costes bélicos -700 millones de francos- y como resultado global, la pérdida de un millón de hombres franceses.


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[1] Casándose con una princesa austriaca para recibirlo como regalo de nupcias. Ello le haría apartar de su lado a Josefina –estéril-, incapaz de dar comienzo a su linaje. Se dice que cuando vio el retrato de la muchacha declaró “es justo el vientre con el que quiero casarme”.

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