jueves, 15 de mayo de 2014

13.Historia Moderna, España; Guerra de Sucesión española.


LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA

AL-BAKKAL HOMMAD, NISRIN
BULPES FERNÁNDEZ, CARMEN
CABELLO NÚÑEZ, LAURA
CONDE LOBATO, RAQUEL
ROJAS MATEOS,ALICIA
SÁNCHEZ SÁNCHEZ, JOSÉ JAVIER




I. PRESENTACIÓN DE LOS AUSTRIAS: REINADO DE CARLOS II

     La dinastía de los Habsburgo se materializó en la monarquía hispánica con la figura de Carlos I en 15171. Estos soberanos se caracterizaron en lo que en palabras de Marañón se pormenoriza como una bárbara consanguinidad, la cual, mediante dispensas papales, desembocaría en el desastre de la rama española, todo ello era parte de un proyecto por el cual la casa de Habsburgo se mantenía unida mediante enlaces matrimoniales.

    Carlos II  fue el arquetipo de dicha degeneración genética; cinco de sus ocho bisabuelos eran  descendientes de Juana la Loca. Fue hijo en segundas nupcias de Felipe IV y Mariana de Austria.

       La Gaceta de Madrid –primer antecedente del Boletín del Estado– ante la llegada del nuevo heredero redactó sin escatimar en pomposidad que se trataba “de un robusto varón, hermosísimo de facciones, cabeza proporcionada, pelo negro y algo abultado en carnes”. Pero al contrario las cortes de toda Europa eran informadas de una descripción más exhaustiva, que propició la alarma y el envío de emisarios para la revisión del sexo y la salud del recién nacido. Jacques Sangun, emisario francés transmitió “El príncipe parece extraordinariamente débil. Tiene en las dos mejillas una erupción de carácter herpético. La cabeza está enteramente recubierta de costras. Desde hace dos o tres semanas se le ha formado debajo del oído derecho una especie de canal o desagüe que supura. No pudimos ver esto, pero nos hemos informado por otro fuente. El gorrito hábilmente dispuesto a tal fin no dejaba ver esta parte del rostro”7. “Asusta de feo” como diría Villiars.

     Su educación e infancia se nos narran como un período difícil; a los tres años aún no se le habían cerrado los huesos del cráneo; a los cuatro aún era alimentado por leche materna; a los seis aún no sabía andar y a los nueve lo hacía con dificultad. Hasta que no cumplió los quince años no supo realizar su propia firma.

      El 17 de septiembre de 1665 Felipe IV murió, cuando el heredero tan sólo contaba con cuatro años de edad. El testamento del monarca, redactado en 1658 y con validez notarial en 1665, nombraba como regente a Mariana de Austria.

   Finalmente, y ante una coyuntura que desequilibraba el poder de la Reina Madre, Carlos II fue proclamado mayor de edad con tan sólo catorce años, el 6 de noviembre de 1675. Tal hecho atraería un revuelo mediático de gran calibre –tanto interno de la monarquía como externo–; por un lado y desde 1668, ante la salud endeble del monarca, en las Cortes de Viena y París se auguraba su muerte, atreviéndose incluso a profetizarla en la primavera de 1670. Pero ello tan solo era el reflejo de las intrigas palaciegas, ya que el Emperador y el Rey Sol, aún en vida de Carlos II firmaron un tratado secreto el 19 de enero de 1668, Tratado de Grémonville, por el cual desmembraban la monarquía hispánica repartiéndose las ganancias. Aunque su secretismo no duraría mucho, ya que las Cortes españolas y su monarca conocían su existencia.

     El Imperio se apoderaría del emporio ultramarino –a excepción de Filipinas–, el Ducado de Milán, los presidios de la Toscana, Cerdeña y los territorios costeros de la Península Ibérica, –salvo Navarra y la Plaza de Rosas–. Asimismo, los Borbones se harían con los Países Bajos españoles, el Franco-condado, Nápoles, Sicilia, los presidios norteafricanos, las islas de Filipinas, el reino de Navarra y la Plaza de Rosas.

    Por otra parte, las nupcias del monarca eran un asunto de Alta Política, ya que quería propiciar el casamiento del monarca español con una archiduquesa austriaca, en concreto con María Antonia, hija de Leopoldo I y de la Infanta española Margarita de Austria –hermana del monarca–. Ello conllevaba unas nupcias entre tío y sobrina, compromiso con un primer grado de parentesco como era tan habitual entre las cortes de Viena y Madrid. Pero la edad de la candidata suponía un verdadero problema –nació en 1667–. Por lo tanto, su única opción era la francesa, María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV y biznieta de Felipe II, por lo que se necesitó una dispensa papal; las negociaciones se manejaron con soltura y, el 30 de junio, en la corte de Saint-Germain, el Rey Sol hizo público el casamiento de su sobrina con el Rey de España.

     Finalmente, en 1689 la consorte murió de una apendicitis con peritonitis, posiblemente provocada por todos los mejunjes, prácticas e intentos de proporcionar un heredero que nunca llegó19. Tras esto, se eligió como segunda esposa de Carlos II a Mariana de Neoburgo, –primera hija del Elector del Palatinado– a quien la avalaba la fecundidad de sus familiares, entre ellas la de su madre, quien tuvo veinticuatro embarazos.

      La salud del monarca seguía siendo un tema clave en la Corte; con tan sólo treinta años Carlos II padecía enfermedades asociadas a todo un anciano, sus características salidas al campo se fueron reduciendo paulatinamente hasta acabarse por completo; en 1693 Carlos enfermó teniendo fuertes accesos de fiebre, dolores de cabeza y trastornos cardíacos. Muchos de sus médicos creyeron que ese sería su final, aunque, finalmente, se repuso.

      Ya a comienzos de 1698, el monarca, sometido a las consecuencias de sus enfermedades, no buscó más culpables, ya que se declaró así mismo como tal sujeto.

II. CANDIDATOS AL TRONO ESPAÑOL



      Las intrigas palaciegas en los últimos años de Carlos II llegaron a cotas insospechadas; la Reina Madre y Mariana de Neoburgo serían dos de las participantes más activas en ellas, mientras que Mariana de Austria, la Reina Madre, defendía la candidatura del príncipe José Fernando de Baviera, Mariana de Neoburgo defendía la del archiduque Carlos, el segundogénito del emperador Leopoldo I de Habsburgo. Otras candidaturas como la francesa no se estimaron en demasía en los primeros documentos por enfrentamientos directos.

     En 1696, Carlos II realizó su primer testamento donde dejaba como heredero a José Fernando de Baviera, quien a pesar de la muerte de su aliada, la Reina Madre, en ese mismo año, su candidatura seguiría manteniendo su peso gracias al apoyo del cardenal Portocarrero. La candidatura de José Fernando de Baviera favorecía más a España, puesto que permitía su desvinculación de franceses e imperiales y garantizaba la complicidad de Inglaterra y Holanda.

       El 24 de septiembre de 1698, Gran Bretaña, Francia y Holanda acordaron el primer reparto de territorios: José Fernando recibiría España, las Indias y los PaísesBajos españoles; el Emperador recibiría Milán; y Luis XIV recibiría Nápoles, Sicilia, la Toscana y Guipúzcoa. Planes que quedaron olvidados tras la muerte del pretendiente bávaro en 1699 –se cree que fue envenenado– por lo que Carlos II tuvo que replantear su testamento mientras que los apoyos del difunto se trasladaban a la causa borbónica: el duque Felipe de Anjou, hijo de Mariana de Baviera y de Luis, el Gran Delfín de Francia, por lo tanto, nieto de Luis XIV.

     La firma, el 25 de marzo de 1700, del Segundo Tratado de Partición de La Haya entre Francia, Inglaterra y Holanda, reconocía al Archiduque como sucesor al trono de Carlos II y establecía que los territorios españoles en Italia, más Guipúzcoa, pasaban a ser controlados por Luis XIV. Las relaciones internacionales se convulsionaban. La desconfianza rodeaba las tratativas. Francia negociaba un tratado pero de forma simultánea presionaba para conseguir un testamento favorable. Pese a los Pactos de Partición, el sentimiento de los españoles se inclinaba más hacia la solución francesa; Carlos II, influenciado por su mujer, favorecía al archiduque austriaco, pero el antigermanismo de la corte no permitía considerar viable esta opción.

III. CARLOS II: TESTAMENTO Y HEREDERO

      El 1 de noviembre de 1700 moría a los treinta y ocho años de edad Carlos II sin descendencia. Aunque a los monarcas no se les practicaba la necropsia, debido a su encantamiento Carlos II fue una excepción, en ella se hizo visible “un corazón muy pequeño del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenosos, en el riñón tres grandes cálculos, un sólo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua”. Algunos historiadores piensan que fue víctima de una epidemia de paludismo –malaria– acontecida en Madrid en 1693. Asimismo, los médicos Navalón y Ferrando, basándose en su discapacidad mental, afirmaron que podría presentar el síndrome de X frágil –o Síndrome de Martín y Bell–. Podemos concluir sobre su salud distintas hipótesis: la ambigüedad de sus órganos sexuales a su nacimiento y el reconocimiento tras su muerte hacen pensar que el monarca estaba sumido en estado intersexual –hermafroditismo o un varón XX–.

      Su testamento, firmado el 2 de octubre, hacía del duque de Anjou, nieto de Luis XIV, su sucesor al frente de todos los territorios españoles. El testamento de Carlos II se considera el más importante después del testamento de Isabel la Católica, ya que reguló de forma magistral el problema de la sucesión al trono español, centro de interés de las cancillerías europeas durante décadas, el origen de una guerra prolongada y el punto de partida de un nuevo equilibrio mundial de fuerzas e indirectamente también de una nueva estructuración del Estado español. El orden de sucesión estaba ya prejuzgado en los artículos 12, 13, 14 y 15 del Testamento de Felipe IV; en caso de fallecer el príncipe sin sucesión, excluida la rama francesa por las razones de Estado plasmadas en la renuncia de María Teresa, eran llamados, en primer lugar, los  descendientes de la infanta Margarita, hija de Felipe IV y Mariana de Austria; en su defecto, los de la infanta María, hermana de Felipe IV, esposa de Fernando de Austria y madre del emperador Leopoldo. Y por último, la descendencia de Catalina, hija de Felipe II, casada con el duque Carlos Manuel de Saboya .

      La cláusula 13 es la que hace de este documento uno de los más importantes de la Corona española. En ella se decidió la sucesión conforme ya había recomendado el Consejo de Estado en memorable consulta de junio anterior. En aras de la paz y de la conservación de sus reinos, Carlos dejó su inmensa herencia al nieto del hombre del que más agravios había recibido y que, a la vez, era el único con fuerza suficiente para evitar su desintegración. Justificó así la transgresión a las renuncias efectuadas por las infantas Ana y María Teresa a sus derechos a la Corona de España en que “conforme a diversas consultas de ministros de Estado y Justicia”, el motivo de dichas renuncias era evitar la unión de ambas Coronas, lo que se obviaba en el Testamento, pues el elegido para reinar en España no era el rey de Francia, sino el hijo segundo del Delfín, Felipe, duque de Anjou, “precediendo el juramento de conservar las leyes, fueros y costumbres de dichos mis reinos y señoríos”. En caso de morir o heredar la Corona de Francia prefiriéndola a la de España, pasarían sus derechos a su hermano el duque de Berry, hijo tercero del Delfín. A continuación, si faltaran o rehusaran los nietos de Luis XIV, heredaría la Corona el archiduque Carlos de Austria, hijo segundo del Emperador; en último lugar se recurriría al duque de Saboya o sus hijos.

IV. FELIPE V: CORONACIÓN, INICIOS Y PROBLEMÁTICA

       Tras la designación de Felipe de Anjou como heredero al trono español, el 12 de noviembre de 1700, Luis XIV escribió una carta a la Junta de gobierno de Madrid donde establecía que su sucesor sería el duque de Anjou.

        El 17 de noviembre de 1700, en París se aceptó el testamento y en Versalles Felipe fue presentado como Felipe V de España. Las demás potencias europeas se vieron obligadas a aceptar a regañadientes esta nueva situación.

        El 22 de enero de 1701, Felipe V se separó de sus hermanos, los duques de Bourgogne y de Berry, en Saint-Jean de Luz, sin saberlo, sería este su último encuentro. El futuro rey de España era descrito como un hombre bueno, generoso, verídico pero tímido, taciturno y un tanto pesado en su forma de expresarse.

        Después de que Luis XIV le diera consejo de cómo reinar a su nieto, Felipe V partió hacia España para tomar posesión de su cargo. El 18 de febrero llegó a Madrid ya como Felipe V, donde tuvo una gran acogida. Contaba con 17 años cuando fue proclamado rey de España. Juró su cargo el 8 de mayo de 1701, en el convento de San Jerónimo el Real, Madrid.

       Mientras Felipe V entraba en la villa de Madrid, la capital de su nuevo reino, poco a poco se fueron rebelando sus nuevos enemigos: las Potencias Marítimas –Holanda e Inglaterra–. Ante la negativa de los Países Bajos españoles de reconocer a Felipe V como su soberano, Luis ocupó la fortaleza de Barrière en febrero de 1701, lo que provocó la caída de la Bolsa londinense.

      Ello unido a la no retirada de los derechos sucesorios franceses de Felipe V y sus descendientes, además de las más de cuatrocientas cartas donde el rey Sol se prodigaba en consejos y órdenes políticas, daba un mensaje claro: Luis había vuelto y se había hecho con el poder de España.

      Tal cúmulo de acontecimientos hizo que la popularidad de Felipe V mermara en menos de seis meses. Cada día era más obvio que Felipe V ni gobernaba ni lo haría,“el despacho le aburría”. 

     Felipe V entendió desde un principio la necesidad de revalidar un compromiso político que ya el rey Carlos II había hecho con los reinos de la monarquía hispánica. De este modo, y haciendo caso de las obligaciones que como rey le atañían, convocó a las Cortes aragonesas y catalanas y prestó, respectivamente, juramento de preservar el ordenamiento jurídico del principado.

      En las Cortes catalanas, Felipe V ofreció, además, importantes concesiones a los catalanes, por lo que no hubo indicios de oposición frente al nuevo rey francés. 

      Entre la alta nobleza hubo algunos nobles que empezaron a estar molestos con el reinado borbónico, ya que la camarilla francesa del rey actuó con poca prudencia e hizo que la situación se agravara.

       Lógicamente el resto de las potencias europeas no estuvieron de acuerdo, especialmente por el propósito de Luis XIV de unir el reino francés y el español, que suponía, además, violar la condición que Carlos II había decretado en su testamento. Así en mayo de 1702 las potencias de la Gran Alianza declaraban la guerra a Francia y a España.

       Felipe V no sólo respetaría las tradiciones sino que fue el primer soberano español tras Fernando el Católico que visitaría expresamente sus dominios en la Península Itálica.

      Su gabinete de gobierno estaba formado por el cardenal Portocarrero, don Manuel Arias –gobernador del consejo de Castilla–, don Antonio Ubilla –secretario del Despacho–, el marqués de Villafranca, el duque de Montalto –presidente del consejo de Aragón–, y el conde de San Esteban. Pero, a pesar de el gran número de señores a los que podían recurrir, los que realmente podían atender las causas de extrema relevancia no eran precisamente los más afiliados a la causa francesa; estos eran: el Almirante de Castilla, Tomás Enríquez de Cabrera, duque de Rioseco y conde de Melgar, grande de España de primera clase; y, por otro lado, el Conde de Aguilar.

      Jean Orry fue el elegido para llevar las finanzas españolas por el rey Sol el 22 de junio de 1701. Su objetivo era reformar la administración, centralizando los ingresos y recuperando los bienes y derechos enajenados de la Corona creando, además y prestamente, un nuevo sistema fiscal.

     Con las reformas llevadas a cabo y dos hombres de Estado en los que confiar: el duque de Harcourt y el marqués de Louville; Luis se hizo con el trono español hasta 1709. Eligió, incluso, el matrimonio de su nieto sin consulta de este; la elegida fue la princesa de Saboya, María Luisa Gabriela, hija de Víctor Amadeo II y Ana María de Orleans. De gran inteligencia y de corta edad –trece años y medio– dominó a Felipe V por completo; encargándose, además, de que gobernase bien España y asignando como camarera mayor a una persona de su confianza, Ana María de la Tremeouille, princesa de Ursinos, quien se convirtió rápidamente en la consejera de la Regenta.

      La Junta de gobierno que presidía la reina estaba compuesta por el cardenal Portocarrero, Arias, Villafranca, Montalto y Medinaceli; en ella la Regenta demostró una labor encomiable atendiendo hasta tres consejos al día.

V. OPOSICIÓN AL REY BORBÓN

       Tras la muerte de Carlos II y la designación de Felipe de Anjou como su sucesor, a finales de 1701, las principales naciones –Holanda, Inglaterra y el Imperio–estaban unidas formando la Gran Alianza. Francia se quedó únicamente con el apoyo del elector de Colonia y del hermano de este, además contó con el apoyo del elector de Baviera y también con el duque de Saboya –Víctor Amadeo II– que se alió con Francia a través del Tratado de Turín en abril de 1701. Portugal por su parte firmó con Francia el Tratado de Lisboa en junio de 1701. En mayo de 1702, las potencias marítimas declararon la guerra a Luis XIV y la Guerra de Sucesión española comenzó. Las Potencias Marítimas –Holanda e Inglaterra– no aceptaban el testamento de Carlos II por miedo al creciente poder del rey Sol y la pérdida del equilibrio de poder europeo.

VI. ESTALLIDO DE LA GUERRA

      En un principio la noticia de la sucesión pacífica en Italia fue bien acogida. El nuevo papa Clemente XI reconoció la soberanía francesa mediante una carta, lo que dejó aún con menos apoyos a Leopoldo I frente a los franceses.

       Las causas de la guerra hay que buscarlas en algunos errores de estrategia de Luis XIV que provocaron cierto nerviosismo en las Potencias Marítimas e hicieron inevitable el conflicto.

       Ante esto, la Santa Sede se había propuesto llevar a cabo una tarea arbitral entre Austrias y Borbones pero esta intención se vio anulada. En los inicios de su reinado, Felipe V realizó un viaje a territorios españoles en Italia, el cual fue un error, ya que descuidaría la Península Ibérica, dejando al cardenal Portocarrero con el título de gobernador del reino, con plenos derechos para sustituirlo en caso de que fuera necesario; y comenzando, en España, los primeros brotes de descontento entre la nobleza, ya que desde principios del reinado la presencia de funcionarios franceses en la Corte había sido motivo de conflicto, creciendo por este motivo la indignación entre los nobles castellanos.

      La inestable mediación de la Santa Sede solo sirvió para que la contienda se preparase con mayor fuerza.

     El 6 de febrero de 1701 las tropas francesas entraron en los Países Bajos españoles y desplazaron a las guarniciones holandesas. Luis XIV, por su parte, realizó declaraciones sobre la posible unión de las Coronas española y francesa.

     Las Potencias Marítimas comenzaron a preocuparse por la fuerza que podían adquirir unidas dos Coronas que habían sido enemigas, por lo que el rey de Inglaterra declaró la guerra a España y Francia apoyado por el duque de Hannover y la Reina de Dinamarca. Posteriormente Inglaterra formó la Gran Alianza con el Emperador, los holandeses, el duque de Hannover y el duque de Neoburgo a los que se unirían otros Príncipes del Imperio.

       La Santa Sede estaba preocupada por la probable coronación de Carlos de Austria en Viena y los problemas que esto acarrearía, por eso, cuando se le coronó el 12 de septiembre de 1703, el nuncio se abstuvo de participar en el acto alegando que estaba enfermo.

     Tras la coronación de Carlos III ya no se ocultó más el deseo del Imperio de atacar España desde Portugal.

      Mientras tanto, en la Corte española funcionarios y cortesanos, deseosos de congraciarse con los Borbones, presentaban el reinado precedente con los más negros tintes y veían al nuevo monarca como el salvador de la nación.

VII. FASES DE LA GUERRA

1. PRIMERAS BATALLAS: CÁDIZ Y RANDE EN VIGO. 1702-1703

      La primera gran batalla se produjo a través de un ataque aliado sobre Cádiz durante los meses de agosto y septiembre de 1702, se presentó como un proyecto importante para apoderarse de esta gran plaza estratégica, ya que desde allí se podía controlar el tráfico con las Indias, motivo que incentivó la entrada en la guerra de Inglaterra y las Provincias Unidas a razón de sus intereses comerciales.

       En agosto desembarcaron tropas aliadas en Cádiz, pero los defensores se negaron a rendir la plaza y el intento de asalto sobre el fuerte de Matagorda fue rechazado, de tal forma que las tropas aliadas se vieron obligadas a reembarcar en septiembre tras haber fracasado. La causa borbónica aprovechó la mala imagen que habían dado los aliados para mostrarlos como un frente anticatólico y obtener así numerosos apoyos entre el pueblo español.

      Al mes del ataque aliado sobre Cádiz se produjo la Batalla Naval de Rande en Vigo, el 23 de octubre de 1702. Ante las noticias de la presencia de una flota angloholandesa, una flota española, recién llegada de las Indias, buscó refugio en el fondo de la ría. Los aliados descubrieron cuál era la estrategia de los españoles y tras esto se hicieron dueños de los castillos de Corbeiro, Domaio y Rande, aproximándose así a la flota franco-española. Ante la imposibilidad de salir victoriosos, la flota española incendió sus barcos para evitar que los vencedores se apoderaran de ellos, esto propició que hubiese que pedir ayuda a los franceses para el comercio con el Nuevo Mundo.

2. INCORPORACIÓN DE PORTUGAL Y DUCADO DE SABOYA A LA GRAN ALIANZA: BATALLAS EN PORTUGAL, TOMA DE BARCELONA Y OTRAS PLAZAS CATALANAS, GIBRALTAR Y MÁLAGA. 1703-1706

      El verdadero detonante de la Guerra se produjo en 1703 cuando se unieron el Ducado de Saboya y del Reino de Portugal a la Gran Alianza, convirtiéndose este último en una excelente base de operaciones militares.

     El archiduque Carlos llegó a Lisboa buscando afianzar su poder, este llevaba un gran contingente militar al que se unieron tropas portuguesas. Felipe V, tras verse amenazado, optó por declarar la guerra a Portugal y a Carlos, en mayo de 1704, alegando que él era el heredero legítimo del trono de España. Tras varias contiendas, el ejército español tuvo que renunciar a tomar Lisboa debido a la escasez de munición y víveres. Felipe V regresó a Madrid, dejando a sus tropas desplegadas a lo largo del frente portugués.

     El archiduque Carlos aprovechó los combates en Portugal para intentar tomar Cataluña, territorio clave para separar Francia de España, por este motivo la flota aliada se dirigió a Cataluña, entre mayo y junio de 1704, desde Lisboa. La ciudad de Barcelona fue sitiada pero rehusó rendirse y, ante el escaso número de hombres, los aliados decidieron retirarse, reembarcando y dirigiéndose a Portugal de nuevo.

      Tras celebrar un consejo de guerra, los aliados decidieron atacar Gibraltar, que era un lugar estratégico y con defensas escasas, por lo que terminó rindiéndose el 4 de agosto de 1704. Las consecuencias de la pérdida de Gibraltar fueron muy graves.

      Para contrarrestar la situación, la flota franco-española se dirigió a Gibraltar pero pronto los aliados tuvieron conocimiento de esta noticia y se prepararon para impedir el contraataque. Ante la ciudad de Málaga se desarrolló la batalla naval más importante de la guerra el 24 de agosto de 1704, en la que no hubo un vencedor claro. Las pérdidas humanas fueron cuantiosas en ambos bandos, no obstante, la lucha continuó.

      Después de esto, los aliados capturaron, en el verano de 1705, Valencia de Alcántara y Alburquerque pero el principal objetivo era Badajoz, a la que consiguieron sitiar.

      A comienzos de 1705 el objetivo de las potencias europeas era apoderarse de Barcelona. La flota aliada salió de Lisboa y en Gibraltar se les unieron algunos batallones más, tras esto se dirigieron a Barcelona con la intención de atacarla.

      Después de todos los intentos posibles por defender la plaza, la capitulación de Barcelona fue firmada el 9 de octubre. Durante el asedio a Barcelona también fueron tomadas otras plazas: Gerona, Lérida, Balaguer, el Condado de Urgel, la Segarra, Tortosa y Tarragona. Al terminar el año, las provincias de Cataluña y Valencia se hallaban en su mayor parte en manos de los aliados.

      El año 1705 terminó con un retroceso de la causa borbónica.

3. MADRID: CAPITAL CAÍDA. HUIDA Y REGRESO DEL MONARCA BORBÓN A LA CAPITAL.
1706-1707

     Felipe V abandonó Madrid el 23 de febrero de 1706 para reunirse con su ejército en el frente catalán. Pero, finalmente, Felipe V no tuvo más remedio que retirarse y huir a Madrid, siendo un duro golpe a su causa.

     Entre abril y junio de 1706, varias ciudades de Castilla fueron cayendo en manos de los aliados, llegando la amenaza hasta Madrid, lo que obligó a la reina, la Corte y todos los órganos de gobierno a abandonar la ciudad. La caída de Madrid fue una  resonante victoria para el archiduque Carlos que se proclamó rey.

     El ejército aliado se mantuvo inactivo durante semanas, las tropas borbónicas aprovecharon para apoderarse de algunos territorios cercanos a la capital. Los aliados finalmente se retiraron de Madrid y Felipe V regresó a la capital el 4 de octubre de 1706.

       En el resto de frentes europeos las noticias no eran muy buenas para la causa borbónica pues perdían Ramillies y con él casi todos los Países Bajos españoles. En Italia se levantaba el asedio a Turín lo cual permitía al duque de Saboya tomar Milán y Nápoles. En el este de España, las fuerzas del Archiduque continuaban intactas y consiguieron hacerse con Requena, Alicante y Cuenca. Pero el ejército borbónico consiguió recuperar Cuenca el 10 de octubre de 1706, también Orihuela –Alicante– pasando por Almansa, donde se llevaría a cabo una de las batallas más famosas de la Guerra de Sucesión española.

4. FRENTE CATALÁN Y LEVANTINO. BATALLA DE ALMANSA. CESE TEMPORAL DE ENFRENTAMIENTOS. 1707-1709

     El 25 de abril de 1707, ambos ejércitos se enfrentaron en las llanuras de la ciudad de Almansa, las tropas franco-españolas eran más numerosas que las aliadas, lo que condujo a la derrota del bando aliado. Esta batalla fue decisiva para la guerra en la península, ya que, gracias a ella, Valencia cayó definitivamente en poder de Felipe V.

    El ejército borbónico se dividió para llevar a cabo campañas en Cataluña, Aragón y algunas zonas de Valencia, conquistando Játiva y Zaragoza. En Cataluña se había concentrado la mayor parte del ejército aliado, quedando sometida la ciudad de Lérida por el ejército borbónico, tras la cual cayeron Tárrega y
Cervera, entre septiembre y noviembre de 1707.

    Los ejércitos de los dos bandos se dirigieron a Tortosa hacia donde iba una flota francesa para apoyar las operaciones de asedio. El asalto general se produjo el 9 de julio de 1708. La ciudad capituló el 15 de julio; pese a la victoria, los borbónicos perdieron más de dos mil hombres.

      En Valencia la campaña de Felipe V estaba siendo exitosa. Se apoderaron de la ciudad y puerto de Denia, aunque, por el contrario, perdieron el puerto africano de Mazalquivir y también Menorca.

      Los aliados iniciaron operaciones militares para volver a capturar Madrid, sin embargo su situación en el Levante era complicada, el 18 de abril de 1708 se rendía la guarnición inglesa de Alicante.

     A pesar de esto, el general del bando aliado, Starhemberg, dividió sus tropas entre los frentes catalanes y portugueses para hacer que Felipe V tuviera que prestar atención a los dos frentes. El 7 de marzo de 1709 se enfrentaron en Gudiña, donde el ejército español se impuso. Pasando, posteriormente, la ofensiva borbónica por el Ampurdán, a la vez que los aliados avanzaban por territorio valenciano, llegando hasta Tarragona para invadirla.

     Mientras tanto, en Europa las cosas no iban bien, Luis XIV no podía hacer frente a la ofensiva aliada y dejó de mandar tropas a España, un aliciente más para pausar las contiendas.

5. REARME MILITAR, REINICIO DE LAS CAMPAÑAS MILITARES. CORONACIÓN DE CARLOS COMO EMPERADOR DE AUSTRIA Y EVACUACIÓN DE LAS TROPAS IMPERIALES DE BARCELONA. 1710-1713

      En la primavera de 1710 se reiniciaron las campañas militares. Durante casi dos meses los dos ejércitos tomaron contacto cerca del rio Segre. El ejército aliado avanzó hasta Almenara cogiendo por sorpresa a las tropas borbónicas y provocando su derrota, dañando así la moral del ejército de Felipe V.

      Tras esta derrota, las tropas de Felipe V se retiraron a Zaragoza, iniciándose el 20 de agosto del mismo año, una batalla que fue un desastre para el ejército borbónico.

      Todo mejoró para la causa borbónica cuando Luis XIV decidió enviar refuerzos a España para ayudar a su nieto. Donde consiguieron más éxito las tropas borbónicas fue en la frontera extremeña: ocuparon Almaraz, Alcántara, Talavera del Arzobispo y Talavera de la Reina, quedando Portugal aislada del centro de la península, sin poder ayudar a los aliados.

      Tras lo cual, y también debido a la hostilidad del pueblo de Madrid, los aliados se retiraron de Madrid y Felipe V pudo regresar a la capital el 3 de diciembre.

      Los líderes de la Gran Alianza se dieron cuenta de que, por lo general, el pueblo español apoyaba la causa de Felipe V, excepto algunos territorios catalanes, valencianos y aragoneses. A pesar de esto, las campañas militares no se detuvieron y el ejército borbónico fue acercándose, cada vez más, a Barcelona.

     En septiembre de 1711, el archiduque Carlos tuvo que marcharse a Frankfurt para ser coronado emperador con el nombre de Carlos VI. Cataluña seguía vinculada a este por el pacto de Génova, los catalanes querían que se conservaran sus fueros y libertades en un principado unido al Imperio alemán, pero ya había sido decidida su suerte en Utrecht. Inglaterra pidió a Felipe V que conservara los fueros catalanes pero este rehusó hacerlo. En marzo de 1713 la Emperatriz evacuó Barcelona como había sido fijado en Utrecht. El 22 de junio, el general austriaco embarcaba con sus tropas tras haber entregado Tarragona al bando borbónico de forma incondicional.

6. DESPUÉS DE UTRECHT: GUERRA CATALANA Y RECUPERACIÓN DE MALLORCA. 1713-
1715

       En Barcelona, se le declaró la guerra a Felipe V el 9 de julio. El 24 de julio, el  ejército realista solicitó la rendición de la ciudad pero esta se negó. De este modo, se inició el asedio a la ciudad que, por sus dimensiones, era una plaza difícil de tomar, por lo que se requería de muchas piezas de artillería. Ante la falta de las mismas, se tuvo que solicitar piezas a Luis XIV; no obstante, con la llegada del invierno, se frenaron los ataques.

       El bombardeo se reinició el 2 de mayo. El ejército de Felipe V fue conquistando posiciones, pero el espíritu de defensa de Barcelona seguía intacto. Felipe V tuvo que solicitar refuerzos a Francia de nuevo por su escasez de tropas, los cuales llegaron en julio de 1714.

      La situación para los sitiados era ya muy complicada y les ofrecieron una honrosa capitulación pero no la aceptaron. Al final los barceloneses izaron la bandera blanca y pidieron entrevistarse con el general francés. Este, como respuesta, incendió la ciudad; la respuesta de los barceloneses fue, de nuevo, enarbolar la bandera blanca, rindiéndose Barcelona, oficialmente, el 12 de septiembre de 1714.

      La última batalla en la Guerra de Sucesión fue la reconquista de Mallorca acaecida a lo largo de junio de 1715. El bando borbónico no tuvo ningún problema en tomar la plaza de forma inmediata, apoderándose fácilmente del resto de la isla.

VIII. FIN DE LA GUERRA

      El tratado Paulucci-Prié puso fin a las hostilidades entre el Imperio y la Santa Sede a principios de 1709. Hacía mediados de diciembre de 1708 este tratado, que comprendía el desarme del ejército papalino y la entrada en los Estados Pontificios de seis regimientos austriacos, estaba prácticamente concluido, pero hubo que esperar un mes más para su firma. El tratado fue rubricado el 15 de enero por el cardenal Paulucci, representante del papa Clemente XI, y el marqués de Prié, representante del emperador José I.

     A lo largo de la guerra Luis XIV intentó negociar la paz con los aliados en diversas ocasiones, pero fue a partir de 1710 cuando los políticos ingleses, afectados por la derrota de Villaviciosa, tomaron la idea de que había que pactar con Francia mediante una transacción que favoreciera sus intereses comerciales.

     En 1711 murió el emperador José I, cuyo sucesor era el propio archiduque Carlos, dando un giro la situación, pues la posible unión España-Austria en su persona podía ser más peligrosa que la de España-Francia en la persona de Felipe V. Los demás estados europeos, y sobre todo Inglaterra, aceleraron las negociaciones de cara a una posible paz.

     El 1 de enero de 1712 era la fecha fijada para comenzar la reunión destinada a negociar los tratados de paz, escogiéndose la ciudad de Utrecht para ello, sin que España formara parte. Sin embargo, las  negociaciones no comenzaron hasta el 29 de enero de 1712, con un tema inicial que atormentaba a los ingleses: a la muerte del rey Sol, el vasto Imperio francés recaería sobre su nieto, lo cual suponía un nuevo desequilibrio, ya que en febrero murió el principal heredero a Francia, el duque de Borgoña, Luis, el hermano mayor de Felipe V. Inglaterra puso la condición para salir del conflicto de que las Coronas de Francia y España quedaran  separadas. Felipe V tuvo que elegir entre las dos, por lo que renunció al trono francés.

      En Utrecht, se produjeron avances significativos gracias a la buena voluntad de los Aliados, con la excepción del Imperio, para negociar con Francia; la Santa Sede no contó con ningún representante diplomático debido a la ambigüedad que había mostrado Clemente XI durante toda la contienda. Esta fue la primera vez que la Santa Sede quedó excluida de unas conversaciones de paz de repercusiones continentales. Las negociaciones entre Francia e Inglaterra dieron sus frutos el 27 de marzo de 1713 pero
el Tratado no se firmó hasta abril.

      Mientras tanto, en Cataluña intentaban conservar sus privilegios y enviaron representantes a las Cortes de Austria, Inglaterra y Holanda para tratar de conseguirlo. Entre tanto, Carlos VI abandonó a los catalanes dejándolos en manos del virrey.

      El 11 de abril de 1713, Francia firmó un tratado de paz con Inglaterra, Holanda, Portugal, Saboya y el reino de Prusia, pero el Emperador se negó a firmar, había perdido el trono español tras el cese del apoyo inglés y exigía, a cambio, los territorios españoles en Europa, una zona fronteriza con Francia, incluyendo Estrasburgo y, además, la independencia catalana, que le seguía siendo fiel.

      El 10 de julio de 1713, España firmó la paz con Inglaterra y Saboya; el 26 de junio de 1714 con Holanda. Finalmente el monarca desistió y abandonó Gibraltar, Menorca y Sicilia quedando estas en manos de Inglaterra, siendo, por lo tanto, la gran beneficiada del Tratado de Utrecht, ya que alcanzó el rango de primera potencia. No obstante, Utrecht no logró un compromiso que pusiese fin al conflicto entre Francia y
Austria.

      El Tratado de Rastatt se firmó el 6 de marzo de 1714 y puso fin a la Guerra de Sucesión española entre Austria y Francia. Luis XIV devolvió las plazas de la orilla derecha del Rhin, quedando Estrasburgo y Alsacia en manos de Francia. Esta sufrió un gran agotamiento de sus reservas económicas y militares,  además de un empobrecimiento general.

     El emperador Carlos VI recibió los Países Bajos españoles, Tournai, Menin, Ypres y Furnes. También el Milanesado, Cerdeña, Nápoles y los presidios de la Toscana. El duque de Saboya se quedó con la Corona de Sicilia..

     En el Tratado, como antes se ha citado, se consideraba a Felipe V rey de España con la condición de renunciar al trono francés. Por su parte, a pesar de haber recibido considerables territorios, Carlos VI nunca renunció al trono español.

IX. CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
1. LOS DECRETOS DE NUEVA PLANTA: RESPUESTA POLÍTICA AL LEVANTAMIENTO DE LOS DOMINIOS METROPOLITANOS ORIENTALES DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA

      La proclamación del archiduque Carlos de Austria como rey de España en Viena en 1703, así como la extensión de la contienda a la propia Península, en donde se dieron enormes penalidades que el propio soberano padeció, como lo fue el abandono de la propia capital, a lo largo de 1705 y 1706, crearon bastante malestar y condujeron a que, tras la victoria del duque de Berwick en Almansa y la entrada de sus tropas en Valencia, se procediera a la delimitación de un nuevo marco de inserción política y jurídica de los dominios insurgentes a la autoridad del rey Felipe V, como lo fueron Aragón y Valencia, que apoyaron a Carlos de Austria, “El 29 de junio de 1707 un regio Decreto determina la extinción del sistema jurídico privativo de Aragón y Valencia, y su atenencia, en lo sucesivo, al ordenamiento legal de la Corona de Castilla”.

     Felipe V verdaderamente quiso dar un escarmiento político con esta decisión totalmente ajena a la tradición española. Así pues, fueron Aragón y Valencia las que sufrieron la extinción de su privativo ordenamiento jurídico-público y sus formas institucionales en virtud de la regia disposición de comienzos del verano de 1707. Pero los privilegios de la nobleza pronto se recuperaron, y ya en 1711 Aragón volvió a regir con su propio derecho privado.

      En el caso de Valencia, esta se mantuvo leal a la política española tras los años siguientes a su “Decreto de Nueva planta”, sin embargo, Felipe V no restauró su derecho foral en el ámbito privado tal y como había hecho en el reino de Aragón, o en el contenido de los Decretos para Cataluña, Mallorca o Cerdeña. Quizás ello se explique por la falta de constancia de las instituciones valencianas en la reiteración de la petición que atribuye a la necesidad de los nuevos servidores públicos de no poner en riesgo sus recién estrenadas responsabilidades y, sobre todo, al hecho de que los estamentos privilegiados no vieron peligrar ni sus ingresos ni su posición social “Los poderes valencianos (…) conservaban toda su capacidad de influencia en los años apenas siguientes al final del conflicto sucesorio”.

      Entre Valencia y Aragón, merece singular atención Cataluña, que se sumó también a la causa del archiduque Carlos. Los motivos que la llevaron a la oposición borbónica fueron, además de la hostilidad que tenían los catalanes hacia los franceses por las sucesivas invasiones, la idea de que el establecimiento del régimen austracista era más adecuado a las formas políticas y la tradición institucional de Cataluña que tenía por derecho, y cuya configuración era característica de la monarquía hispánica. En este sentido, se destaca la alianza que se realizó entre Cataluña e Inglaterra en 1705, que define claramente la perspectiva de la coalición antiborbónica. Cataluña siguió preservando el derecho privado y parte del ordenamiento institucional.

2. REPRESIÓN HUMANA E INSTITUCIONAL. EL CASO CATALÁN

     Castellví, un felipista coetáneo describe la represión que el pueblo catalán sufrió a partir del 11 de septiembre de 1714, pues el retorno a la normalidad fue difícil a consecuencia de la actitud intimidatoria y vengativa de los soldados españoles. Además de la represión humana que se vivió, también se experimentó una represión institucional. Así, el 15 de septiembre de ese mismo año, se disolvió el Consell de Cent y la Coronela y el 16 se extinguió la Generalitat y las Cortes; también se abolió la figura del virrey, como representante directo y permanente del monarca en el sistema pactista, y se acabó con el resto de los órganos ejecutivos del poder real. Por otro lado, en los municipios desapareció la representación estamental y el sistema de elección mediante insaculación, e incluso los gremios para reunirse tenían que contar con la presencia de la autoridad “Era el fin del Estado catalán y de la monarquía paccionada de tradición secular”. Toda esta represión que se llevó a cabo se hizo en nombre del derecho de conquista.

      En este panorama, fueron muchos los catalanes que se exiliaron a Viena, en donde ocuparon cargos relevantes, sobre todo de militares, pues en estos momentos se estaba desencadenando la Guerra de Sucesión de Polonia “Tenemos noticias del influjo del clan español en la Corte de Viena, en la que destacó Ramón de Vilana Perlas (…) quién dirigió el Consejo de España, símbolo de la continuidad de las aspiraciones de Carlos VI a la Corona hispánica”. En lo que atañe a la fiscalidad y a la administración del patrimonio real, se introdujeron transformaciones profundas. En diciembre de 1715 se aprobó el Real Catastro, el cual pretendía gravar la riqueza frente al sistema tradicional de contribución indirecta. No obstante, su imposición no supuso significativos cambios cuantitativos si tenemos en cuenta la elevada presión fiscal que sufrieron antes los habitantes con el mantenimiento de los ejércitos. Sin embargo, este catastro sumado a la represión, fue uno de los elementos que motivarón el descontento que originó en 1719 el movimiento de los “carrasclets”.

      En cuanto a la represión lingüística y cultural, el Decreto de Nueva Planta impuso que las causas de la Real Audiencia se resolvieran en castellano, y en los documentos internos, dirigidos a los corregidores, se instaba a implantar el castellano progresivamente y de forma discreta. Así, la práctica del castellano terminó
consolidándose en la administración pública y también en la eclesiástica, sustituyéndose el latín como  vehículo tradicional de cultura, y reduciéndose el catalán al ámbito de las relaciones personales y privadas “El castellano, con criterios ortográficos fijados, se convirtió en lengua de la Ilustración”. No obstante en el ámbito popular el castellano no se utilizó.

3. LA LEY SÁLICA

      Otra de las reformas de mayor calado fue la ley Sálica de 1713 promulgada por Felipe V, que sólo permitía el acceso al trono de mujeres únicamente cuando estas no tuviesen hijos, sobrinos o hermanos varones, con el objetivo de asegurar que la descendencia fuese por la rama paterna y alejar a los Austrias de la Corona. De este modo, el rey convocó las Cortes de 1712 a 1713 con el objetivo de consagrar tanto la 
llamada ley semi-sálica como la necesidad de que el heredero de la Corona naciera y fuese criado en España. Esta ley trastocaba la tradición española y, de hecho, Felipe V tuvo que presionar a los miembros del Consejo de Castilla. Dice Coxe100 que se opusieron varios consejeros, y que la primera resolución que emanó de aquel Consejo fue tan contraria a los planes del Rey que este dio orden de que se quemase el
documento que la plasmaba. Sin embargo, cualquiera que fuera el valor de las decisiones de las Cortes de 1713, Felipe V sólo tardó diez años en infringirlas, con el consentimiento de los acobardados Consejos. El desdichado Felipe V pareció no acordarse de la existencia de la ley que él mismo hiciera aprobar en 1713 y modificó –de nuevo– el orden sucesorio. De hecho según los estudiosos, “La Nueva Recopilación”  de Felipe V, de 1723 omitió incluir las nuevas leyes sucesorias entre las pragmáticas, relegándolas entre los autos acordados102. Por su parte, la “Novísima Recopilación” de 1805 sí reproducía el “auto acordado” de 1713.

X. CONCLUSIÓN

       En este punto nos centraremos en las conclusiones que hemos sacado, como grupo, de este extenso trabajo realizado sobre la Guerra de Sucesión española.

       Hemos visto como, a causa del conflicto que venía acaeciendo desde hacía décadas, pero que estalla en este momento –tras la muerte de Carlos II– España deja de ser una potencia hegemónica. Con la muerte de Carlos II, la Corona queda sin representante real descendiente directo del difunto monarca –problema que se preveía desde hacía varios años–, por lo que surge la necesidad de buscar un sucesor en las monarquías europeas vecinas y, claro está, este sucesor debía ser lo más afín, en cuanto a parentesco, al último monarca español.

       De este modo, toda la problemática estalla y como consecuencia, entre otras muchas, España dejará de ser un extenso y potente Imperio. Acontece, en esta época, un período de desequilibrio político, pero también social dentro del país; esta coyuntura sería el antecedente económico y social del siglo posterior, en el que los monarcas borbones desatenderían los últimos vestigios territoriales del anterior Imperio y los perderían.

      Pero no se reduce solo a una pérdida de territorios o a un problema de sucesión, sino que también significó una guerra civil entre españoles partidarios del candidato Habsburgo, Carlos, apoyado por la Gran Alianza; y españoles partidarios del candidato Borbón, Felipe V, apoyado por su país natal, Francia, siendo así, gracias a estos apoyos, además, una guerra internacional en la que Francia dejaría de ser la única potencia hegemónica del momento para compartir su poder con Inglaterra y Austria, quienes esperaban –y consiguieron con los tratados de Utrecht y Rastatt– repartirse parte de los territorios españoles. Después de este acontecimiento bélico, y debido al control de nuevos enclaves estratégicos, comenzó aquí el Imperio ultramarino de Inglaterra basado en su superioridad naval.

     Aún así, el fin principal de Francia y su monarca, Luis XIV, era controlar dos Coronas, la francesa y la española y, aunque no consiguió que un monarca compartiese ambos tronos, sí que España dejó de contar con Austria como principal aliada para sustituirla por Francia, con quien compartía familia real y, de ahora en adelante, intereses políticos y económicos por influencias del monarca francés en su familiar Felipe V, rey de España.

     Por último, hasta la firma del Tratado de Viena de 1725 no se acabó con los antagonismos de la Guerra de Sucesión, ya que hasta entonces Carlos VI de Austria y Felipe V de España siguieron enemistados por los hechos acaecidos entre 1700 y 1715 derivados, entre otros motivos señalados, por la sucesión al trono español tras la muerte del monarca Carlos II de España.

Bibliografía:

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- VOLTES, Pedro (1990) La Guerra de Sucesión. Planeta, Barcelona.

Artículos de interés:
http://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/isabel-farnesio-sexo-y-poder/20140918110000107287.html
- http://historiasdelahistoria.com/2014/05/28/pudo-haber-nacido-la-revolucion-industrial-en-un-pueblo-madrileno
-http://www.abc.es/espana/20150120/abci-falsificacion-testamento-carlos-enigma-201501191941.html?ns_campaign=GS_MS&ns_mchannel=abc_es&ns_source=FB&ns_fee=0&ns_linkname=CM

jueves, 1 de mayo de 2014

12. Historia Moderna, Europa; Brujería y herejía en la Edad Moderna











        El Sabbath de las brujas, 1821-1823
Francisco Goya
Museo del Prado, Madrid.

Al-Bakkal Mohand, Nisrin
Bulpes Fernández, Carmen
Cabello Núñez, Laura
Conde Lobato, Raquel
Rojas Mateos, Alicia
Sánchez Sánchez, Jose Javier

 

"El significado práctico de la manía contra las brujas consistió (...) en desplazar la responsabilidad de la crisis de la sociedad medieval tardía desde la Iglesia y el Estado hacia demonios imaginarios con forma humana. Preocupadas por las actividades fantásticas de estos demonios, las masas depauperadas, alienadas, enloquecidas, atribuyeron sus males al desenfreno del diablo en vez de a la corrupción del clero y la capacidad de la nobleza. La Iglesia y el Estado no sólo se libraron de toda inculpación, sino que se convirtieron en elementos indispensables. El clero y la nobleza se presentaron como los grandes protectores de la humanidad frente a un enemigo omnipresente pero difícil de detectar" Marvin Harris.

1.- Concepto de hechicería, brujería y brujomanía.

    En la antigüedad clásica se creía que ciertas mujeres eran capaces de convertir a los animales, que volaban en la noche, y que creían en divinidades como Hécate y Diana. En la Alta Edad Media dominó el escepticismo agustiniano que culminó en el Canon Episcopi, donde se hace mención de mujeres convertidas a Satán que profesaban con Diana y cabalgaban a lomo de bestias. Todo comenzaría por simples actos de hechicería para terminar en acusaciones de brujería relacionada con la herejía.

1.1.- Hechicería.

     Los actos de hechicería son un tema muy popular y, hasta hoy día, cercano a nosotros. La hechicería es lo cotidiano que se sucede entre las gentes, y su uso sirve para conseguir algún fin personal. Ha sido muy utilizada en los temas sentimentales, aunque no siempre fue así, muchas veces fue usada para manipular o hacer daño a las personas. Es decir, la hechicería intenta influir en el cosmos con la intención de influir las conexiones ocultas entre todos los fenómenos naturales; además está en relación con la religión si, y sólo si, os actos de hechicería se realizan en público.
   En la hechicería muchos de los efectos "mágicos" que se generaron vinieron dados a partir de la transformación de algún material alterado física y químicamente. Esta magia de la que hablamos es un velo fundamental para entender la superstición que envuelve a la hechicería. Causa de ésto sería la ignorancia acerca de algunas sustancias vegetativas, como el romero o la ruda, que se desconocían y que las "hechiceras" usaban e interpretaban como mágicas al ofrecer resultados positivos o negativos.
   Se presentan grandes semejanzas entre las creencias de hechicería de todo el mundo, éstas son explicativas por la coincidencia, la difusión cultural, la herencia arquetípica/estructural o la existencia de una religión universal, antigua y coherente de la brujería.
    La hechicería fue practicada por un tercio de los grupos marginados en algunas zonas geográficas, es decir, personas con un patrimonio muy precario y que eran, en su mayoría, analfabetas, por lo que en muchos casos fue un medio de subsistencia.
     Asimismo, existe una gran influencia de la brujería europea en la hechicería de las sociedades modernas no europeas, pero éstas ejercieron escasa influencia en el desarrollo de la brujería europea.
      Dicha brujería, la europea, se basó en ideas que provienen de las creencias de Oriente Próximo, Grecia y Roma, pero el marco de la brujería surgió como resultado de la reflexión cristiana sobre la hechicería y las religiones paganas.

1.2.- Brujería.

    Centrándonos en la brujería, ésta es entendida como un fenómeno característico de la Edad Media, aunque no tomó cuerpo hasta finales de la misma, y la gran ola de brujomanía tuvo lugar durante el Renacimiento, la Reforma y el siglo XVII. Sin embargo, las brujas contemporáneas, entienden este fenómeno como la supervivencia o reviviscencia del paganismo antiguo.
    Para que los actos de brujería se diesen era necesario que confluyesen varios factores: el diablo y sus demonios, considerados los causantes de los males; el brujo, que era el intermediario, es decir, el demonio podía realizar actos malvados en la tierra a través de él, el brujo los realizaba contra su voluntad por mandato de los malos espíritus; y el permiso de Dios.
    El primero de los factores: el diablo, era el jefe y el origen del mal; y los demonios, que llevaban a cabo sus órdenes, aunque hay excepciones. Se diferenciaba dos tipos de demonios: los demonios propiamente dichos, cuyo único fin era hacer daño; y los ángeles que habían pecado y que al hacerlo se convertían en espíritus impuros que debían dedicarse a realizar actividades inmundas para poder obtener su redención. Dentro de los demonios propiamente dichos existían los súcubos, demonios que bajo la apariencia de mujer mantenían actos sexuales con hombres; y los íncubos, demonios de apariencia varonil que mantenían actos sexuales con mujeres.
     Todos estos demonios eran capaces de producir cambios en el cuerpo humano, introduciéndose dentro de las personas mediante la posesión, la cual se podía llevar a cabo de tres formas: cuando las mujeres se prostituían voluntariamente con los íncubos, cuando los hombres mantenían relaciones con los súcubos, algo menos probable que el caso anterior por la mayor intelectualidad de los hombres; y cuando hombres y mujeres, por medio de la brujería, eran obligados a consumar estas relaciones; además confundían a las personas y llevaban imágenes a sus cabezas con la única intención de volverlos locos, buscando así la perdición de las almas de quienes acechaban, ya que, al no poder tener interacción con el ser humano ni realizar las mismas actividades que ellos, debían inducir a cierto tipo de personas para que fuesen sus mediadores en el mundo terrenal. Esta interacción entre demonios y personas es lo que se entiende como herejía.
    Otro de los factores es el permiso de Dios o permiso divino. De él se cuestiona varias cosas: si es necesario que acompañase a una obra de brujería o no, si Dios en su justicia permitía a una criatura naturalmente pecadora perpetrar actos de brujería y otros crímenes horrendos, si el crimen de brujería excedía a otras vilezas que Dios permitía que fuesen hechas, y de qué manera debía ser predicado.
      El último factor sería la brujería, definida por San Agustín como el resultado de la pestífera vinculación de los hombres con el diablo, por tanto, el origen del desarrollo de la herejía nace con el simple hecho de esta asociación. La brujería sería la peor de todas las herejías, ya que su único propósito es dañar y profanar las criaturas de Dios. Para que el acto de brujería se diese tendrían que darse cuatro condiciones obligatoriamente: la primera de ellas sería negar de la manera más profana la fe católica, la segunda sería consagrarse en cuerpo y alma a la realización de todos los males posibles, la tercera ofrecer a Satán niños no bautizados, y la cuarta, y la última, ofrecerse a todo tipo de lujurias carnales, debido a este punto se relacionó a las prostitutas y a las adulteras directamente con la brujería.

1.3.- La Brujomanía.

      En la Europa pagana, la bruja sería una presencia hostil que provenía de otro mundo, lo que hizo que, durante la brujomanía, fueran odiadas y temidas de forma extremadamente exagerada.
      Aunque, como ya se ha citado, la brujomanía se inició a finales de la Edad Media, los inicios se hallan en hechos como la consideración del hechicero como hereje a partir del siglo VIII a raíz de la realización de un pacto del hechicero con el diablo.
    De esta forma, en el año 1300 comenzó el gran espectáculo de la brujomanía, cuya expansión se vio contribuida por la invención de la imprenta. Debido, en gran parte a esta expansión, las acusaciones se fueron generalizando, sin tener en cuenta la edad, el sector o el estatus social al que pertenecían.
     Richard Kieckhefer realizó un análisis del primer periodo de la brujomanía dividiendo esta etapa arcaica del procesamiento contra las brujas en tres fases: 1300-1330, 1330-1375 y 1375-1435. En esta época se encuentran principalmente autos que dan a entender que los procesados eran juzgados por cometer algún tipo de hechicería, salvo en el tercer periodo, el comprendido entre 1375 y 1435, en el que aparte de aumentar los procesos, los principales procesados eran juzgados de demonismo, ya fuese la creencia en el demonio u otros seres maléficos, o de la fe en la existencia de seres espirituales y de la fe en las prácticas de magia.
    Antes de 1450 no se pueden hablar en sí de procesamientos por brujería, sino más bien de magia ritual o maleficium, es decir, "Brujería malévola".
    La brujería fue una invención del siglo XV a la que los procesos inquisitoriales dieron una cierta apariencia de verosimilitud. Esta no fue más, en la mayoría de los casos, que producto de historias inverosímiles y ridículas que, si se empezaban a plasmar en libros o relatar en sermones, las denuncias aumentaban notoriamente, por lo que algunos, aunque pocos, intelectuales pensaban que la brujería desaparecería si se acababa de hablar de ella. Estos juicios del siglo XV marcaron el inicio del camino hacia las grandes cacerías de brujas de mitad del siglo XVI y de siglo XVII.
   Existen dos teorías posibles que explican el parón del principio del siglo XVI: la primera de ellas sería la interrupción de la impresión de manuales de caza de brujas por estas fechas, uno de estos manuales es el Malleus Maleficarum, publicado en 1486 y cuya edición se interrumpió entre 1580 y 1650, lo que se tradujo en un reducimiento del número de enjuiciamientos. La segunda teoría se basa en el choque inicial de la reforma luterana y la difusión por toda Europa del humanismo renacentista. Dicha reforma supuso la desintegración de la cristiandad medieval, lo que provocó una intensa controversia y las élites europeas menguaron los actos de persecución y represión de las brujas.
  De este modo, los dos periodos claves de la brujería se sitúan entre 1480-1520 y 1580-1670, grosso modo, momentos en los que hay mayor actividad de brujería, siendo el de mayor apogeo el segundo periodo debido a las tensiones persistentes entre protestantes -quienes persiguieron a las brujas con gran crueldad pese a no ser su intención en un principio- y católicos; aunque tienen diferencias, los dos periodos, tanto en su amplitud como en el número de regiones afectadas.
   El resurgir de la caza de brujas durante este segundo periodo fue fomentado por dos factores principales: la intervención de la Biblia con su sentencia literal de muerte contra las brujas, y, el factor más importante, la situación tan nefasta de este periodo ya que se sucedieron varias hambrunas, depresiones en el comercio, crisis políticas y hasta sublevaciones nacionales, además se documentan varios brotes de peste y otras enfermedades, de escalas desconocidas, a principios del siglo XVI. Todos estos sucesos derivaron en un gran número de acusaciones de brujería ya fuese por verdadera creencia de que la acusada era bruja y estaba atrayendo el mal hacia la población, o por meros conflictos personales que solían expresarse en acusaciones de brujería.
   A mediados del siglo XVII comenzó el declive de la brujomanía, durante este siglo los procedimientos y juicios de brujas se limitaron a uno o dos acusados. a creencia de ésta duró más tiempo en los países protestantes que en los católicos y más en las regiones periféricas. Su declive fue constante, la brujería fue desapareciendo por completo de las prácticas judiciales en los países occidentales a lo lardo del siglo XVIII.
    La brujería entrañaba una relación con Satán y por ello se sentenciaba a herejía a las acusadas en los Tribunales de Fe, aunque en algunos territorios también fueron tratados por los Tribunales Civiles o Episcopales. En dichos tribunales, muchos casos de aparente brujería fueron valorados como "endemoniadas", es decir, posesiones involuntarias de mujeres por el mismo Satán o sus secuaces.
   Pese a todo, la brujería que desapareció fue la maléfica, pues la brujería simple pervivió los siglos siguientes, e incluso está presente en nuestros días. Sin embargo, hacia el siglo XIX, los intelectuales volvieron a tomar en serio la brujería desde una perspectiva totalmente diferente, como una relación de origen germana que había sido condenada en la Edad Media por la Iglesia y que había llegado hasta la Edad Contemporánea.
   La brujería nació en las ciudades de la planicie y murió en el campo debido al mayor arraigo popular, cuando las mismas élites jurídicas, intelectuales y religiosas que la habían iniciado y fomentado llevaron a su liquidación.
   Los pilares sobre los que se asentó la brujería europea fueron, los primigenios, la hechicería, la religión pagana y el folclore; además, los secundarios, la herejía cristiana, la teología y los distintos tribunales de la época, ya que sancionaban la separación entre brujería y hechicería.
    Pero la brujería no sólo fue un fenómeno que ocurrió y ya, según Russell tuvo una función social concreta. A veces, ésta era claramente consciente y cínica, pero, la mayoría de las veces, su función fue simplemente la necesidad inconsciente de culpar a alguien de las propias desgracias. Otra función fue la de definir los límites del cristianismo y lograr la cohesión de la comunidad cristiana frente a un terrible y poderoso ejército de enemigos.
    Desde el punto de vista histórico existieron tres tipos de brujas: el hechicero, que practicaba magia simple -tipo que se encontraba en todo el mundo-; el hereje, que supuestamente practicaba demonismo y fue perseguido durante la brujomanía; y el neopagano moderno.
   Aunque el mito habla de brujería rural, la mayoría de acusaciones de brujería acaecían en ciudades, donde el nivel social y cultural era superior.

2.- La Bruja y el Aquelarre.

      2.1.- La Bruja.

     El término "Bruja" apareció por primera vez como tal en el año 1287, aunque la palabra "Bruxa" ya se encontraba en el vocabulario latino-arágibo.
     Normalmente fueron brujas y no brujos, es decir, mujeres, ya fuesen viudas o solteras, en general mujeres aisladas. Ésto se debió a que las mujeres eran consideradas seres naturalmente más débiles, definidas como personas más crédulas, impresionables y que estaban dispuestas a recibir revelaciones, ya que veían en la brujería un método más fácil y secreto de vengarse de alguien o algo que de otra manera no podrían hacerlo; se consideraba que tenían una lengua mentirosa y ligera, más frágil que la de los hombres, por lo que no eran capaces de ocultar a sus amigas sus conocimientos sobre las malas artes; y eran, además animales imperfectos que siempre engañaban.
    Es decir, a diferencia de los hombres, no sabían diferenciar con moderación entre lo bueno y lo malo y cuando superaban los límites de su condición alcanzaban las más grandes alturas y abismos más profundos de bondad y vicio.
    Las brujas heredaban sus poderes, los transmitían en su lecho de muerte a una digna sucesora o una amiga, porque si no los transmitían les esperaría la más terrible de las muertes. Estas amigas o aprendices solían poseer un perfil bastante cerrado, como ya se ha dicho, eran marginadas sociales, ya fuese por un defecto físico, por fealdad e incluso por deshonra. Todas ellas tenían algo en común que las unía como comunidad.
    La edad para entrar en la secta de brujas (...) solía ser de nuevos años.
   Existían tres vicios que gobernaban y regían a las malas mujeres, estos eran: la infidelidad, la ambición y, por último, la lujuria.
   Pero a pesar de todo ésto, lo peores vicios eran las fornicadoras insaciables, en este tipo de brujas se solían catalogar a las prostitutas y a las adulteras.
    El Malleus maleficarum nos explica siete métodos por los cuales las mujeres infectaban a los hombres de brujería a la hora de realizar el acto sexual, éstos fueron: arrastrar al hombre a una pasión sin freno, obstruir el poder de gestación eliminando los miembros destinados a ese acto, convertir a los hombres en bestias por mediación con sus artes, minando la fuerza de gestación de otras mujeres, ocasionar el aborto y, por último, ofrecer los niños a los demonios.
    Además, las brujas poseían a los hombres a través de unas tácticas o métodos, éstos eran: infectar los cuerpos masculinos por medio de brujería o magia negra, poseer los cuerpos y potencias internas, realizar el hechizo por tentaciones internas y externas, privar la razón y adoptar formas de animales irracionales.
   También hubo sacrificios de niños recién nacidos que eran entregados a los demonios. El Malleus maleficarum, nos narra el caso de como una matrona, que en realidad es una bruja, le introdujo en el vientre a una mujer estacas y astillas de madera para acabar con la vida del niño.
    En los archivos de la diócesis de Basilea se explican hechos como los de la ciudad de Dann, en la que hubo muchas brujas que confesaron al morir en la hoguera todo tipo de atrocidades, en concreto la de una en particular que confesó el asesinato de más de cuarenta niños introduciéndoles agujas en las cabezas hasta llegar a sus cerebros y matarlos.

2.2.- El Aquelarre.

     Tras hablar de la figura de la bruja nos centraremos en el aquelarre, también conocido como Sabbat. Por otro lado, las reuniones destinadas a la iniciación de un neófito se conocían como Esbats, éstas eran cerradas y se solían celebrar una vez a la semana.
     Estos Sabbats eran reuniones de personas (hombres, mujeres y niños) que se celebraban por la noche a las afueras de los pueblos en algún sótano, cueva o descampado, con un número de brujas que oscilaban entre diez y veinte. En estas reuniones las personas se dedicaban a la brujería y a invocar e interacturar con el demonio, que se presentaba con forma humana o de cabrón, y que pronunciaba la misa negra e inducía a la posterior orgía. Además, eran reuniones secretas, ya que si se daba a conocer la identidad de los participantes serían apresados y juzgados por el tribunal inquisitorial.
    Éstas seguían el siguiente proceso: las brujas, tras ponerse el sol y dormir a sus maridos, salían de sus casas sigilosamente y partían hacia el Sabbat, acudían a pie o volando, tras untarse un ungüento sobre el cuerpo.
     Si había alguna neófita se llevaba a cabo una ceremonia de iniciación en la que se la obligaba a jurar que respetaría los secretos del culto y luego sellaba su adhesión prometiendo matar a un niño y llevar su cuerpo en la siguiente reunión. Hecho ésto, renegaría formalmente de la fe cristiana y remataría su apostasía pisoteando o defecando en un crucifijo o una hostia sagrada. Finalmente rendiría adoración al maestro del culto, el diablo o su representante, dándole un beso obsceno en el trasero.
     Una vez concluida la iniciación la asamblea se entregaba a la comida y a la bebida. Las brujas realizaban una parodia de la celebración de la eucaristía presentando los cuerpos de los niños asesinados previamente, que podían haber sido raptados a familias cristianas o concebidos por ellas mismas en orgías anteriores. Los niños eran ofrecidos en sacrificio al diablo. Sus cuerpos podían ser cocidos, mezclados con sustancias abominables y convertidos en ungüentos para la levitación, o también consumidos, tanto en cuerpo comoen sangre, en una parodia ritual de la Última Cena.

3.- Origen de la Iglesia y de la Inquisición.

     Tras la factura, visible para algunos, entre el Jesús histórico y el Cristo de fe surgieron tres corrientes: la primera corresponde al cristianismo oficial, que reconoce el origen divino de Jesús y hace de su muerte y resurrección su piedra angular; la segunda corriente niega la existencia de Jesús: sostiene que su vida no es más que un montaje formado por distintos retales de numerosos mitos y misterios paganos de otras culturas. Pablo de Tarso sería el ideólogo de esta nueva religión -Cristianismo-; por último, la tercera tesis es la que niega el origen divino de Jesús y lo relacionan con actividades taumatúrgicas, revolucionarias, políticas, etc... de esta forma, la imagen de Jesús bebió de las fuentes del judaísmo más ortodoxo, mientras que Pablo sería el causante de su helenización, eliminando el mensaje antirromano y bélico, convirtiéndose así en el fundador del dogma cristiano.
     Resumiendo, el quid de la cuestión siempre está ligado a Pablo de Tarso, para algunos el gran predicador, el primer teólogo, mártir y soldado arrepentido pero, para otros es el gran manipulador del dogma.
      Yendo por partes y centrándonos en el contexto donde nació Jesús, la imagen de éste como salvador del género humano, nacido de una virgen mortal, nacimiento profetizado por una estrella, trasmutación de agua en vino, equiparación de pan y vino al cuerpo y sangre del salvador, doce discípulos que le rodean y siguen, y una muerte y resurrección; es compartida por otras divinidades de las diversas culturas mediterráneas como Osiris, Baco, Adonis o Dionisos entre otros. Por ello, en un intento de obviar estas coincidencias con los textos y las tradiciones paganas, algunos filósofos hablan de que se producía una "imitación pagana". Con el tiempo, Ireneo, uno de los padres de la Iglesia, definiría a los gnósticos y paganos como agentes de Satanás, mientras que Justino el Mártir llegó a insinuar que eran caníbales. Más tarde la Iglesia basaría su explicación en la herencia judía adquirida por el pueblo israelí cuando permaneció esclavo en Egipto.
     De esta forma, podemos observar dos movimientos cristianos enfrentados:los denominados literalistas y los gnósticos. En un principio los literalistas, se habrían convertido en la Iglesia Católica Romana gracias a su extremo autoritarismo, al establecimiento de un canon y un dogma. Sin embargo, los gnósticos eran místicos, como lo habían sido los iniciados en ritos paganos; convirtieron a Jesús en otra cara del Dios de las mil caras,como Osiris, Dionisos o cualquier otros dios pagano; no tenían uniformidad, practicaban distintas prácticas y creencias, como la gnosis, enseñada a los iniciados, ésta era el conocimiento mísitico por el cual morirían y renacerían convirtiéndose en Cristo. A diferencia de los literalistas, los gnósticos entendían que lo expresado en los Evangelios y demás libros sagrados eran alegorías que necesitaban la explicación de un maestro, el hierofante, un sacerdote.
    Para los literalistas, los gnósticos, aún cristianos, eran considerados paganos, como nos lo indican diversos documentos hallados en una cueva cercana de Nag Hammadi en Egipto, datados del siglo III. Esta ubicación era crucial ya que los gnósticos nacieron entre los cristianos egipcios, por lo que fue el motivo exacto que dio lugar a esta rama.
     Mientras tanto Constantino se dio cuenta del gran poder que tenía la tendencia representada por los literalistas, tendencia que exigía la fe ciega en sus postulados y dirigentes. Los pilares que sustentaban esta hegemonía fueron y son: la implantación de la ideología desde la infancia, el control de la información, la obtención del poder económico y político, la ignorancia y el miedo a la muerte: al castigo en el más allá y el negocio del alma. A causa de ésto, Constantino, que no se convirtió al cristianismo hasta minutos antes de su muerte, dio a los literalistas el poder necesario para acabar con los gnósticos y los paganos, dando lugar, en opinión de Juan Ruíz Barranchina, a la primera persecución, más centralizada y mucho más cruenta de la que los mismos literalistas habían recibido hasta entonces. Esto es visto como el asentamiento de una "primitiva Inquisición".
     Posteriores dirigentes continuaron con esta relación con los literalistas, como Teodosio I, quien proclamó más de cien leyes en contra de los gnósticos, siendo culmen de su obra la proclamación de la herejía como crimen de Estado en el año 381, siendo ilegalizada la tolerancia que antes buscaban.
     En el año 415, Cirilio incitó a los monjes y chusma de Alejandría para que asesinasen a la última científica pagana de la gran biblioteca, Hipatia. Más tarde, Cirilio fue santificado y, con el tiempo, los templos fueron cerrados y algunos libros fueron quemados para evitar la extensión de estas corrientes paganas: el legado greco-romano se extinguió en el mismo lugar que le vio nacer, sobreviviendo gracias a los árabes y omeyas, siendo ocasionalmente judíos quienes conservarán retazos de esta historia.
    Deberemos destacar la escuela de traductores de Toledo que, con ayuda de Tomás de Aquino, consiguió volver a trasladar la cultura pagana al cristianismo.

4.- La Iglesia y la Brujería en la Edad Moderna.

   Como ya se ha dicho, desde un punto de vista contextual, podemos decir que la Brujería fue una construcción de carácter teológico que apareció en a época Tardo medieval.
     Así, cuando avanzamos hacia la época moderna, se nos hace inevitable no señalar un fenómeno tal como lo fue la caza de brujas, en donde la interpretación bíblica con su sentencia literal de muerte contra las brujas fue crucial.
   Aunque también es importante señalar la época nefasta que se vivió en estos tiempos modernos, hambrunas, crisis políticas, pestes..., que de un modo u otro contribuyeron en este acontecimiento, en donde miles de personas perecieron por ser acusadas de brujería.
     Es necesario citar a San Agustín y su recreación sobre la brujería, una recreación llena de superstición. Aunque también destaca el rechazo hasta la superstición que envuelve el tema de la brujería en el Canon Episcopi. Éste niega la realidad de los vuelos nocturnos y afirmaciones tales como la capacidad de las brujas en convertirse en animales, interpretando ésto como meras afirmaciones que son productos de la imaginación de las mujeres, las cuales son corrompidas con esos pensamientos, lo que implica la pérdida de fe al creer en esas fantasías del demonio.
    Para comprender este fenómeno, el de la caza de brujas, en su totalidad expondremos el papel que jugó la Iglesia y, además, es relevante hablar de como concebía la Iglesia a la mujer en la Edad Moderna: la condición de la mujer en esta época estaba impregnada de un machismo acentuado, como consecuencia de la influencia que ejercía la Iglesia sobre la población en una línea con un carácter fuertemente misógino del cristianismo.
     En este sentido, es inevitable no citar a Eva, pecadora innata que promulga el mensaje de la Iglesia.
    Y es que, en el mismo seno de la Iglesia, por sorprendente que parezca, las actividades mágicas en su momento, encontraron ciertos focos de canalización en figuras íntegramente cristianas. "Fr. Andrés Durán, franciscano en la Laguna, adivinaba el futuro hablando con las ánimas del Purgatorio. Y Fr. Antonio Gamarra, del convento franciascano de Garachico, había quitado a un joven guante para tenerlo, de ese modo, sujeto a su voluntad" Fajardo Spínola.
    No es de extrañar que muchos religiosos actuasen como hombres "poderosos" al pertenecer a la Iglesia, pues ellos estaban próximos a la divinidad o a lo sagrado, y estos poderes eran justificables cuando se trataba de sujetar a los demonios.
   En este sentido, un aspecto peculiar, y además no tan lejano a nosotros, es el poder que tenían estos religiosos para curar enfermedades provocadas por el demonio, como es el caso del exorcismo canónico, y los conjuntos, e incluso otros métodos hechiceriles, tal y como afirman las fuentes "Fr. Bartolomé del Rosario, legó de la Orden de Santo Domingo, natural de Los Silos y morador en el convento de La Orotava, por sus actividades absolutamente irregulares como conjurador de demonios, decía que éstos lo azotaban y atormentaban continuamente porque los maltrataba en los cuerpos de las energúmenas a las que exorcizaba" Fajardo Spínola.
    Con todo ésto, vemos la polarización de lo que viene a ser el bien y el mal, ambos extremos que, no obstante, guardan similitudes muy arraigadas a las supersticiones y lo sobrenatural: La Iglesia y el demonio (brujería).
     Así, como dato curioso y que entra en relación con lo dicho anteriormente, sería la organización de esta "secta" de brujas, que es similar a la de la Iglesia, por lo que la figura contraria a la de la casa de la luz sería Satán, líder de la organización de los brujos. Estas afirmaciones, venían dadas por las declaraciones de los propios campesinos, que o eran partícipes o testigos de tal misa "negra".
     Los primeros casos de brujas castigadas corresponden precisamente a la justicia eclesiástica.. "En agosto de 1510, el provisor episcopal visitó Lanzarote, y en septiembre la Palma, publicando carta de excomunión contra aquellos que creen en adivinanzas o hechizos (...) o lo han hecho".
    Con ello, se darán nuevas constituciones que recogerán las instrucciones que tenían que seguir los obispos a la hora de visitar las diócesis, por lo que una vez allí, los curas estaban en la obligación de informar a estos obispos a cerca de los casos de brujería o hechicería o sortilegios de algún tipo.
      También se destacan las actuaciones de los vicarios del obispo, que eran quienes recibían las denuncias o realizaban informaciones. Estos vicarios tenían facultades judiciales plenas.
      Es interesante la superioridad de la jurisdicción eclesiástica y su poderosa arma de la excomunión, que era clave para disuadir a quienes osaban discutirla. Por otro lado, aunque la Inquisición es la competente para determinar la existencia de herejía y por consiguiente en caso afirmativo, su respectivo castigo, las jurisdicción eclesiástica continúa acentuando en el caso de supersticiones.
      En este sentido ambas justicias llegaran a competir de forma acusada. Mientras los inquisidores optaban por el conocimiento más palpable de las causas para determinar a tal persona como agente del demonio, la justicia episcopal optaba por los caracteres tendientes a la superstición.
     La Iglesia y su actuación en temas de brujería o hechicería siempre ha sido muy importante, incluso más que la Inquisición, pues la organización eclesiástica es mucho más amplia y alcanza recovecos de todo lo cotidiano.

5.- Torturas e interrogatorios.

      En toda Europa se llevaron a cabo interrogatorios y castigos basados en la tortura física. En primer lugar se realizaba un interrogatorio que empezaba sin recurrir a medios de coacción física, pero si no se obtenía la confesión deseada sí se procedía a la tortura física. Al reo no se le podía someter más de tres veces a la tortura y había que dejar un día de descanso entre cada sesión. Algunas personas confesaban que se acusaban así mismas de brujería porque era el modo de librarse de la hoguera.
     Dichas torturas podían estar destinadas a comprobar la culpabilidad o la inocencia de la bruja, aquí se explicarán cuatro de estas torturas: Inmersión, que consistía en atar a la acusada de manos y pies, y arrojarla dentro del agua. Si se hundía, era señal de que el agua, creación de Dios, la aceptaba, y entonces era declarada inocente y sacada a la orilla. Y si flotaba, era señal de que el agua la rechazaba, y entonces era considerada culpable. Otra de estas torturas sería la pesada: la bruja era colocada en un platillo de la balanza y la Biblia en el otro. Si la bruja pesaba más que la Biblia era culpable. Una tercera serie pinchar con una aguja, ya que se creía que las brujas tenían en sus cuerpos unos puntos insensibles, precisamente allí donde el diablo las había marcado. A veces estas marcas del diablo eran visibles, teniendo la forma de una cicatriz o un lunar, pero otras eran invisibles y sólo podían ser detectadas pinchando a las acusadas por todo el cuerpo con un instrumento afilado hasta que apareciera dicha zona de insensibilidad. La última que explicaremos consiste en la búsqueda de la marca de la bruja: éste era cualquier protuberancia inhabitual, a modo de tetilla supernumeraria, que los demonios podían chupar adoptando la forma de familiares. Se desnudaba a las brujas y se buscaba minuciosamente cualquier punto que pudiera delatar semejante comercio con el diablo.
     Las torturas también podían estar destinadas a arrancar confesiones y delaciones, aquí señalamos las empulgueras, los tornos, cepos con púas, baños de cal hirviendo, el strapaddo… Éste último consistía en atar los brazos del prisionero a su espalda con una cuerda sujeta a una polea, a continuación se le izaba en el aire, se colocaban pesas a sus pies para descoyuntarle los hombros sin dejar marcas visibles de malos tratos. Podía, además, compaginarse con otro tipo de tortura como el uso de empulgueras.
      A las torturas se les sumaban formularios intensivos sobre su actividad como:
    ¿Cuánto tiempo has sido bruja? ¿Por qué te hiciste bruja? ¿Cómo te convertiste en bruja, y qué ocurrió en dicha ocasión? ¿Qué demonio escogiste para que fuera tu amante? ¿Cómo se llamaba? ¿Cómo se llamaba su amo –el amo del demonio escogido–, entre todos los demonios malignos? ¿Cuál fue el juramento que te obligaron a prestarle?¿Cómo hiciste ese juramento y cuáles fueron las condiciones? ¿Dónde consumaste tu unión con tus íncubos? ¿Qué demonios y qué otros humanos participaron en el Sabbat? ¿Cómo se preparó el banquete del Sabbat? ¿Qué marca del diablo dejó tu íncubo en tu cuerpo? ¿Qué heridas has hecho a tal y tal persona, y cómo las perpetraste? ¿Quiénes son los niños a los que has echado mal de ojo? ¿Quiénes son los cómplices en tus maldades? ¿De qué está hecho el ungüento con el que te untas tu escoba? ¿Cómo consigues volar por los aires?.

6.- La Inquisición en Europa.

     Una de las tareas más difíciles es determinar por qué la intensidad de la caza de brujas varía dependiendo de la fecha en la que nos encontremos y también del sitio que estemos tratando. Para eso tenemos que analizar dos factores, las pautas cronológicas de la caza de brujas en toda Europa, ya tratada en el apartado de brujomanía; y diferenciar los procesos por brujería en los diferentes estados que conformaban la Europa de aquel entonces.
     Es complicado realizar una división geográfica debido a las enormes variantes regionales dentro de cada una de las zonas. Pese a ésto realizaremos la siguiente división por territorios: Europa occidental y Centroeuropa occidental, las Islas Británicas, Escandinavia, Centroeuropa oriental y Europa del este y, por último, Europa meridional.

6.1.- Europa occidental y Centroeuropa occidental.

      La inmensa mayoría de los procesos por brujería, quizás hasta el 75%, se dieron en las regiones de Alemania, Francia, Suiza y los Países Bajos. Estas regiones albergaban cerca de la mitad de la población total europea y en ellas se dieron las cacerías y pánicos más importantes. Durante los primeros años de la cacería, finales del siglo XIV y siglo XV, la mayoría de los procesos se dieron en Francia y Suiza. Sin embargo, para finales del siglo XVI, principios del siglo XVII, Alemania (el Sacro Imperio) se colocó a la cabeza en el número de procesamientos, se estiman alrededor de treinta mil procesamientos. Ésto se debe a la confianza en tribunales que ejercían su jurisdicción en áreas geográficas relativamente pequeñas, lo que permitió que se desarrollara la caza de brujas fácilmente y prácticamente sin control.
      En Suiza encontramos un cuadro social muy complejo, ya que Suiza estaba dividida en cantones muy diferentes entre sí en cuanto a religiosidad, cultura y lengua, además de ser jurisdiccionalmente autónomos unos de otros. Esta situación fomentó la diversidad de pautas de la caza de brujas y su descontrol. Se estima que alrededor de diez mil brujas fueron quemadas en total.
       En lo referente a Francia: las zonas más duramente afectadas por la brujería se situaban en las fronteras del reino, zonas de gran resistencia a los esfuerzos de la monarquía francesa para establecer un estado centralizado y absolutista. Las fuentes sugieren una cifra aproximada de cuatro mil personas ajusticiadas bajo la jurisdicción del rey.
       El norte de los Países Bajos no se ajustó a ninguna pauta general sobre el procesamiento de brujas. En esta región, que contaba con más de un millón de habitantes, se ajusticiaron menos de ciento cincuenta personas, todas sospechosas de cometer brujería o relacionadas con el ocultismo.

6.2.- Las Islas Británicas.

     Estos territorios eran Inglaterra, Escocia y las posesiones ultramarinas inglesas. Inglaterra conocía una importante caza de brujas en la década de 1640, mientras que Escocia vivió varios pánicos nacionales a finales del siglo XVI y en el siglo XVII. El número de juicios en territorios británicos se estima que no pasó de cinco mil y el número de ejecuciones no está claro, calculándose entre mil quinientos y dos mil quinientos.
      La razón de la suavidad de la caza de brujos durante el siglo XV en los territorios británicos fue la incompleta y tardía recepción del concepto de brujería debido a la ausencia de inquisidores papales. No fue hasta el siglo XVI, cuando ya estaba bien arraigada en Europa la idea de la brujería como tal, cuando llegó a estas regiones y aún así el concepto nunca llegó a desarrollarse del todo.  Aquí, el uso de la tortura para obtener información no se podía realizar sin la aprobación del consejo privado y únicamente en asuntos que inmiscuían al estado. De esta forma, según los archivos ingleses, entre 1540 y 1640 sólo se dieron ochenta y un permisos de tortura.
      Otro factor que pudo haber influido en que la caza de brujas en Inglaterra y Escocia hubiese sido más suave que en el continente es el factor religioso, ya que ambos países eran protestantes desde 1560 y hecho por el que ya tenían bastantes conflictos.
     En cuanto a las colonias de ultramar de Inglaterra tenemos casos especiales como el caso de la dama Alice Kytler, en el siglo XIV, y el de Florence Newton, el más famoso caso de brujería del siglo XVII. Florence Newton fue arrestado y encarcelado el 24 de marzo de 1661 acusado de haber encantado a María Longdon, una criada que mencionó que tras haber sido besada por Newton había empezado a sufrir ataques, trances y vómitos. Se estima que fue juzgado culpable, lo que significa que habría sido ejecutado.

6.3.- Escandinavia.

     La caza de brujas en Escandinavia fue algo más intensa que en las Islas Británicas. El número total de procesos en Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia rondó los cinco mil y las ejecuciones están entre mil setecientas y dos mil. Aunque las cifras son muy parecidas que a las que nos daban los archivos británicos, en esta zona encontramos una actividad procesal más intensa, ya que en Escandinavia se contaba con sólo un 40% de la población que encontrábamos en Gran Bretaña.
     Dinamarca fue el primero de los países escandinavos en empezar la represión de brujas. El culpable fue el obispo luterano Peter Palladius en 1544 que afirmaba que quienes mostraban tendencias católicas eran culpables de este delito. Se afirma que en las persecuciones a brujas organizadas por el obispo Palladius se condenó a cincuenta y dos personas.
     No obstante, en 1617 el gobierno danés, definió la brujería por primera vez como un pacto diabólico, por lo que las personas condenadas por este delito debían hallar, por tanto, la purificación en la hoguera. Pero gracias a una reforma legal vigente desde 1547, por la que era necesaria una apelación obligatoria de la sentencia si se condenaba a muerte a un reo, Dinamarca no cogió la dinámica de los estados alemanes realizándose sólo mil ejecuciones.
      En Noruega los autos por brujería fueron ligeramente menores que en el país vecino. Con una población de las tres cuartas partes de la población danesa en el año 1650, el número de juicios fue de unos mil quinientos, de las que sólo el 25% de las personas fueron juzgadas. La principal forma de procedimiento criminal en Noruega era la acusatoria y para probar la acusación hacían falta dos testigos oculares del delito.  Una vez que esto era corroborado se permitía el uso de la tortura en los juicios, aunque sólo se aplicó en contadas ocasiones. El caso más famoso de brujería noruega fue el de Anna Pedersdotter Absalon, ejecutada en Bergen en 1590. Fue acusada por su relación matrimonial Absalon Pedersen Beyer, considerado, éste, el más famoso humanista de Noruega, quien era contrario a la destrucción de las imágenes religiosas, lo que iba en contra de la reforma religiosa.
     Suecia siguió en principio un modelo de caza de brujas parecido al modelo noruego. Pero a finales del siglo XVII se dieron situaciones de gran pánico para lo acostumbrado en esta zona escandinava. Los procesos de brujería se iniciaron en 1580 pero pocos de ellos derivaron en ejecuciones. La reina Cristina de Suecia fue una clara opositora de la caza de brujas durante su reinado (1632-1654). El caso más sonado de  Suecia fue el ocurrido durante el reinado de Carlos IX en 1668 en la provincia sueca de Dalecarlia, caso en el que la gran mayoría de los acusados y acusadores fueron niños. Durante la caza de brujas en Suecia fueron ejecutadas más de doscientas personas.

6.4.- Centroeuropa oriental y Europa del este.

      Es difícil generalizar en lo referente a estos territorios. En estas zonas la caza de  brujas comenzó mucho más tarde que en la Europa occidental, pero duró mucho más tiempo, hasta mediados del siglo XVIII. Sin embargo la intensidad de la persecución varió mucho dependiendo de las regiones en las que nos encontremos. 
     En Hungría, donde las nociones cultas de la brujería fueron recibidas solo en parte y con reticencias, sólo hubo unos pocos juicios importantes. En Transilvania, Valaquia y Moldavia, donde las ideas sobre brujería no estaban establecidas, los procedimientos por este tipo de actos no fueron nada comunes. 
    El único país del centro-este europeo donde se dio un gran número de procedimientos contra las brujas fue Polonia. Los cálculos acerca del número de ejecuciones de carácter oficial no son precisos pero se estima un máximo de diez mil ejecuciones, hablando al alza. Eso sí el comienzo de los procesos contra las brujas en tierras polacas es relativamente tardío, ya que las primeras ejecuciones son de 1650, aunque los peores años de la represión polaca son los del principio del siglo XVIII.
    La severidad de la caza de brujas polaca se atribuye a tres factores relacionados: la presencia de teorías de demonismo, la ausencia de un control central eficaz sobre los procesos y la aplicación de las sentencias que derivan de los mismos y, por último, la aplicación de las torturas sin restricciones. Ésto se debe a que la mayoría de los casos de brujería en Polonia se juzgaron en tribunales municipales. Teniendo ésto en cuenta y que la organización interna del Estado polaco no estaba capacitado para poder llevar un control exhaustivo de los procedimientos propicio, se entiende el libre albedrio en cuanto a las sentencias y los juicios.

6.5.- Europa meridional.

     Nos referimos a los territorios de la región mediterránea: España, Portugal e Italia, que es donde la Inquisición perduro más como institución. En Italia hallamos un número de ejecutados que no llega a los quinientos, fueron sentencias dictadas por tribunales civiles, no inquisitoriales. En España en el período de 1580-1650, encontramos que la Inquisición juzgó a tres mil quinientas personas. En Italia las cifras son mayores, sólo en Venecia encontramos documentos que revelan la cifra de setecientos pleitos por temas relacionados con la brujería. En Portugal se contabilizó, sólo en la zona meridional, doscientas noventa y una brujas juzgadas.
     Uno de los rasgos más llamativos de los procesos por brujería italianos e ibéricos son la rareza de los cargos ya que los campesinos de estas tierras eran acusados de diversos tipos de magia como la amatoria, curanderismo… Y todo esto, naturalmente estaba asociado con la idolatría a Satanás y los demonios. Aunque este tipo de prácticas no se consideraban maliciosas, tenían que ser procesadas con la intención de corregir el error y proteger la fe.

7.- La Inquisición en España.

     La brujería en España fue más un tema secundario para la Inquisición, pues eran los judíos considerados la mayor amenaza contra la Cristiandad, hasta el siglo XVIII, momento en el que la brujería toma relevancia. De esta forma, durante los siglos XIV al XVI las brujas eran vistas, al contrario que en el resto de Europa, como víctimas y no como criminales.
     Entre los delitos de mayor gravedad estaban el Islamismo, el Luteranismo y el Judaísmo, las sentencias para quienes practicaban estas religiones eran de relajación y pena de muerte, entre los años 1581 y 1590 fue cuando se alcanzó el punto álgido de relajados. El castigo para los herejes era la confiscación de bienes, el hábito, la cárcel perpetua o entre cien y doscientos azotes.
     En algunos casos no era la Inquisición quien castigaba a los acusados, sino que eran “juzgados” por la jurisdicción ordinaria. Sin embargo, según la Inquisición debían ser ellos quienes juzgaran a las acusadas, pues las brujas atentaban contra la fe cristiana, pero las jurisdicciones populares también querían realizar dichos juicios, por lo que se realizó una comisión mixta en Granada en 1525 para resolver este asunto y otras cuestiones de brujería. Tras la comisión, en la Corona de Castilla, la Inquisición fue la única capaz de decidir en los asuntos de brujería, mientras que en la Corona de Aragón se pretendió que la Inquisición sólo interviniera en delitos de herejía manifiesta en los que los jueces ordinarios podían aplicar un procedimiento de urgencia. Ésto provocó disputas entre ambas instituciones.
     Además, en la misma comisión surgió un enfrentamiento entre teólogos y juristas sobre la existencia de aquelarres; éste fue ganado por los teólogos, defensores de la existencia del aquelarre. Este hecho derivará en la cuestión de la procedencia de los poderes extraordinarios de las brujas, cuyas hipótesis se basarán en la existencia de un ungüento de las brujas, ya citado anteriormente.
    De esta forma, la Inquisición de la Edad Media fue dominada por los dominicos, mientras que en la Edad Moderna primaron los juristas, hecho que se consolidó con Felipe III, quien ordenó que los cargos de Inquisidor y Oficial fueran reservados para graduados en leyes. Por otro lado, con la expulsión de los moriscos en época temprana y los luteranos y calvinistas siendo limitados gracias a los cierres de la frontera, los tribunales se centraron en los judíos. Ésto provocó una emigración masiva al sur de Francia, Ámsterdam y Londres. Con la crisis se toleró el regreso de judíos de ascendencia hispana pero esta tolerancia duró poco tras la muerte de su valedor el conde-duque de Olivares.
     Los tribunales más importantes fueron los de Sevilla, Toledo, Granada y Valladolid.
     Los acusados de herejía eran identificados gracias a la existencia de matrimonios endogámicos, el lugar de procedencia, el hecho de cambiarse de ropa un sábado o comer carne en cuaresma. Ésto podía delatar a una familia o comunidad. Además, en el caso de las brujas, un experto examinaba el ojo izquierdo de las sospechosas, lugar donde supuestamente, el diablo dejaba su marca.
     Una vez apresados comenzaba la consulta de antecedentes, la confiscación de bienes, etc. Poseían tres audiencias ordinarias más las extraordinarias que solicitara el  preso. Una cuarta audiencia era para exponer los delitos y el nombramiento de un  abogado. Si el inquisidor no tenía suficientes pruebas podía pedir la aplicación del tormento. La decisión final estaba precedida por las alegaciones y presentación de testigos.
     Cuando el acusado era condenado a muerte podía reclamar la sentencia de muerte pero, conforme ésta era dada se llevaba a cabo y éstos no tenían tiempo a  reclamar. El acusado tenía que demostrar su inocencia frente a un juez que estaba convencido de su culpabilidad, éste no sabía ni quién le acusaba ni cuáles eran los hechos que se le imputaban, tenía un abogado que por temor le incitaba a decir que era culpable.
      Las penas dictadas no eran equivalentes en toda la geografía peninsular, variaban de unos tribunales a otros y aun en los mismos tribunales intervenía la personalidad que tuviera los propios inquisidores. La brujería a lo largo del siglo XVIII fue desapareciendo por completo de las prácticas judiciales en los países occidentales. Centrándonos en los actos de brujería, los lugares de reunión más importantes de los aquelarres de las brujas en España fueron las Cuevas de Zugarramurdi, el Castillo de Benevento, el Arenal de Sevilla o el monte Hartz. Es decir, aunque los tribunales tuvieron mayor importancia en las ciudades citadas, hubo casos aislados y de cierta relevancia en zonas de Galicia o La Rioja.

7.1.- Tribunal de Logroño.

      En 1483 el rey Fernando el católico consiguió que Torquemada fuese nombrado inquisidor general de Aragón, Valencia y Cataluña, aparte de Castilla, se unificó entonces la Inquisición. El establecimiento inicial de este tribunal no queda muy claro, hay que remontarse hasta 1489 donde están sus orígenes en el obispado de Osma, que comprende este mismo, y el arciprestazgo de Peñafiel, tras el paso por distintas sedes el tribunal se trasladó a Calahorra en 1521 donde permaneció cincuenta años. En 1570 la sede cambio de Calahorra a Logroño.
     En un primer momento, los funcionarios fueron teólogos, pasando posteriormente a ser juristas y por último juristas con el apoyo de teólogos. El número de inquisidores del Tribunal de Logroño fue variando de dos a cuatro según las necesidades del mismo. La actuación de los comisarios existía en los núcleos donde a los inquisidores les era difícil su actuación, eran una especie de delegados de estos.
      Estos debían tener una preparación especial, ser de familia honorable y cristianos viejos. Las visitas de distrito, eran las visitas de un inquisidor a un lugar, estas duraban entre  cuatro meses y un año. Algunos privilegios de los inquisidores eran fiscales, judiciales y sociales. La actividad del Tribunal inquisitorial de Logroño era frenética realizaba seis horas diarias de audiencias, declaración de testigos, etc..
     Los principios que formaban el acto procesal inquisitorial eran: el principio de bipartición atenuada, el principio del secreto, el principio de la búsqueda reiterada de la autoacusación del reo, el principio del arbitrio judicial, los principios de ritmo procesal y la reducción de las garantías procesales. La frecuencia con la que se celebraron los Autos de fe en Logroño fue anual. Los castigos que impartía el tribunal no fueron uniformes en todo momento, variaban en relación con el tiempo y las circunstancias. Al principio las encargadas de realizar los hechizos eran mujeres de raza mora y gitana. En España el único lugar donde se quemaron a brujas en la hoguera fue en el País Vasco, en 1507 el inquisidor de Logroño mandó quemar a una treintena de personas.

7.2.- Auto de Fe de Logroño.

     El Auto de fe de 1610, fue el mayor conocido, la mayor parte de los brujos y brujas que fueron juzgados provenían de Zugarramurdi y Urdax85. Eran mujeres y hombres entre los veinte y los ochenta años. Entre los crímenes de los que se acusaba a las brujas, el más común era el infanticidio. Normalmente se incautaban los bienes pero en este caso no se hizo.
     Los informes de los inquisidores decían que las confesiones eran incoherentes.  Estas confesiones fueron voluntarias y no se les sometió a torturas a los acusados. El proceso se inició con María de Ximildegui, natural de Zugarramurdi y que había estado viviendo en Francia, tras este período volvió a España y confesó a sus familiares que había formado parte de un conventículo de brujas en Francia, pero después se arrepintió y volvió al cristianismo, lo más importante fue que durante ese  período había participado en aquelarres en Zugarramurdi por lo que conocía a brujas de allí y nombró a unas cuantas, algunos habitantes del pueblo empezaron a ponerse nerviosos y confesaron que ellos también habían participado en esos ritos.
     Los inquisidores del Tribunal de Logroño se pusieron en marcha y detuvieron a cuatro brujos que consideraban los más notables y a los que mandaron a la cárcel. En el Auto de fe de 1610 salieron un total de treinta y un brujos. El inquisidor Alonso de Salazar y Frías publicó un anatema contra los herejes y  aquellos que eran brujos y no se declaraban así, el resultado fue malo ya que solo cinco brujas se presentaron ante el inquisidor diciendo lo que eran.
      El Auto de fe se fijó en el día 7 de noviembre de 1610. Dentro de los  condenados había tres grupos: los niños y aspirantes y niños brujos, los brujos novicios, los brujos profesos.
      Los relajados a estatua por el Auto de fe de 1610 entre otros fueron:  María de Tocaya y Aramendi, vecina de Rentería de ochenta años, la prendieron  por haber convertido a muchachos en brujos, fue condenada a relajación pero murió en  la cárcel y su estatua y huesos fueron sacados en auto para ser quemados. María de  Echalecu, vecina de Zugarramurdi, de cuarenta años, fue condenada a relajación y murió en la cárcel, su estatua con insignias y huesos salieron en auto para ser quemados. María de Echachute, vecina de Zugarramurdi, de cincuenta y cuatro años, fue  condenada por pertenecer al aquelarre y por diversos crímenes.
      Entre los reconciliados estaban:  María de Echegui, vecina de Zugarramurdi, de cuarenta años, confesó haber sido  bruja a los trece años con creencia y apostasía y que hizo bruja a una hija suya, su  sentencia fue auto con hábito, reconciliación con confiscación, hábito y cárcel perpetua. María de Yriarte, soltera, vecina de Zugarramurdi, de cuarenta años, confesó haber sido  bruja toda su vida y otras muertes y maldades, murió en la cárcel en agosto de 1610, fue  reconciliada en efigie. Mari Juanto, vecina de Vera, de sesenta años, confesó haber sido  bruja toda su vida y otras maldades como matar, junto con su hermana, a dos hijos de  ambas, murió en la cárcel en agosto de 1610, fue reconciliada en efigie.
     Los que se habían arrepentido llevaban un sambenito diferente al que llevaban los que iban a ser quemados en la hoguera. Los que habían muerto en la cárcel eran  representados por sus efigies.
     Después del Auto de fe de Logroño hubo nuevos brotes de brujería. Gran parte de esta epidemia se debió a que los predicadores que mandaron, hicieron que la gente se  volviera histérica y confesaran u obligaran a sus hijos a confesar que eran brujos para  librarse de la hoguera. Hubo gente que empezó a actuar por su cuenta apresando a  supuestas brujas y linchándolas.
      El inquisidor Salazar era escéptico con respecto al tema de la brujería, es más, en  sus interrogatorios se ve reflejado eso. Sus conclusiones son que realmente no existen indicios de que haya brujería por los territorios que él ha visitado.  Podemos decir que a partir de Salazar, serán muchos los que empiecen a  cuestionar ese manto “maléfico” que se le había atribuido a la supuesta secta de las  brujas. Entre éstos destaca Pedro de Valencia. Éste se muestra escéptico en varios  aspectos y piensa que se debería de tener más tutela y sutileza a la hora de enjuiciar y  castigar a los presuntos brujos, puesto que no hay pruebas palpables que verifiquen las  acusaciones dichas en palabras.
      La Suprema da nuevas instrucciones de cómo proceder ante estos casos e  incluye muchas propuestas de Salazar. Este modo de proceder resultó efectivo, ya que toda la zona donde se habían producido tantos casos de brujería estuvo en calma.

7.3.- Casos en Galicia.

     En esta zona geográfica se distinguieron dos grupos de brujas. El primero de  ellos es el de Bruxas, que fueron brujas que intentaban mantener su anonimato, hacían  el daño a distancia, procuraban no dejar rastros que apuntasen hacia ellas y se metamorfeaban en animales. Dentro de este grupo se distinguen dos tipos de brujas: la  Xuxona, que era un vampiro; y el Lobisome, un hombrelobo.
     El segundo grupo es el de las Meigas, quienes no se ocultaban y eran conocidas  por todos. Se distinguen aquí cuatro tipos de brujas, las cuales, todas ellas, se  apoderaban de la mente de los afectados y los enloquecían mediante un proceso histérico conocido como Meigallo. Estas podían ser: Vedoiras, predecían el futuro;  Feiticerias, fabricaban hechizos; Baralleiras, aconsejaban y adivinaban por medio de las cartas; y Menciñeiras, se dedicaban al curanderismo.
     Algunos casos fueron:  María Rodríguez de origen portugués fue una de las acusadas por el tribunal de Santiago en 1577 fue sometida a muchas torturas y al final fue quemada en la hoguera.  Ana Rodríguez en 1609 fue otra de las acusadas, fue también torturada pero no fue  condenada a la hoguera sino a salir en el Auto de fe con insignias de bruja, recibió cien  azotes y se la desterró por tres años100. Marta Fernández en 1618 fue otra acusada, fue desterrada otros tres años101. Elvira Martínez 1625, condenada a salir en el Auto de fe con las insignias de bruja y hábito penitencial102. Catalina de la iglesia, 1625, fue torturada, condenada a llevar el hábito penitencial pero fue salvada de la hoguera. Ana de Castro, 1625, fue torturada y condenada a doscientos azotes y al destierro por un  periodo de diez años. Eufemia Cid de marzas, 1636, condenada a salir en el Auto de fe  embetunada y emplumada y desterrada de Santiago por cuatro años. Sor Bernarda de Novoa y Taboada y sor mariana de montes, 1637, estuvieron presas. Magdalena das  Pereiras, 1646, fue acusada y tuvo que salir por la calle con una soga al cuello, fue  sometida a doscientos azotes y desterrada de Santiago, Madrid y Monforte de Lemos durante seis años. Lucia Fidalgo, 1646, torturada y acusada tuvo que llevar un cordel al  cuello y ser sometida a doscientos latigazos y desterrada por seis años.

7.4.- Tribunal de Valladolid.

     Gracias al apoyo de las coronas y los católicos, el Santo Oficio, en tan sólo dos décadas tendría veintitrés tribunales. Se empezó a apreciar este hecho a partir de 1478 destacando Castilla la Vieja, donde se asentaron nueve tribunales. Por los altos costes que suponía, se decidió concentrar los tribunales y así surgió el Tribunal de Valladolid en el año 1502, el cual administraría diez obispados. El amplio territorio hizo que el control que ejercían no fuera hegemónico lo que provocó la separación de Galicia en el año 1574104.
     El Tribunal de Valladolid durante el siglo XVIII fue especialmente agitado, se estima que mil doscientas veintitrés personas desfilaron ante los inquisidores. De estas sentencias, setecientas quince se consideraron muy graves, siendo aprobado el tormento como arma para sonsacar cómplices y pruebas.

8.- Inquisición en el continente americano.

     8.1.- Salem.

     Los hechos acaecidos en Inglaterra influenciarían en sus colonias, como en Nueva Inglaterra, América del Norte. La primera condena a la horca de una bruja en Nueva Inglaterra tuvo lugar en 1647. Sin embargo, el hecho más relevante fue el protagonizado por unas niñas en Salem, en el condado de Essex en el actual estado estadounidense de Massachusetts, en 1692, quienes empezaron a hacer experimentos con la adivinación en un intento por descubrir quiénes iban a ser sus futuros maridos. Las niñas se atemorizaron y comenzaron a mostrar síntomas de nerviosismo, retorciéndose y adoptando posturas extravagantes. Como consecuencia, otras niñas empezaron a tener ataques y convulsiones, posiblemente éstas últimas se dejasen llevar  por la fuerza de la sugestión inconsciente o tal vez les gustara ser centro de atención.
     Tras un minucioso interrogatorio, las niñas, bajo la presión, acabaron acusando a tres mujeres de haberlas embrujado: sólo una de ellas reconoció que mantenía relaciones sexuales con el demonio. Ninguna de las mujeres que reconocieron dicha relación con el  diablo, fue ahorcada, ya que los síntomas de las niñas iban mejorando; sin embargo, sí fueron ahorcadas las mujeres que negaron sus imputaciones.
      Bajo los efectos de la presión, las amenazas y la sugestión, las imputaciones  fueron aumentando en número y los ataques fueron aumentando en intensidad, extendiéndose así el miedo. Así, el primer ahorcamiento de esta ciudad, Salem, tuvo  lugar en junio de 1692, cinco mujeres más fueron ahorcadas en julio del mismo año, y seis más en el siguiente mes. El último ajusticiamiento tuvo lujar el 22 de septiembre de 1692. En total se contabilizaron más de cien mujeres encarceladas y diecinueve ejecuciones.

8.2.- Iberoamérica.

     En los territorios iberoamericanos la Inquisición fue instaurada por el monarca Carlos V, quien designó a Juan Quevedo como inquisidor general. Las causas de instaurar una nueva Inquisición en un territorio tan alejado del gobierno central fueron los continuos viajes a las “Indias” de judíos y protestantes, ya que ésta fue una vía de escape. Además, en dicho territorio nació una nueva herejía de la unión de la cultura indígena, los esclavos africanos y los influjos hispanos.
     De esta forma el primer Auto de fe tuvo lugar en México en el año 1528. Diez años más tarde, Carlos V concedería la minoría de edad a los indígenas, por lo que no podrían ser acusados de actos heréticos. Un siglo más tarde, en 1636, el 98% de los casos estaban relacionados con los criollos, es decir, personas de origen africano traídos como esclavos al territorio hispanoamericano y mezclados con la población indígena. La mayoría de las acusaciones tuvieron lugar en la actual Cuba, Haití y Brasil por actos relacionados con el Vudú.

Bibliografía:

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- Sallmann, Jean-Michel, Las brujas: amantes de Satán. Madrid: Aguilar, D. L., 1991.

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