viernes, 26 de junio de 2015

37. Historia Contemporánea de España. El Republicanismo español.

REPUBLICANISMO ESPAÑOL
ALUMNOS:
BULPES FERNÁNDEZ, CARMEN
ROJAS MATEOS, ALICIA
Trabajo tutorizado por Dña:
BARRANQUERO TEXEIRA, ENCARNACIÓN
UNIVERSIDAD DE MÁLAGA


Ilustración 1, Disponible en http://pares.mcu.es/


Índice:

I. INTRODUCCIÓN, ¿QUÉ ENTENDEMOS POR REPUBLICANISMO?........................................3
II. PRIMEROS PASOS: EL REPUBLICANISMO EN LA ESPAÑA DEL OCHOCIENTOS……………………………………………….......................................…………….4
III. ANTECENDENTES AL ESCENARIO REPUBLICANO DE FACTO: EL SEXENIO REVOLUCIONARIO………………………………………..........................................................….12
IV. FIN DE LA REGENERACIÓN, GOLPE DE ESTADO DE RIMO DE RIVERA……………………………………………………………........................................………17
V. BIBLIOGRAFÍA…………………………………………......................................………………24


1. Introducción ¿qué entendemos por Republicanismo?

En esta práctica desarrollaremos el recorrido histórico del Republicanismo en territorio español; origen y discurrir, haciendo especial énfasis en la convivencia de esta corriente política con el régimen primorriverista, así como los ademanes que en este arduo recorrido asumieron sus integrantes.
En una primera contextualización deberemos señalar dos estadios temporales; el primero, el clásico, el pensamiento republicano nace con Platón, encontrando en la figura moderna de Maquiavelo una reflexión, más cercana e influyente al contexto que tratamos, aunque también más acorde a su mundo político, la amenazada República florentina renacentista. El pensador italiano observó elementos incuestionables de la conciencia republicana, que pese a las modificaciones naturales por el devenir del tiempo, éstas aún perviven en el corpus republicano. Estos elementos se engloban en principios liberalizadores y en especial, en el término virtù, que adquiere reminiscencias clásicas propias de la corriente humanística. Ya que la República es un régimen que permite la realización del vivere civile, donde el ciudadano posee la libertad de participar en el ejercicio de la política.
El Republicanismo Moderno –segundo estadio-, goza de mayor pluralidad y proyección que el legado; es una corriente diversa a razón de los perfiles sociológicos que la sustentan y alimentan, así como una cultura, política y filosófica enraizada al movimiento protestante y, un movimiento social que alcanza tintes aglutinantes en nuestro contexto. Ante el escenario común en el que se está convirtiendo el mundo globalizado, la filosofía política republicana se ha visto retomada desde el último cuarto del siglo XX5. Esta reaparición se explica por la necesidad de plantar cara a la hegemonía cultural del neoliberalismo y el neoconservadurismo. Lo republicano nace en medida que se hace evidente la injusticia, mientras que el Republicanismo lo hace a tenor de que el material simbólico, y legitimador, de los regímenes que preceden la implantación del modelo, comienzan a erosionarse.
El republicano pues, apuesta por las libertades, por la igualdad del sistema y sus gentes, para el desarrollo de una sociedad adulta, sin árbitros hereditarios, ya sean despóticos o simplemente innecesarios.
Desde el principio del siglo XVIII hallamos un renacimiento de vocablos en la línea de la corriente humanística y la mirada antropocéntrica; “República”, tanto en Francia como ya aceptado por algún erudito español, comienza a perfilarse como el buen hacer del gobernante y el gobierno, algo que en primera instancia no interfiere con la monarquía.
El ideario republicano que nosotros evocamos nace en la Revolución francesa, sobre todo tras la implantación del primer régimen republicano en Francia en 1793 y el conflicto franco-español. Esta abrupta oposición al absolutismo, que acabaría desembocando ante su negativa de debate hacia el antimonarquismo, fue el primer acto de rebeldía hacia las anquilosadas estructuras del Antiguo Régimen en suelo continental, convirtiéndose por ello París en el enclave revolucionario por antonomasia, demonizado por gobernantes, y modelo donde ilustrados y curiosos observaron el retorno de la soberanía a la nación.

2. Primeros pasos; el Republicanismo en la España del Ochocientos

Pese a los controles instaurados, primero por Floridablanca y luego por Godoy, las ideas revolucionarias penetraron por los Pirineos en forma de gentes, libros y otros objetos, informando así de los sucesos al otro lado de la cadena montañosa. Se crearon dos focos eruditos en suelo peninsular, el catalán y el madrileño, aunque en general, las ideas progresistas encontraron grandes puntos de difusión en las tertulias económicas y en los cafés finiseculares. Ya en septiembre de 1830, la francesa “Société des amis du peuble” aseveraba que España y Portugal formaban parte de los países que se habían visto transformados por el estallido de la Revolución, y no erraban; la Revolución francesa, así como la “Guerra Peninsular” –o de las independencias de Portugal y España- alteraron la conciencia de sus pobladores, quienes, por primera vez sin tutela, actuaron acordes a su sentido de supervivencia, donde el juntismo se posicionaba como sustituto del poder –siendo una república de facto-, supliendo el vacío que instituciones y monarquías habían dejado sin dudar. Las Juntas Revolucionarias fueron la primera ejemplificación de asociacionismo político español y el antecedente que muchos han querido refutar del federalismo; articulaciones menores que se volvieron constantes, públicas o clandestinas, en los cambios sociales del siglo XIX.
Gracias a los lazos que el Republicanismo tuvo, y sus descendientes muestran tener, con el juntismo y el progresismo, éste llegó a apreciar y aprovechar las pequeñas estructuras –localismos- para elaborar redes de influencia de mayor tamaño, tejiendo así una red con finalidad estatal.
El Republicanismo en España es bicéfalo; señor y respetable, plebeyo y callejero. Su proyección tardía de cara a la sociedad se explica con la manutención de la esperanza en sus miembros aún liberales de que el monarca pudiera ser el líder que tanto buscaban en un simulacro de Monarquía Parlamentaria. Asimismo, y tras la restauración del absolutismo, lo republicano se convierte en sinónimo de caos, impiedad y anarquía, lo exógeno que hay que combatir, en una analogía de la ya aludida invasión. Todo ello de mano del Manifiesto de los Persas que trae consigo de nuevo el absolutismo más recalcitrante, significando el retroceso de los postulados de 1812.
Finalmente, ante la censura y la caza de liberales exaltados o filio-republicanos, estos se declararon opositores de la tríada de poder del Antiguo Régimen: Iglesia, Monarquía y Estado Absoluto. Esta conjugación de poderes en busca del subyugamiento social de sus opositores y partidarios, supuso el rechazo de los republicanos a la hegemonía católica y las primeras bases del movimiento anticlerical de corte republicano.
Gracias a la comunicación con otros focos progresistas europeos, los tradicionales miembros del liberalismo hispánico, asentados en el ejército y en los juristas, dejaron paso al creciente protagonismo popular, por el que los profesionales liberales del medio urbano tomaron el relevo.
Entre la Restauración en manos de Fernando VII y 1820 se sucedieron gran número de intentos de atentar a su vida, condenados desde un principio al fracaso. Uno de los más curiosos fue la supuesta “Conspiración del Triángulo” de 1816, un intento de asesinar al monarca con el fin de establecer una República.
El Manifiesto de los Persas abrió paso al Trienio Liberal y a la década Ominosa (’23-’33), donde percibimos unas desaceleración del movimiento propiciada por las persecuciones político-religiosas hacia los liberales, configurándose en consecuencia, la primera mártir, o heroína, del panteón republicano español; Mariana Pineda20. Pese a la desaceleración, Rolandi menciona una conspiración republicana en Málaga en 1821, liderada por Luis Francisco Mendialdúa Barco21.
Desde fines de la década de los años treinta, el Republicanismo definió sus contornos; hecho que propicia en gran medida por el repudio de la Constitución del ’37 por los moderados, así como la vuelta a un sufragio más censitivo, el abandono del unicameralismo en favor del bicameralismo, donde el monarca poseería el poder de disolver las Cámaras y la aprobación de la ley de Ayuntamientos. Cabe destacar que la constitución de 1837 se concibe ya como una traición a los principios de 1812, la constitución que en palabras de Juan Valera, “era tan democrática que parecía republicana”.
La corriente, ante el ataque a sus bases presentes, buscó legitimarse, quiso poder mirar hacia el pasado y volver al presente con gloria. Y por ello, los patriarcas del Republicanismo poblaron la tendencia de todo tipo de obras, donde primaba la perspectiva ideológica –incluso sobre el oficio histórico-. Esto, por tanto, se sitúa como la reconstrucción del árbol genealógico republicano, quien posee innumerables ramificaciones e interpretaciones. Véase como para Enrique Rodríguez Solís el nacimiento del republicanismo español se confundía con el inicio de la nación.
Su labor, aún fuera de metodología, cargada de juicios de valor y de vaga vocación profesional, no puede ser tachada en ningún momento de anecdótica, con ella los republicanos crearon un corpus discursivo, entre legendario y científico, que alimentó el intelecto y la sensibilidad de no pocos españoles.
Asimismo, fue en esta década de los ’30 cuando aparecen un gran número de periódicos y volantes que personifican el primer republicanismo; periódicos como “la Revolución”, “el Huracán”, “el Popular” o “el Demócrata” tuvieron gran relevancia, consiguiendo su emisión aprovechando resquicios legales que no siempre garantizaban su continuidad por los altos niveles de censura. Una década más tarde no había propuestas políticas republicanas sin alguna tirada que lo secundase, dejando entrever la importancia de esta reciprocidad; el Republicanismo deja de ser una corriente de individuos para encaminarse en una de masas.
La cultura política republicana del ochocientos, ante una sociedad iletrada y desconocedora de la soberanía y fuerza que en ellos residía, generó todo un idioma simbólico a través de imágenes y mitos políticos que invocaban modelos de conducta. Asimismo, recurrieron a la Historia de España como fuente de agravios y de deslegitimización de la institución monárquica, y es que la difusión del conocimiento histórico representó un papel de primer orden como revulsivo y refuerzo ideológico.
Los republicanos vieron en la Historia un profesor de vida, un principio rector que les legitimaba y daba sentido. Sus investigaciones, y de ahí el gran número de eruditos en su causa, están en la línea que creían que el revisionismo de la Historia incitaría a la acción, al movimiento. La mitología republicana hace converger el primer positivismo con el romanticismo historicista. Se dotaron de referentes, haciéndose herederos de una dilatada trayectoria combativa por la libertad y justicia.
Pese a ello, el Republicanismo era consciente que el reformismo que propugnaban, ante el desconocimiento político de la población, era su mayor escollo, ya entonces Eugenio de Aviraneta declaraba que los españoles no estaban preparados para tal sistema pese a ser “el más barato y perfecto que se conoce desde el origen de las sociedades”.
Fue en la década de 1840 pues, cuando el liberalismo exaltado inicial pasa a dar forma al germen republicano, haciéndose tangible su consolidación con la formación en 1849 del Partido Democrático Español; esta tardanza la podemos explicar en un contexto muy concreto. La decepción fernandina dejó tras su muerte en 1833 una oportunidad. Hermano e hija lucharon por sus derechos sucesorios, llevando al Estado a una guerra fratricida. Los antiguos fernandistas cambiaron de bando, pese a que su Rey, el esperado y ahora añorado, derogara la ley Sálica para que el trono decayera en su descendencia, fuera del género que fuese. Ello dejó a la heredera y su regente sin aliados en el escenario político. En consecuencia, y como método de congraciarse con la facción liberal, el bando isabelino decretó una amnistía de liberales y desterrados, lo que supuso que la monarca consiguiera atraerlos a su órbita ganando unos aliados y un ejército, necesario para las sucesivas contiendas que estaban por acontecer.
En este contexto donde lo progresista y lo republicano está cada vez más presente en la sociedad, los medios contrarios a esta tendencia se valieron de falsas acusaciones de ser jacobinos o afrancesados para desatar el terror, puntualizando que el fin de estas asociaciones era desatar la temida Revolución en España.
El cambio de tornas en los gobiernos isabelinos, que una vez estabilizados abandonaron a liberales y progresistas, supuso la puesta en escena de nuevas acciones claves para la enarbolación de mitos políticos sobre la monarquía, ejemplificando la degeneración moral de ésta, acrecentando así el sentimiento antimonárquico nacional. El mito de mayor calado social fue el del “trono contra el pueblo”, que se situaría dentro de la argumentativa republicana.
Con el mito del “trono contra el pueblo” los republicanos buscaron alimentar los sentimientos antimonárquicos ya presentes en la sociedad por las deficientes actuaciones de la soberana, además de por su dudosa moral. Presentando así a la República como el principio del buen gobierno popular; pueblo que conseguiría tomar el protagonismo del cambio que llevaba a equipararnos al contexto europeo. El sentimiento de inferioridad al que había estado sumida la nación por su aislamiento sería otro recurso recurrente como agente movilizador.
La tendencia natural de la Corona al absolutismo, pretendiendo éste ser controlado por las instituciones, era más deleznable que su agente hereditario. Asimismo la profusa circulación de la vida extramarital de la Reina hizo pensar, acrecentado por los prejuicios del período, que la Monarca, como actor concreto, estaba más ocupada en sus aventuras que en su pueblo, quien ante esta desazón se estaba convirtiendo en el actor protagonista en los cambios que estaban aún por llegar.
“Se dice que Fernando VII fue un ingrato y que Isabel II fue una mujer insensata –escribía Pi y Margall-, será cierto; pero tened en cuenta que […] obedecían inconscientemente a la ley de la monarquía, a la ley de esa institución que no puede menos de recordar siempre el absolutismo de su origen”.
Y ello nos deja ver cómo el contexto determinó el camino del Republicanismo español; ya Kant o Rousseau decían que a priori el gobierno monárquico no era contrario a los principios republicanos, siendo el antónimo del concepto formal de República el despotismo o dominio según los intereses de algunos individuos o de una determinada clase social -oligarquía-. Pero ante este formulismo que sirvió de antecedente, en España se erigieron modelos como el caciquista, retrocesos como los sufragios cada vez más restrictivos. Ya dijo Castelar en el siglo XIX que la revolución liberal española era contra la Monarquía, la Aristocracia, la Iglesia oficial y la centralización, que les impedían la libertad y la democracia a los ciudadanos. Los historiadores republicanos volcaron en la monarquía la negación al progreso, el principio rector desde la Edad Moderna hacia la corrupción y el mal gobierno, identificándoles con la ignorancia, la teocracia y el pauperismo, todo lo contrario a lo que ellos decían ser.
Ante todo, las tendencias republicanas se caracterizaron por su defensa del Estado laico, y por ende, su anticlericalismo ante la oposición dogmática de la Iglesia. Pero no podemos olvidar que ante su lucha contra la parasitaria monarquía, el republicanismo olvidó parte de la praxis que la había definido; caracterizándose en España por su lucha contra una jefatura de estado hereditaria.
La escena política, desde los puritanos con O’Donnell a la cabeza, hasta los más progresistas con personalidades como San Miguel, se vieron influenciados por el constante debate sobre la nación. Todos ellos, en menor o mayor medida, sostuvieron jergas y modos constitucionales, relegando así a la Monarquía a un mero representante, modelo de estabilidad, moralidad y buen hacer. Pero el problema residía en que Isabel II no cumplía ninguno de los papeles que se le podían asignar. Pese a que las primeras denuncias y críticas de corrupción se centraran en la camarilla regia, en la Reina Madre, y el amanerado rey consorte, el artículo de Castelar –“el Rasgo”- marcó un precedente, igualando a la reina con su círculo. Cristino Martos ya escribió:
“Isabel tenía en el trono alguna significación, era la de representante viva de la libertad, por cuyos fueros, encarnados en ella, se había lidiado siete años contra los ejércitos de D. Carlos: no había sido ciertamente la idea de la legitimidad la que había llevado al combate a millares de ciudadanos, […]. No se había combatido por Isabel, sino en cuanto era personificación de la libertad. Por esto el pueblo, que no concebía sino a Isabel liberal, se irritaba contra Isabel absoluta”.
El nacimiento del príncipe Alfonso en 1857 apaciguó los ánimos del país, aunque por otro lado fue clarificante, ya que fue constatable que el mensaje antimonárquico había calado en la sociedad; sólo un periódico “el Parlamento” aludió en las felicitaciones a la pareja al completo –“nuestros augustos monarcas”-.
En lo que duró el gobierno de O’Donnell, la imagen de la monarca se vio reforzada gracias a su campaña que incluía viajes por las provincias y la Guerra de África, pero a su marcha en 1863 acabaría esta coyuntura, dando comienzo a un intervalo entre 1865-1866 donde la represión de Narváez y González Bravo, visible en la “noche San Daniel” y en los fusilamientos del Cuartel de San Gil, así como en desafortunados actos como el accidente de Daimiel, labraron el escenario perfecto para el derroque real.
El 26 de marzo de 1868, ante el estupor del gobierno de Narváez, salieron a la calle republicanos y progresistas clamando vivas a la República. Acto que gracias a la red de periódicos se transmitió dentro y fuera de nuestras fronteras. La salida a escena republicana sirve como excusa autoritaria a Narváez, quien prolongará su sistema represivo hasta finales de año.
La clandestinidad que trae consigo la censura de los gobiernos moderados hará que a fines de la década de los ’40, los ’50 y los ’60 se fortalecieran los vínculos de los perseguidos, y los que tenían la mala fortuna de ser encarcelados cultivaban su pensamiento, haciendo posible que estos se creyeran legítimos defensores y herederos de épocas pasadas “en que –como diría Castelar- los defensores de la libertad de pensamiento escribían los derechos del alma en el fondo de las cárceles, y los predicaban desde el centro de las hogueras”.
El Republicanismo sabe que sólo existe en la medida en que se transmite; del destierro se vuelve, del olvido no se sabe a ciencia cierta, hecho del que se dieron cuenta desde sus primeros exilios. Los republicanos de los años 1930 se nutrirían con el historicismo liberal de los republicanos del Ochocientos que ya habían enarbolado cientos de páginas al pasado.
De la unión de progresistas y demócratas ante este escenario surge el pacto de Ostende, que propugnaba el sufragio universal masculino, la declaración de unas Cortes Constituyentes y el fin de la monarquía. La Dinastía francesa fue jaleada por el gentío –“los Borbones jamás, jamás, jamás- a abandonar el país, algo bastante sencillo ya que Isabel II se encontraba veraneando en la playa de la Concha, en San Sebastián, a pocos kilómetros se encontraba su exilio de donde la Reina no regresaría; mientras, entre 1869 y 1873, los Borbones se convirtieron en personajes de los periódicos satíricos y objeto de la burla popular.

3. Antecedentes al escenario Republicano de facto; el Sexenio Revolucionario

Entre 1925 y 1928, Conrad Roure publicaba en el diario “el Diluvio” una revisión histórica del republicanismo español bajo el Sexenio y la Restauración, el balance no podía ser más demoledor: ausencia de plan político dificultaba al acceso y mantenimiento del poder, pero como dijo el mismo autor “afortunadamente los ideales republicanos se hallaban arraigados en el alma del pueblo español”. Y es que los ideales republicanos se han visto durante décadas como el referente igualitario y democrático entre determinados sectores del país.
La Revolución septembrina o Gloriosa, a semejanza de la inglesa, había comenzado; los grupos más progresistas de la nación se unieron bajo el ala del general Juan Prim y los destacados generales Serrano y Topete al grito de “¡viva España con honra!”.
Las Juntas Revolucionaras resurgen, enmarcadas en los derechos y libertades del individuo, nombraron a un gobierno provisional hasta que fuese convocada unas nuevas Cortes Constituyentes.
En España, el primer partido que adopta la etiqueta republicana es el Republicano Democrático Federal, que aparece en tiempos de la Revolución septembrina.
La revolución se implantaría a finales del ochocientos como agente modificador. Partiendo de Hobsbawm deberemos entenderla como un cambio abrupto en el recorrido político de una nación. Adolfo Joaritzi sostuvo que la revolución era la impugnación del poder político que tenía lugar cuando éste no respondía a las necesidades de la sociedad, cuando el pueblo no se identificaba con sus gobernantes y, cuando no se daban los cauces constitucionales de sustitución de los administradores del poder -rasgos que caracterizan a los movimientos populistas-. El rupturismo que trae consigo lo revolucionario supone la necesidad del restablecimiento con gran rapidez del marco democrático, trae consigo la necesidad de brevedad.
Castelar, tras un período donde se podía asociar a esta corriente, intentó apartar al Partido Republicano del exclusivismo y del revolucionarismo, transformar lo que percibió como una utopía en algo tangible, asentando la libertad y la democracia.
Los republicanos formaron parte de la alianza que destronó a la monarquía en la Revolución septembrina, sin embargo, ésta se disolvería, siendo los republicanos reprimidos tras el levantamiento en 1869 hacia el nuevo régimen monárquico, que se asentaba a la cabeza de Amadeo de Saboya. El vacío de poder que crearía este monarca a su marcha del país fue suplido por las Cortes desprovistas de un mandato constituyente, lo que propició la lucha contra la ilegitimidad de la Primera República en sus principios.
La Primera República recibió una herencia que marcaría su progreso, estos fueron los conflictos carlistas y coloniales, así como el estallido de la insurrección cantonal. Pero ante todo, la Primera República es un movimiento de su tiempo, que surge tras la experiencia vecina de la Comuna de París, influida por el movimiento obrero y el derecho al trabajo.
Mientras los rasgos de su implantación siguieron estando patentes en su transcurso, uno de los mayores problemas del Republicanismo de los siglos XIX y XX fue la disgregación en pequeños partidos. El Republicanismo de entonces fue una filosofía política incapaz de aunar a los españoles; incluso incapaz de elaborar un verdadero plan de gobierno. El fracaso de la Primera República en 1874 supone un punto y aparte en la cultura del Republicanismo español; los principios elementales que a priori en las familias republicanas se habían saldado como insuperables habían estallado, siendo catapultados por los golpes de Pavía y Martínez Campos.
Para diciembre de 1874, la República había perdido parte de su apoyo de las masas populares por no cumplir y no concretar lo anunciado. Con la Restauración borbónica mediante el golpe militar y la represión que ella trajo, el Republicanismo se sumiría en la clandestinidad, al igual que cualquier ápice sobre el movimiento obrero internacionalista. En el asunto colonial, Pi y Margall se alza como la voz de los sin voz, no obstante su opinión fue aislada.
La Restauración monárquica devolvió al país a un sistema católico, en favor de una estabilidad política. Consecuencia de ello sería el sacrificio de las libertades políticas con el fin de erradicar las revoluciones democráticas que estas pudieran desencadenar el "caos" del período anterior.
Durante la Restauración, el Republicanismo español fue expulsado y desterrado del poder con todo tipo de medios de represión. A raíz de la marginación que se vieron constreñidos los republicanos desde 1874, y partiendo de su Historia, fueron y serán percibidos como un movimiento de oposición, no un sistema aceptado por la mayor parte de los sectores sociales.
La Restauración borbónica está marcada por un sistema clientelar y caciquil desarrollado bajo el marco constitucional de 1876, incumpliendo los preceptos básicos de libertad, negando la ley del progreso y la soberanía del pueblo, alterando la voz de éste mediante fraude electoral –pucherazo-. Por tanto, el Republicanismo institucionalista en este contexto se erige como una reafirmación de los derechos censurados bajo yugo monárquico.
El sistema se basada en el acuerdo tácito entre ambas ideologías y mandatarios, recordándonos de ese modo a los gobiernos de Isabel II; las legislaturas, ganadas siempre por mayoría absoluta fueron arbitradas por el monarca, quien tenía el poder de intervenir si la situación se tornaba insostenible. Todo ello tenía como objetivo poner fin a las revoluciones democráticas que se daban en Europa y habían comenzado a darse en el país.
El 30 de junio de 1876 se aprobó la primera constitución bipartidista española; bicameral, con el Senado designado por el Rey y el Congreso elegido por Sufragio directo; de esta constitución podemos destacar su influencia del liberalismo doctrinario, ideal fundado durante el gobierno de Juan Álvarez Mendizábal El apoyo a las instituciones tradicionales como la Monarquía y la Iglesia era incuestionable. El sufragio se restringió, aunque andando en el tiempo evolucionaría alcanzando las cotas republicanas en 1890, donde se volvió universal masculino; se garantizaron los derechos del ciudadano y de prensa, aunque en comparación con el Sexenio se encontraban gravemente restringidos. España se declara un estado católico, aunque señala la libertad y el respeto hacia el resto de religiones.
La Constitución de este régimen fue posible gracias a las élites sociales y al fenómeno caciquista, que se centró en Andalucía, Castilla y Galicia.
Los republicanos no supieron oponerse a la Restauración como un frente unido, viéndose plagados de discrepancias doctrinales, estratégicas e, incluso, personales. Asimismo, los levantamientos se vieron aplacados y perseguidos mientras que la integración de algunos de sus miembros al sistema canovista, como Castelar, sólo empeoró la visión pública de la República entre la ciudadanía.
La relevancia de lo republicano durante la Restauración borbónica reside en la formación cultural y social de lo político que llevó a cabo mediante sus medios de prensa, un contrapeso al poder religioso que supuso una evolución en las mentalidades de los españoles.
Pese a que el Desastre de ’98 fue una oportunidad para derribar el edificio de la Restauración, la disgregación republicana imposibilitaba esta encomienda en el ámbito nacional, aunque no en el regional; blasquistas y lerrouxistas consiguieron desbancar al caciquismo en sus áreas de influencia.
Las relativas libertades instauradas en el gobierno de Sagasta de 1885-1890 permitieron la difusión del discurso republicano, que identificaba al clero como uno de los principales responsables de la crisis nacional y pérdida del legado colonial. Hecho que se agravaría por la amplia presencia social de lo eclesiástico, que hacía que los agravios pasaran cuasi mitológicamente de generación en generación asentando el anticlericalismo social.
Para superar los problemas que les aquejaban hasta el momento, en 1903 nace Unión Republicana donde ingresaron los mayores contingentes republicanos. Pero tan sólo dos años después comienzan las fisuras, llegando su fin en 1908. Un segundo intento llegó de la mano de la conjunción socialista-republicana de 1909 a la que le depararía el mismo trágico destino. De él, si se puede sacar algo favorable, nacieron los partidos de Lerroux –Partido Radical- y de Álvarez –Partido Reformista-.
Con los mayores problemas del Sexenio pacificados –cubanos y carlistas- España conoció la paz y el desarrollo que propició la estabilidad, de la mano de los gobiernos turnistas y bipartidistas de Cánovas y Sagasta, quienes pese a tener las herramientas para realizar un verdadero cambio político no lo hicieron.
En la Restauración Borbónica, desarrollada entre 1876 y 1898 se sucedieron un total de diez legislaturas, seis moderadas y cuatro progresistas. Tras la muerte del monarca ambas ideologías se unen y firman los Pactos del Pardo, como método de apoyo a la regente en cinta. El final político de la Restauración fue evidenciado por la sustitución de Sagasta por el Conde de Romanones y la muerte de Cánovas, cerrando así un ciclo de la historia nacional. El concepto de Democracia queda invalidado en este período. En este contexto de crisis patológica de la nación surge el período conocido como Regeneracionismo, enmarcado entre 1898 y 1923.
Ni con la crisis de 1917 los republicanos presentaban una alternativa factible al sistema de la Restauración, algo que se puso de relevancia con el triunfo del pronunciamiento primorriverista en 1923.

4. Fin de la regeneración, Golpe de Estado de Primo de Rivera

La dictadura de Primo de Rivera fue un período de reagrupación y acumulación de fuerzas para los republicanos, de articulación en la clandestinidad.
Con el acceso al poder del General en 1923, las organizaciones republicanas hasta entonces existentes desaparecieron casi de su totalidad de la vida pública; los ya conocidos líderes republicanos mostraron cierto abstencionismo con el régimen en sus principios, creyendo que colapsaría rápidamente. Sólo cuando se percataron de que ello no iba a resultar tan rápido evolucionaron hacia posturas más hostiles.
La Dictadura supuso la ruptura política, aunque ello no impidió que de nuevo sentimientos republicanos afloraran ante su mal gobierno70. El nuevo Republicanismo estaba ligado a los cambios sociales y económicos que la Dictadura había provocado; el partido Acción Republicana, creado en 1925, sería la ejemplificación de ello.
La Gran Guerra fue el punto de inflexión en el recorrido de las corrientes políticas de principios de siglo; en ella se creyó ver la decadencia de las democracias, que no pudieron evitarla y, el surgimiento de alternativas tras la Revolución bolchevique, que alteraron los ánimos más reaccionarios empujándolos a las histeria y el desarrollo de tramas que propugnaban el anquilosamiento social.
El obrerismo propugnado por unos, quiso ser amaestrado por los otros, integrándolo en el proyecto nacional y bajo la figura y concepto de la patria, que negaba cualquier tipo de individualismo y derecho adquirido en tiempos de las revoluciones liberales y democráticas, pero aseguraba, ante el descrédito y la compunción popular, estabilidad.
El Republicanismo español vio en la Gran Guerra y en la Crisis del ’17 una lucha de antagonismos, democracia y autocracia, decantándose sin duda alguna hacia el bando aliado y posicionamientos proletariados72. Fue la huelga general de 1917 donde comenzó la coyuntura que se posicionaría en 1923; el ejército tras su represión cobró un protagonismo que se vio herido tras el desastre de Annual.
La paz de París muestra el principio de la carrera antimonárquica; se dieron diversas rectas regeneracionistas para evitarlo, pero ante la caída de los líderes turnistas, la fragmentación de ambos partidos en familias aceleró el descrédito por lo político y su carácter resolutivo. Sus nuevos líderes, Sánchez Guerra y García Prieto se consolidaron en la primera década de la centuria, pero los desastres coloniales, y de Annual en 1921 anularon sus obras. De igual modo, sus actos tendrían repercusiones tangibles en el afianciamiento de otros grupos de oposición, véase la eclosión de los partidos nacionalistas.
La descomposición del sistema vigente se plasmó en la prensa de ambos postulados, quienes coincidían en la necesidad de cambio, aunque no en la de renovación; el caciquismo que había sustentado el sistema electoral de la Restauración no proliferó y extendió sus lazos por los sectores industriales que emergían en territorio nacional, reduciéndose su influencia a ciertos territorios rurales donde su hegemonía no se cuestionaba.
Ante este escenario de descomposición política, descrédito militar, increencia popular en la política, hallamos figuras que permanecen estables en el embravecido contexto, una de ellas fue Miguel Primo de Rivera, segundo marqués de Estrella, cuya trayectoria militar en Cuba, Filipinas y Marruecos le valió para hacerse con la Capitanía General de Barcelona, desde donde influido por los sectores del Conservadurismo clásico, con especial énfasis en el Maurismo, establecería un régimen autoritario de corte autoritario entre el 13 de septiembre de 1923 y el 30 de enero de 1930, pese a que en un principio se observaba como una intervención excepcional y reducida. Su posición de mando supuso que su movimiento estuviera respaldado por las llamadas fuerzas vivas, véase la derecha catalanista y gran parte de la patronal.
El objetivo del Pronunciamiento y posterior Golpe de Estado contra el gobierno de Concentración Liberal no era otro que garantizar el orden social establecido en el sistema canovista, donde la clase dirigente u oligárquica pretendía continuar con el esquema inicial configurado tras la dilapidación de la Primera República. Esta clase dirigente poseyó una gran diversidad sociológica, aunque convergería en un consenso: la manutención del sistema monárquico-parlamentario en la medida que sus políticas socio-económicas beneficiaran al interés de la oligarquía.
No se sabe si el rey colaboró con el levantamiento, pese a las sospechas apuntan a que sí; finalmente lo acepto, volviéndose tangible tras el apoyo real el 15 de septiembre donde, por Decreto Real, Primo de Rivera asume la presidencia del Directorio militar encargado de gobernar el Estado. El colaboracionismo del monarca, como Jefe de las Fuerzas Armadas, fue determinante para que las Capitanías generales dudosas de seguir a los golpistas, se decantaran. Y es que las inclinaciones del monarca hacia al absolutismo de tiempos pasados proyectó la sombra de su caída76. A diferencia de su antecesor, Alfonso, activo políticamente e incapaz de aceptar el debate político, empleaba su poder para disolver las Cortes a su antojo, propiciando que tras el alzamiento estas no se reabrieran hasta el fin de su reinado. El desconocimiento de Alfonso XIII por los problemas que aquejaban a su país era absoluto, creyéndose bien amado por su pueblo, sus actuaciones empujaron más que cualquier acto republicano hacia la remodelación del país.
El Directorio militar estuvo integrado por militares, quienes fueron predominantes hasta abril de 1924, cuando el dictador, tras su visita a la Italia fascista, fundó la Unión Patriótica, el partido oficial del régimen compuesto por personajes influidos por el Maurismo y el Catolicismo Político, además de poner en marcha un proyecto constitucional con el fin de institucionalizar la corriente del régimen para su consagración tras su término; finalmente no se llevó a cabo.
De gran significación fue una de las primeras decisiones del Directorio militar respecto al archivo que preparaba el general Picasso sobre las responsabilidades militares de Annual a instancias del Tribunal Supremo. Este informe pudo contener una acusación explícita al monarca que avivaría los ánimos de los aún denostados monárquicos a salvar a su rey.
Ya en 1923 las propuestas republicanas no estaban en alce; el alejamiento de sus principios localistas y municipalistas en su proceso de regeneración propició una extensa obra de postulados teóricos e intelectuales, pero un alejamiento considerable del pueblo. El Republicanismo, pese a su renovación en contraposición a los sectores conservadores, siguió siendo en los primeros años del régimen primorriverista una alegoría pasada, fruto del mundo liberal que ya no se reconocía.
El sistema primorriverista tuvo como objetivo aplazar la democratización a la que se encaminaba el país, así como las contingencias y desmanes que este hubiera hallado en su implantación, a causa de los pronunciamientos militares; a favor de un gobierno estacional, finito, donde las contradicciones evidentes les granjearon la enemistad de unos y otros.
Ya se vería como en los años treinta la extrema derecha acusaba al régimen de Primo de Rivera de haber realizado un ensayo incompleto al no haberse encaminado hacia formas autoritarias –con las miras puestas en el Fascismo-. Hecho que precipitó la crisis del sistema oligárquico, dejando la puerta abierta a la democracia republicana80. Sus primeras acciones se realizaron tras la declaración de Estado de Guerra, por el cual se suspendían todas las garantías constitucionales implantándose la ley marcial.
El Régimen se impuso ante la indiferencia de la que debió ser su oposición desde su nacimiento, a excepción de la CNT y el PCE, que, como resultado de su beligerancia, fueron ilegalizadas y perseguidos sus dirigentes estando enmarcados en la problemática del orden público. Ante defensores la conflictividad laboral se redujo, ya que nadie denunciaba los abusos, produciéndose un aumento de la producción paralelo a la prosperidad europea que antecedía el Crack de 1929. Los ya conocidos líderes republicanos mostraron cierto abstencionismo hacia el Régimen que juzgaron erróneamente, creyendo que colapsaría rápidamente. Solo cuando se dieron cuenta de los planes de institucionalización con el fin de la perduración de sus modos comenzaron a situarse en posiciones abiertamente hostiles81. Y ello fue un reflejo más de la situación popular; no fue hasta que la represión comenzó a afectar a la cotidianidad cuando la cultura popular comenzó a exigir cambios, líderes y transformaciones.
En mayo de 1924, en su “Apelación a la República”, Manuel Azaña apelaba a una democracia regenerada, no la de épocas pasadas, concebida casi con un halo mesiástico, sino como un sistema de organización política ante el caos naciente.
Pese a ello, Alfonso XIII, subestimó durante todo su reinado el germen republicano, no enterado, creemos suponer, del calado que tenía sus postulados esgrimidos por los intelectuales ante la muerte anunciada del sistema primorriverista. Ello supuso que las elecciones municipales del 12 de abril constituyeran un rechazo hacia la persona del monarca.
La victoria franco-hispana del Rif de 1925 supuso la consolidación de la Dictadura, hecho que daría paso al Directorio Civil en diciembre del mismo año, a modo de simulacro constitucional pese a estar sus garantías aún suspendidas. Las dictaduras tienden a consolidarse cuando aportan soluciones a las problemáticas que aquejaban la sociedad en crisis donde surgen, en el caso de la dictadura primorriverista fue en el Directorio Civil cuando se llevó a cabo esta empresa de consolidación e  intento de institucionalización.
En esta fase las anteriores convergencias entre los distintos grupos oligárquicos y militares estallan, ya que estos buscaban un mayor protagonismo que el camino a la democratización les quitaba. Asimismo, pese a las actuaciones ante el movimiento obrero, el Dictador intentó atraerse a los postulados socialistas, partido y sindicato, para que le sirvieran como intermediarios, algo que desde el seno de las posturas más reaccionarias fue una barbarie.
Pese a la buena coyuntura que gozó el Régimen, y que se materializó en sus obras e infraestructuras públicas, así como en el repunte de la deuda pública y en actuaciones con el fin de mostrar la operatividad del Régimen, véase las exposiciones de Barcelona y Sevilla, “los felices años veinte” llegaron a su fin con el desplome de la bolsa neoyorquina lo que precipitó un problema que el Dictador creía finalizado con la ilegalización de las agrupaciones más beligerantes, el regreso de la conflictividad social.
Los postulados opositores, dentro y fuera del sistema dictatorial, lo abocarían al desastre. El 30 de enero de 1930 el monarca acepta la dimisión del dictador, encargando a Berenguer un proceso político de reinstauración democrática.
El gobierno de Berenguer supuso un nuevo retroceso que el pueblo español no estuvo dispuesto a aceptar; la dictadura sin su líder era un sistema carente de sentido, la “Dictablanda” no encontraría los apoyos que su antecesor había logrado. Los pronunciamientos republicanos de Alcalá Zamora, Maura y Sánchez Guerra sólo vinieron a adelantar lo que ya se sabía, el régimen estaba corrompido. Como punto y final, Shlomo Ben Ami escribió que “mucha gente manifestaba una creencia casi milagrosa en la República o en “algo nuevo”"; la justicia y el progreso eran incompatibles con un dictador y un rey perjuro y la sociedad comenzó a darse cuenta.


Ilustración 2, Abdicación Real. Disponible en http://www.abc.es/espana/rey-juan-carlos-i-abdica/20140603/abci-juan-carlos-alfonso-xiii-201406021742.html

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36. Historia Contemporánea. 1931: un año de cambios en España.

1931: UN AÑO DE CAMBIOS EN ESPAÑA
BULPES FERNÁNDEZ, CARMEN
ROJAS MATEOS, ALICIA
Trabajo autorizado por Dña.:
BARRANQUERO TEXEIRA, ENCARNACIÓN
UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

MORALES, Juan Antonio (1936), Los Nacionales, Ministerio de Propaganda de España, Madrid, http://pares.mcu.es/cartelesGC/servlets/visorServlet?cartel=198&page=4&from=catalogo.

Índice

I. PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA EN ESPAÑA ................................................................. 3
II. PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA EN MÁLAGA E INCIDENTES ................................. 3
III. LAS ELECCIONES MUNICIPALES ............................................................................................ 5
IV. LOS SUCESOS POST-ELECTORALES ...................................................................................... 6
V. CRECIENTE IMPORTANCIA DEL MOVIMIENTO ANTICLERICAL A FINES DE 1930 Y 1931 ....................................................................................................................................................... 6
VI. LA QUEMA DE LOS CONVENTOS EN MAYO DE 1931 ......................................................... 7
VII. LA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA .................................................................................... 14
VIII. LA REDACCIÓN DE LA CONSTITUCIÓN ........................................................................... 15
IX. LA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA DE 1931 ...................................................................... 16
Apéndice ............................................................................................................................................. 19
Bibliografía ......................................................................................................................................... 22


I. PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA EN ESPAÑA 
En la noche del martes 14 de abril de 1931, desde los balcones del Ministerio de la Gobernación era proclamada en Madrid la Segunda República española. Poco tiempo antes de dicho festejo, se iniciaba un recrudecimiento de la agitación política. Mientras esto ocurría, el monarca, Alfonso XIII, buscaba ganar tiempo para reorganizar políticamente las fuerzas leales a su persona.
Dos meses antes de que ocurriese esto, y una vez que fue descartado José Sánchez Guerra como presidente del gobierno, el 18 de febrero tuvo lugar la formación de un nuevo gobierno presidido por el almirante Juan Bautista Aznar. Este fue de un gabinete provisional, ya que tenía como objetivo la convocatoria de las esperadas elecciones municipales para el día 12 de abril siguiente. Ya ese mismo día 12 tuvieron lugar dichas elecciones municipales. Siendo los índices de participación elevados con cerca de un 67% de los electores convocados. El resultado final dio una importante victoria a las candidaturas republicano-socialistas, que lograron vencer en 41 de las 50 capitales de provincia españolas. Ya hacia las nueve de la noche del martes siguiente, el día 14 de abril, una vez completado el recuento definitivo de los votos emitidos, Alfonso XIII resignado ante la voz popular salía hacia Cartagena donde le esperaba el crucero Príncipe de Asturias para llevarle al exilio. La Segunda República se instauraba de forma pacífica.
II. PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA EN MÁLAGA E INCIDENTES
Mientras esto ocurría en Madrid, ese mismo día en Málaga, donde ganó la candidatura republicana, a las cinco de la tarde fue izada la bandera tricolor en el mástil existente en la Administración de Correos y Telégrafos. Siendo más tarde sobre las siete, cuando los líderes republicanos, se asomaron al balcón principal del Ayuntamiento –el cual estuvo abierto durante toda la noche para que entrase la gente-, donde Emilio Baeza Medina- alcalde de la ciudad- puso en conocimiento del gentío allí congregado la noticia de la proclamación de la Segunda República española. Tras esto el entusiasmo popular se desbordó y la Banda Municipal comenzó a interpretar la Marsellesa, que ello ocurriese tenía un gran significado, ya que en el viejo continente con la proclamación de la Revolución francesa, donde su himno más representativo fue esta Marsellesa, y sobre todo en 1792 con la proclamación de la Primera Revolución francesa, se impondrían las bases de la lucha contra la sociedad estamental existente hasta entonces, por ello fue tan representativo la adopción de símbolos, como en este caso la Marsellesa, para presidir este tipo de celebraciones. Tras este anuncio se organizó una manifestación multitudinaria que recorrió las calles más céntricas de la ciudad, al frente de la cual iba esta Banda Municipal interpretando la Marsellesa –anteriormente citada- y el Himno de Riego -como valedor y recordatorio de la lucha por las libertades nacionales-.
A colación de lo mentado, y viendo cierta continuidad en el pensamiento ciertamente reaccionario ante el motor de los avances sociales europeo, la anterior alcaldesa de Madrid, Ana Botella, requirió al poder judicial que no escuchara a las calles, ya que “es algo de la Revolución francesa”.
Volviendo a los hechos, conforme estos ocurrían en el Palacio Municipal, se iniciaron violentos incidentes en otros puntos de la ciudad. Como por ejemplo, el destrozo de la estatua de bronce erigida al marqués de Larios en la acera de la Marina, la cual fue sustituida por la Estatua de la alegoría del trabajo realizada por Mariano Benlliure. Los restos de la primera fueron arrastrados por las calles y posteriormente arrojados a las aguas del puerto, donde permanecerían hasta el año 1937, cuando como según recogen las Actas Capitulares del día 11 de junio el alcalde de la ciudad Enrique Gómez Rodríguez, en una moción pedía la restitución de la Estatua del marqués de Larios en su antigua ubicación. También las lápidas que daban nombre a la calle de Larios fueron arrancadas y sustituidas por otras con la inscripción: “Calle del 14 de Abril” y por unos retratos de Fermín Galán y Ángel García Hernández –los cuales encabezaron la sublevación de Jaca del año 1930-. Hay que apuntar que numerosas calles de la ciudad cambiaron su nomenclatura como la Calle de las Cortes de Cádiz que cambió por Plaza de Uncibay o la Calle de Torrijos que cambió por Calle de Carretería.
Más tarde sobre las once de la noche, un grupo de manifestantes, después de apedrear el edificio de La Unión Mercantil prendieron fuego al mismo. Aunque el mayor destrozo ocurriría días después en la madrugada del 11 al 12 de mayo, como veremos a continuación. Tal y como recogía El Cronista, “El mismo grupo fuera de sí, preso del vértigo de la destrucción se dirigió a los almacenes y oficinas de la Compañía de Locomoción General, sitas en el Muelle de Heredia, prendiéndoles también fuego”.
Pasados estos hechos, días después, ya el día 30 de abril por la noche, víspera de la fiesta del Trabajo, se produjo algunos incidentes frente al Palacio Episcopal. Sobre las once de la noche algunos grupos de personas fueron concentrándose en la plaza del Obispo, donde quitaron la lápida que daba nombre a la plaza, sustituyéndola por una nueva que decía: “Plaza del 1 de mayo”. La llegada de varios policías evitó que este incidente fuese a mayores. A la mañana siguiente numerosas sociedades obreras con sus respectivas banderas comenzaron a llegar a la plaza de Riego –Merced-, desde aquí partió una manifestación encabezada por el alcalde Baeza Medina. Cuando llego ésta a la Alameda, Baeza Medina descubrió una nueva lápida donde se le daba un nuevo nombre a la avenida, este era Alameda de Pablo Iglesias.

III. LAS ELECCIONES MUNICIPALES
En las elecciones municipales, en Málaga, la victoria fue arrolladora para la candidatura antidinástica, como ya hemos citado, esta fue vencedora en los diez distritos electorales. Siendo los distritos de base proletaria, los que votaron por lo menos cuatro veces más a los candidatos republicanos y socialistas que a los monárquicos. Fue precisamente por el distrito noveno –Carmen- por el que salió elegido el único concejal comunista de todas las capitales de provincia andaluzas, Andrés Rodríguez, quien posteriormente fue asesinado. Por lo tanto ha de decirse que el triunfo fue claramente para la conjunción republicano-socialista. Con lo que los partidos de izquierda y extrema izquierda empezaron crecer en votos o intención de votos, mientras que las derechas, que a su vez se encontraban fragmentadas comenzaron a decrecer.

IV. LOS SUCESOS POST-ELECTORALES
El desarrollo de la jornada de elecciones había transcurrido sin el menor incidente, pero poco después de las cinco de la tarde la gente acudió a la plaza del 14 de abril con el deseo de conocer los resultados electorales. Más tarde a las siete desde la Aduana salió una sección de la Guardia civil de caballería al mando del teniente Saval. Al pasar esta por la calle 14 de abril y llegar a la altura del Círculo Mercantil fueron recibidos con vítores y aplausos. Esto mismo ocurrió a su paso por el Café Universal, al mismo tiempo un espontáneo aplaudió en solitario a la Guardia Civil, tras lo que tuvo que refugiarse en este café debido a que la respuesta no fue muy buena por parte de los otras personas allí congregadas, produciéndose violentos enfrentamientos en el interior del recinto, quedando éste en gran parte destrozado. Tras realizarse numerosas detenciones la Guardia civil fue atacada ante numerosas muestras de descontento general. Ante esto la respuesta de la Guardia Civil fue disparar contra los exaltados, siendo Miguel Giménez González alcanzado mortalmente. Estos graves incidentes continuaron también en el mes de junio cuando se declaró la huelga general, aunque estos fueron de mayor gravedad.

V. CRECIENTE IMPORTANCIA DEL MOVIMIENTO ANTICLERICAL A FINES DE 1930 Y 1931
Otro elemento que incidió en estos tumultos fue el marcado anticlericalismo, el cual se convirtió para los grupos políticos representantes de las clases medias, en una actitud esencialmente demagógica que venía a ocultar unos vagos postulados sociales de difícil concreción y que, en última instancia, contribuía a desviar las ansias de revolución hacia unos objetivos menos peligrosos para estas clases medias. Este lo encauzaron desde antes de la República los partidos existentes, pero tiene un origen en las actuaciones anteriores de la institución eclesiástica, ligada a la monarquía, a la élite y a todo lo reaccionario que hacia sustentar un sistema como éste, como veremos a continuación, el punto de inflexión de este movimiento estuvo en la pastoral que el Cardenal Segura escribió identificando a la Iglesia con la Monarquía.
Esta acción violenta de masas anticlerical se manifestó en Málaga con gran virulencia. Uno de los primeros incidentes ocurrió en diciembre de 1930, cuando el Palacio Episcopal fue objeto de un intento de quema, hecho frustrado que, sin embargo, ocasionaría la suspensión del periódico Rebelión por la autoridad gubernativa. Este periódico Rebelión junto a Rebeldías eran los dos principales órganos anti-monárquicos y anti-clericales.
VI. LA QUEMA DE LOS CONVENTOS EN MAYO DE 1931
A las razones de tipo económico, político o ideológico que tradicionalmente venían inspirando al arraigado anticlericalismo español se sumaban ahora una serie de causas inmediatas que contribuyeron a caldear el ánimo popular en contra de “todo lo religioso”.
Como ya se ha indicado anteriormente de manera breve, fue el cardenal Pedro Segura quien publicó el 2 de mayo, en el “Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Toledo” una pastoral en la que se identificaba a la Iglesia con la monarquía. Dicha pastoral significó el inicio de las hostilidades con el Gobierno republicano, ya que en esos momentos era una auténtica provocación. La reacción del Gobierno y de la prensa republicana no se hizo esperar, y el ministro de Justicia, Fernando de los Ríos, respondió ante tales sucesos el 9 de mayo solicitando del Vaticano la designación de un nuevo primado y la salida de España del cardenal Segura. Mientras que esto pasaba en España, en Londres el marqués de Luca de Tena, se entrevistó el día 5 con Alfonso XIII. Formando a su vuelta junto a otros alfonsinos el Círculo Monárquico Independiente. La misión de este era la de reunir a los diputados monárquicos en las Cortes Constituyentes. Esto hizo caldear aún más los ánimos populares, provocando el día 10 en Madrid, una serie de incidentes y disturbios callejeros. Algunos de estos alfonsinos salieron a un balcón y luego a la calle cantando la Marcha Real y dando vivas al Rey, lo que provocó la réplica de un taxista republicano que fue agredido por estos monárquicos. En respuesta a esa agresión se asaltó la sede del Círculo Monárquico Independiente y también fueron quemados numerosos conventos e iglesias de la capital. Este suceso impidió a los alfonsinos construir una alternativa moderada de signo monárquico, pero a su vez, también sirvió para que los católicos identificasen el republicanismo con anticlericalismo. Por esta razón, los planes de Miguel Maura y Niceto Alcalá- Zamora de erigir una derecha republicana moderada se fueron al traste.
Un día después se registraba una gran agitación en las calles más céntricas de la capital madrileña. Registrándose entre estos tumultos la quema del Convento de los Jesuitas. La pasividad del Gobierno ante estos hechos ha sido señalada como uno de los factores que posiblemente contribuyesen más a la rápida propagación de estos. Mientras que la paternidad de estos incendios fue adjudicada en tres direcciones: las derechas las cuales buscaban un desprestigio del régimen, los anarquistas y la masonería por último. Por tanto no hace falta decir que estos ataques se produjeron tanto por los que estaban como por los que no a favor de la República. Sin embargo, pese a la quema de iglesias y conventos, la Iglesia española había declarado su obediencia al poder republicano. Decidiendo hacer todo lo posible por mantener una actitud conciliadora con la Segunda República. No obstante, eso no impidió que a partir del día 10 de mayo de 1931 empezasen las distintas quemas de iglesias y conventos, estas fueron favorecidas por los sujetos más reaccionarios y monárquicos con el fin de desprestigiar a la República. Esto sucedió tanto en la capital como en distintas ciudades de España, siendo Málaga la que sufrió mayores destrozos y la mayor pérdida artística. En Málaga fueron incendiados el Círculo de la Unión Mercantil, el Palacio Episcopal y varias iglesias. Donde dentro de los agitadores y maleantes hubo varios señoritos que facilitaron la gasolina.
En Málaga la excitación y la inquietud empezó a notarse desde primeras horas de la tarde del lunes 11. Una multitud deambulaba por las calles céntricas de la ciudad. Al poco tiempo se tuvo conocimiento de un pequeño incidente que tuvo lugar en la puerta del Convento del Servicio Doméstico, sito en el barrio de la Victoria. Tras lo cual el mismo grupo que había asaltado este convento se dirigió al Convento de la Asunción también en el barrio de la Victoria. Teniendo constancia el Gobernador interino de estos hechos se dirigió a este lugar acompañado de Cirilo del Río, Eduardo Frápolli, González Salas y Pedro Armasa Briales. Mientras tanto, el cónsul francés, al ser advertido de que se pretendía asaltar el Convento de Barcenillas en el mismo barrio de la Victoria, se dirigió a este acompañado del conocido republicano malagueño Pedro Gómez Chaix. Esto es algo a resaltar, ya que aunque, el gobierno estaba actuando contundentemente miembros del ejecutivo sí. Entretanto, Enrique Mapelli y sus acompañantes habían logrado llegar al Convento de la Sagrada Familia, situado al igual que los otros tres anteriores en el mismo barrio de la Victoria.
Más tarde, sobre las once y media de la noche la multitud que había acompañado al Gobernador Mapelli al edificio de la Aduana, se dirigió hacia la calle 14 de Abril. Allí, algunos manifestantes incitaron a sus compañeros a imitar los mismos actos que habían tenido lugar en Madrid horas antes. Hora y media más tarde el edificio de los Jesuitas ardía completamente, llegando media hora después a este el Gobernador militar de la provincia Juan Gómez Caminero, quien, al comprobar el descontento de la gente por la presencia de las fuerzas de orden, mandó que inmediatamente se retirara la Guardia Civil a su cuartel.
Mientras tanto pasadas las dos de la madrugada varias personas se dirigieron al Convento e iglesia de San Agustín, tras apedrear el edificio y forzar la puerta, se produjeron numerosos destrozos en el interior, siendo muebles, enseres, imágenes, etc., arrojados a una gran hoguera.
Anteriormente a estos hechos narrados se produjo el asalto al Palacio Episcopal30, ubicado en la plaza del Obispo. Sobre las doce y media de la noche fue cuando comenzó este asalto. Tras destrozar la puerta del garaje, el coche del obispo fue sacado siendo quemado en medio de la plaza. Pasados unos minutos de este hecho empezaron a ser arrojados desde el interior del Palacio objetos e imágenes que fueron quemados. Durante este incendio no actuó el servicio de bomberos. Ya que sobre esta misma hora, las dos de la madrugada, se encontraba en otro incendio31. El fuego consumió prácticamente todo el edificio siendo la destrucción casi completa.
Durante este asalto del Palacio Episcopal algunos de los que allí se encontraban gritaron a sus compañeros animándoles a dirigirse hacia La Unión Mercantil y Santo Domingo33. Este periódico de la Unión Mercantil era considerado como el primer periódico de información malagueña y el más importante de todos cuantos se publicaban en Málaga durante el primer tercio del siglo XX34. Pero a pesar de esto, durante la campaña electoral de abril de 1931 defendió las posturas de la Coalición Monárquica.
Por las calles Nueva y San Juan aparecieron dos grupos de personas afirmando que iban a quemar el edificio del periódico, tras conocer esto los trabajadores que se hallaban en el periódico lo abandonaron, tras lo cual comenzó la acción destructora. La policía que allí había sido enviado había desaparecido. A las tres de la madrugada este edificio ya ardía completamente.
Estos mismos incendiarios se dirigieron ahora hacia la iglesia de San Carlos y Santo Domingo37. Si con el asalto y destrucción del Palacio Episcopal había desaparecido el principal espacio del clero malagueño, al menos el más simbólico, con el de la iglesia de San Carlos y Santo Domingo se asaltaba e incendiaba el templo más emblemático y en el que se ubicaban canónicamente dos de las hermandades de más abolengo. Y al mismo tiempo se acababa con el principal símbolo iconográfico que se identificaba con las cofradías y, por ende, a la Semana Santa malagueña. Esto suponía una variable más del anticlericalismo.
Eran las tres y media de la madrugada cuando estas personas accedieron a las inmediaciones del templo dominico39. Una vez en el interior de la iglesia, los asaltantes destrozaron en su propio altar la imagen de la Virgen de Belén e incendiaron el coro y la sacristía. El periodista Escolar afirmó que un individuo, al aporrear con una barra el altar del Nazareno del Paso, dejó al descubierto la bóveda que existía bajo este y al localizar a las imágenes de la “Virgen de la Esperanza, el Nazareno del Paso, el Cristo de Mena y la Virgen de Belén”, fueron arrojadas a la hoguera que se había formado en el patio de la iglesia. Al amanecer, a las ocho de la mañana, la iglesia ya ardía completamente, fue cuando aparecieron soldados del regimiento de Málaga los cuales lograron desalojar el templo, pero, sin embargo, cuando los militares abandonaron el templo, volvió de nuevo la destrucción y desolación. Todas las tallas anteriormente citadas fueron quemadas, salvo, el busto de la Virgen de la Esperanza que fue salvado milagrosamente por un joven. Pero a pesar de esto una de las pérdidas más significativas fue la del Cristo de la Buena Mena, obra realizada por el escultor del barroco Pedro de Mena y Medrano.
Tampoco el convento de clausura de las Capuchinas, en este barrio del Perchel se libró de este tipo de actos. Tras el abandono precipitado de las monjas sobre las cinco y media de la madrugada, llegó un grupo de individuos que reventando las puertas entraron al interior y destrozaron e incendiaron el edificio. Tras esto los individuos violentaron las sepulturas que había allí, y que más tarde se irían repitiendo en otros puntos de la ciudad, tras ser rotas las losas protectoras de la cripta donde estaban sepultados los restos de los protectores del convento, los marqueses de las Navas. Sacaron el féretro de la marquesa en procesión para burlarse de él.
No solamente fueron asaltados edificios religiosos y redacciones de periódicos, sino que también fueron asaltados distintos almacenes situados a lo largo y ancho de la ciudad43. Un ejemplo fue el del almacén Creixell, asaltado esa misma madrugada. Este almacén pertenecía a la familia Creixell, familia, que a su vez, era propietaria de la Unión Mercantil.
Al alba, sobre las siete de la mañana, llegaba procedente de Madrid el Gobernador civil propietario Antonio Jaén Morente, quien puesto en conocimiento de lo ocurrido y de que Mapelli había resignado el mando en la autoridad militar, decidió hacerse cargo nuevamente del mando de la provincia. Al mismo tiempo, un grupo de exaltados procedía al saqueo de la iglesia de San Pedro, en el mismo barrio del Perchel, donde a ruego de los vecinos no incendiaron el templo ya que esto podía poner en peligro a sus viviendas. Tras esto marcharon a la Iglesia del Carmen, siendo una de sus imágenes, el Cristo de la Misericordia, paseada por todo el centro de la ciudad hasta llegar a la plaza de Riego donde fue arrojada a la hoguera que había frente a la iglesia de la Merced. Mientras en el asilo de San Manuel, cuando el saqueo alcanzaba su mayor intensidad llegó Jaén Morente, quien, con pistola en mano, entró en este obligando a todos los que había allí a que lo abandonasen. Pero al marcharse, las fuerzas del ejército que allí se quedaron no opusieron ninguna resistencia a que empezasen de nuevo los asaltos.
En el barrio de la Trinidad los destrozos afectaron a la iglesia de San Pablo, la ermita de la Zamarrilla, donde la imagen de la Virgen de la Amargura fue escondida por la sacristana una hora antes de que empezase el asalto. Ya en el mismo centro, sobre las diez de la mañana, la situación fue a peor cuando numerosas personas asaltaron y destruyeron la iglesia de la Merced. Este era uno de los templos más emblemáticos de Málaga. No solamente por su emplazamiento y su historia, sino porque en él tenían su sede algunas de las hermandades de más antigüedad en la capital: Jesús de la Sangre, Jesús de la Columna –Gitanos-, Jesús de Viñeros, Descendimiento.
En esta iglesia, tras implorar el párroco Antonio Gavilán, que no la destrozasen y que lo matase a él, empezó la desolación destrozándose la sacristía y profanando el sagrario. Siendo las dos imágenes que estaban en el altar de Jesús de la Sangre destrozadas, tras esto fue destrozada la imagen de la virgen de las Lágrimas. A las ocho de la mañana tras la llegada de varios agentes, que no fueron respetados, se disparó contra los asaltantes resultando varios heridos. Pero de nuevo los asaltantes al verse sin obstáculo asaltaron la iglesia. Mientras que en la hoguera frente a la plaza de la Merced fueron quemadas la mayoría de las imágenes. Los bomberos frente a esto realizaron un gran esfuerzo.
Este mismo día doce amaneció con la noticia de que se había declarado una huelga general, decidiendo los comercios no abrir sus puertas. También se retiraron los servicios de transporte, circulando solamente las autoridades y algunos médicos. Al mismo tiempo Jaén Morente convocó a todas las autoridades en su despacho, el cual se encontraba lleno de personalidades republicanas y socialistas. En esta reunión se acordó proceder contundentemente antes estos actos y también declarar el estado de guerra.
Sin embargo, pese a esto, los asaltos continuaron repitiéndose. Sufriendo la iglesia de San Juan idénticos ataques que las anteriores, más tarde entre las dos y las tres de la tarde fue asaltada e incendiada la iglesia de San Felipe y a esta misma hora ocurría el saqueo del convento de las Bernardas, la capilla de la calle del Agua, la iglesia de San Lázaro, el convento de las Adoratrices y la iglesia de los Santos Mártires.
Las tropas y fuerzas del orden, aunque no lograron impedir la continuación de los disturbios, realizaron múltiples detenciones y evitaron que algunos asaltos llegasen a mayores. Pero sin embargo, Jaén Morente a pesar de haber declarado el estado de guerra comprobó que los asaltos seguían repitiéndose, por lo que se dirigió hacia el Gobierno militar donde puso a Juan García Gómez-Caminero al corriente de todo lo ocurrido. Tras salir del edificio observó como a la altura de la iglesia del Sagrario un grupo de exaltados tenían la intención de destrozarla, pero este, pistola en mano junto a sus acompañantes desalojaron la iglesia de forma enérgica. Estos sucesos propiciaron a que se crease una oficina en el Gobierno Civil para que los ciudadanos se inscribiesen para formar parte de la Guardia Cívica, la cual fue creada para cooperar para la inscripción de los individuos que acudieran a solicitar formar parte de la Guardia Cívica, creada para cooperar con la fuerza pública para mantener el orden de la ciudad.
Durante los dos días que duraron en Málaga estos sucesos fueron atendidos en las Casas de Socorro -Mariblanca, Llano de la Trinidad, Explanada de la Estación y Hospital Noble- más de 150 heridos. Finalmente sobre las once de la noche del martes 12, las calles estaban desiertas y en ellas solamente se veían circular soldados y policías.
Barrios periféricos de la ciudad también sufrieron estos actos, - El Palo, Puerto de la Torre, Torremolinos y Churriana- aunque en menor medida. En los pueblos de la provincia, por el contrario, la calma fue casi absoluta.
“Al amanecer el día 13 de mayo –escribe Escolar- (…) la población, en general, reaccionó y la vida de la misma- comercial, industrial, trabajadora y de circulación- recobró su acostumbrado aspecto54. Esa misma mañana el Gobernador civil Jaén Morente comunicaba su dimisión.

VII. LA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA
Fueron los partidos de la coalición republicano-socialista los que dominaron totalmente la campaña parlamentaria, a base de una mayor militancia y una organización más eficaz, ya que el nuevo sistema establecido, a partir de este momento, favorecía sin duda las coaliciones multipartidistas56.
En este año 1931 solamente cuatro partidos destacaban, a nivel nacional, como fuerzas de importancia, estos eran:
En primer lugar, se encontraba la Derecha Liberal Republicana (DLR) de Niceto Alcalá Zamora y Antonio Maura, siendo este partido el más conservador de todos los que había en ese momento y a su vez se presentaba como el único partido republicano católico57.
En segundo lugar estaba el Partido Radical de Lerroux, el cual ocupaba el centro y se convirtió enseguida en la mayor fuerza de los moderados. A la izquierda de este se hallaba el partido pequeño-burgués Radical-Socialista, comandado por Álvaro de Albornoz y Marcelino Domingo, estos eran doctrinarios y extremistas. Mientras que Albornoz insistía en que la Republica no debía ser conservadora “porque no hay nada que conservar”, Marcelino Domingo decía que el nuevo Parlamento debía ser “una convención, una asamblea tempestuosa”.
En tercer lugar, a la izquierda de la coalición estaban los socialistas, los cuales habían crecido hasta convertirse en un movimiento de masas con una gran base sindicalista nacional por primera vez en su historia.
Por último, en cuarto lugar, los más maleables de todos, los radicales, estos estaban dispuestos a aliarse ya fuese con la DLR o con los partidos izquierdistas, según exigieran las circunstancias60.
La composición final de las Cortes Constituyentes, estuvo constituida por 327 republicanos, 123 socialistas y 54 derechistas -incluyendo a los nacionalistas vascos-. Las elecciones se celebraron el 28 de junio de 1931, donde la alianza republicano-socialista tuvo un triunfo arrollador. Dos semanas después de estas elecciones, el 11 de julio se reunió el Consejo Nacional de la Alianza Republicana. En este Alejandro Lerroux y Manuel Azaña llegaron a un acuerdo, mediante el que se formaría un amplio bloque parlamentario republicano con los radicales, Acción Republicana, los federalistas y varias agrupaciones menores.

VIII. LA REDACCIÓN DE LA CONSTITUCIÓN
Se acordó el día 14 del mes de julio, anteriormente citado, para el inicio de las reuniones de las Cortes Constituyentes. La elección de este día no era para nada una casualidad, ya que este día se celebraba la conmemoración de la Toma de la Bastilla, símbolo de la revolución liberal que había tenido lugar en Francia apenas 140 años antes. Siendo esto para la mayoría izquierdista lo que exactamente debía de ser –una ruptura completa con un pasado monárquico corrupto y retrógrado-62.
El nuevo cuerpo legislativo provenía mayoritariamente de las clases medias profesionales y burocráticas, lo que suponía el 81 por ciento de la Cámara, encabezado por 150 abogados y 80 profesores63. Estas cifras incluían también a los intelectuales más destacados del país, pues dos de los pensadores españoles más conocidos, José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno, eran diputados; al igual que el famoso médico y ensayista Gregorio Marañón; y Ramón Pérez de Ayala, uno de los novelistas más importantes del país.
Quince días después, el 29 de julio, se constituía la comisión encargada de redactar el proyecto constitucional, recayendo la presidencia de está en el socialista Luis Jiménez de Assúa. El día 27 del mes siguiente desempeñando un papel destacado tanto los socialistas como los radical-socialistas, completaron un borrador de 121 artículos que sometieron a las Cortes. Jiménez de Assúa lo presentó como “de izquierda, pero no socialista”, “democrático, iluminado por la libertad y de un gran contenido social”. Citó entre las constituciones que habían inspirado al borrador la primera Constitución soviética de 1918, la Constitución alemana de Weimar de 1919 y el documento mexicano de 1937. Este proyecto definía a la República como un Estado integral pero no federal, y contemplaba una separación completa entre Iglesia y Estado, con la disolución de todas las órdenes religiosas y la nacionalización de sus propiedades, también garantizaba el derecho a la propiedad privada66. Este proyecto de texto constitucional demostraba el protagonismo adquirido por los socialistas y los radical-socialistas en la elaboración del mismo. Sin embargo, el mayor inconveniente que tuvo fue el de la escasa voluntad a la hora de llegar a un consenso, tal y como lo reflejaba el propio texto, esto se podía ver sobre todo en lo concerniente a materia religiosa.
Finalmente en el mes de diciembre cuando la constitución se encontraba en el fin de su redacción, fue elegido como presidente de la Segunda República española a Niceto Alcalá Zamora.

IX. LA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA DE 1931
Tras cinco meses de reuniones en sesiones de cortes, definitivamente esta Constitución republicana fue aprobada el mismo 9 de diciembre de ese mismo año 1931 por las Cortes Constituyentes. Algunos de sus puntos que más relevancia adquirieron debido a su contenido o por ser los más interesantes son:
El Artículo 1º donde se establecía que España es una República democrática de trabajadores de toda clase la cual se organiza en régimen de Libertad y de Justicia; siguiendo a este primer artículo nos encontramos con el 2º Artículo en el cual se establece la igualdad de todos los españoles ante la ley; tras este segundo artículo mencionamos el 4º Artículo el cual declaraba el castellano como idioma oficial de la República, ya que todo español tiene derecho a saberlo y derecho de usarlo, sin el perjuicio de las lenguas regionales; El Articulo 14 es interesante también de citar y que este renunciaba a la guerra como instrumento de política nacional, también dividía los distintos poderes que tenía el gobierno en los que se declaraban de la exclusiva competencia del Estado español; aunque como recoge el Artículo 15 el gobierno si podía administrar regiones autónomas en cuestiones como por ejemplo legislación penal, social, mercantil y procesal; Si avanzamos en el número de artículos debemos detenernos en el Artículo 36 el cual recogía que todos los ciudadanos mayores de 23 indistintamente su sexo tenían derecho a votar en las elecciones mediante sufragio universal, directo e igualitario resulto controvertidísimo. Tras desgranar alguno de los artículos más interesantes debemos detenernos en el Artículo 44 ya que en torno a este giró una gran discusión, este artículo recogía que toda la riqueza del país, sea quien fuere su dueño, estaba subordinada a los intereses de la economía nacional.
Volviendo unos cuantos artículos atrás debemos detenernos en el Artículo 27, este nos habla de la libertad de conciencia y del derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión en el territorio español, junto con la jurisdicción civil sobre todos los comentarios. Dos artículos después, con el Artículo 29 nos encontramos que nadie podrá ser detenido ni preso sino por causa de delito, teniendo total libertad si es esa persona detenida de acogerse al derecho de Habeas Corpus. Pegando un gran salto dentro de estos artículos mencionamos el Articulo 71 el cual determina que el mandato del presidente electo de la República durará un plazo de seis años, este a su vez será designado por un colegio electoral especial y no podrá ser reelegido hasta transcurridos seis años del término de su anterior mandato.
Por último para acabar estas menciones a distintos artículos que hemos hecho de la Constitución republicana de 1931, debemos de hacer mención al Artículo 94 el cual aseguraba a todos los españoles una justicia gratuita e imparcial mediante una judicatura del todo independiente y responsable de sus actuaciones propias civiles y criminales, esta justicia se administra en nombre del Estado. En definitiva esta Constitución se trataba en la mayoría de sus aspectos de una Constitución democrática liberal típica del primer tercio del siglo XX71.


Apéndice
1. Candidatos a las elecciones municipales de Málaga en el año 1931.


2. Estatua de la Alegoría del Trabajo.

3. Fachada del Palacio Episcopal en la mañana del 12 de mayo.


4. Periódico Rebelión 15 de noviembre de 1930.


Bibliografía

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35. Historia Moderna; España. Modelo de comentario de texto; entrada de los castellanos en la ciudad de Granada, 2 de enero de 1492


Ilustración 1. “Boabdil entrega las llaves de Granada a Fernando”, Francisco Pradilla Ortiz, 1882. Palacio del Senado, Madrid

Entrada de los castellanos en la ciudad de Granada, 2 de enero de 1492.

Pasaron Julio, é Agosto, é Septiembre, é Octubre, é Noviembre, que nunca los moros se quisieron dar, y ya en el mes de Diciembre, que no tenian que comer sino pocos mantenimientos, demandaron partido al Rey é á la Reina, el cual se concertó entre el Rey y los moros en treinta dias del mes de Diciembre, de entregar todas las fortalezas, que ellos y el Rey Baudili tenian, é el Alhambra, á el Rey D. Fernando, é que los dejase en su ley é en lo suyo, é en este partido fueron conformes todos; é el Rey y la Reina se lo otorgaron, con otras condiciones, y capítulos, que se fuesen los que quisiesen, y donde quisiesen, é cuando quisiesen, é que les diesen pasaje, é diesen ellos todos los christianos cautivos, é los que habian pasado allende de tanto tiempo fasta allí; y en firmeza de esto, el comun y caudillos de Granada, é el Rey Muley Baudili, junto con ellos, enviaron al real cuatrocientos moros, chicos é grandes, personas de valor para rehenes, hasta que entregasen á Granada, conviene á saber, las fuerzas de ella; y los dichos rehenes entregados, como los moros son movibles é muy livianos en sus movimientos, é alboroto y agüero¡ creyeron muchos de ellos á un moro que se levantó por la ciudad diciendo: «que habian de vencer ellos, ensalzando á Mahomad, e reptando el partido»; é andovo por la ciudad dando voces, é levantáronse con él más de veinte mil moros. E el Rey Baudili, desque vido el alboroto, no osó salir de la Alhambra á selo resistir, hasta otro día, que era sábado, que salió al Albaycin, y mandó llamar los de aquel Concejo, é ellos vinieron alborotados, e preguntóles, que qué era aquello, y ellos se lo contaron, y él les dijo su parecer, y amansólos lo mejor que pudo, diciendo: que ya no era tiempo de facer movimiento, lo uno por la necesidad en que , estaban, la cual no daba lugar á ser poder más sustentar, lo otro por los rehenes ser ya entregados, que mirasen bien el gran daño, y la muerte que tenian delante de sí, sin ningun remedio de socorro: é esto dicho, volvióse á su Alhambra. Y el concierto era, que las fuerzas de la ciudad se habian de entregar el dia de los Reyes Magos, como dicho es; y el Rey BaudiIi, viendo aquel impedimento de liviandad de los moros, é aquel alboroto, escribió al Rey D. Fernando todo el fecho del alboroto, é como los moros habian fecho movimiento en lo capitulado é asentado, como hombres de poco saber, y que él no escedia ni desviaba de lo que habia concertado; que ántes suplicaba á su Alteza, que viniese luego sin más tardar á recibir el Alhambra, é no aguardase á los seis dias de Enero, pues tenia los rehenes, y sin embargo del alboroto, prosiguiese en lo primero asentado y capitulado.
E el Rey é la Reina, vista la carta é embajada del Rey BaudiIi, aderezaron de ir a tomar el Alhambra, y partieron del lugar del real, lunes dos de Enero, con sus huestes, muy ordenadas sus batallas; é llegando cerca de la Alhambra, salió el Rey Muley BaudiIi, acompañado de muchos caballeros, con las llaves en las manos, encima de un caballo, y quísose apear á besar la mano al Rey, y el Rey no se lo consintió descabalgar del caballo, ni le quiso dar la mano, é el Rey moro le besó en el brazo y le dió las llaves é dijo: «Toma, Señor, las llaves de tu ciudad, que yo, y los que estamos dentro somos tuyos»; y el Rey D. Fernando tomó las llaves é dióselas á la Reina, y la Reina se las dió al Príncipe, y el Príncipe las dó al Conde de TendilIa, al cual, con el Duque de Escalona, Marqués de Villena, é con otros muchos caballeros é con tres mil de á caballo é dos mil espingarderos, envió entrar en el Alhambra é se apoderar de ella; é fueron, é entraron, é la tomaron, é se apoderaron de lo alto y bajo de ella, é fueron, é entraron, é mostraron en la más alta torre primeramente el estandarte de Jesuchristo, que fué la Santa Cruz, que el Rey traia siempre en la santa conquista consigo; é el Rey, é la Reina, é el Príncipe, é toda la hueste se humillaron á la santa Cruz, é dieron muchas gracias é loores á nuestro Señor; é los Arzobispos é clerecía dijeron «Te Deum laudamus»; é luego mostraron los de dentro el pendon de Santiago, que el Maestre de Santiago traia en su hueste, y junto con él pendon Real del Rey D. Fernando, y los reyes de armas del Rey dijeron á altas voces: «¡Castilla, Castilla!» é ficieron allí é dijeron allí aquellos reyes de armas lo que á su oficio era debido de facer, é dieron sus pregones, é fueron presentes á este acto é bienaventurada victoria, con el Rey é con la Reyna, el Príncipe, D. Juan é la Infanta Doña Juana, sus fijos, é el Cardenal de España, Arzobispo de Sevilla, é el Maestre de Santiago, é el Duque de Cádiz, é otros muchos Caballeros, é Condes, é Prelados, é Obispos, é grandes Señores, que seria prolijo de escribir; é otros muchos quedaron guardando el real, que no fueron allí.
E esto fecho, el Rey y la Reina con todas las huestes se volvieron al real, dejando en el Alhambra al Conde de Tendilla con toda la gente que era menester para la guardar; é los moros de Granada entregaron luego al Rey todas las sobre-puertas, é torres, é fortalezas de Granada, é el Rey envió alcaides á todas, é se apoderó en todo lo fuerte de Granada, é esto fecho, el Rey fizo tomar las armas é fortalezas, así ofensivas como defensivas, y se las trajeron todas á el Alhambra, y quedaron todos sin armas, salvo algunas que escondieron.
El Rey moro Mulley Baudili, con los caballeros mayores de Granada é con otros muchos, salieron de la ciudad é se fueron, según las condiciones del partido; muchos se fueron allende, y otros á los lugares de los moros mudejares, ya ganados, y el Rey Muley Baudili se fué á vivir y á reinar al Val de Purchena, que es en las tierras que el Rey habia ganado cuando ganó á Vera, que era todo de mudejares, donde el Rey le dió señorío, é renta en que viviese, é muchos vasallos, é le alzó la pensión que de ántes le debia, y le dió sus rehenes que le tenia desque lo soltó sobre rehenes.

Fuente: BERNALDEZ, A. (Cura de los Palacios): Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles (BAE), T.LXX, 1953, pp. 643-644. 

El texto presentado es un escrito histórico-literario de un notorio carácter sesgado y propagandístico a favor de los Reyes Católicos, representados estos como baluarte cristiano en la cruzada peninsular. La posición y decisiones de los monarcas poseen un especial carácter protagonista, situándose como marco el hecho histórico y como actores secundarios la capitulación granadina y la pompa y boato que acompañan a los monarcas Católicos.
      Este escrito posee como finalidad informar desde una perspectiva concreta a coetáneos y crear, mediante la propaganda, un texto cuasi mitológico para contemporáneos. Por tanto, es un texto que tiene como público una colectividad y, al formar parte de la obra de un Cronista Real, adquiera un carácter oficial y primario, obteniendo por ello naturaleza historiográfica. Este carácter propicia que multitud de lectores, endógenos o exógenos, lo emplearan como método de conocer la situación peninsular o la empresa religiosa, obra iniciada por monarcas tan ilustres como Fernando III de Castilla y Pedro II de Aragón que llegaría a su fin con la Conquista granadina, cercando así la hegemonía cristiana peninsular.
   La ubicación espacio-temporal nos es dada, pese a ser fijada la entrega, de gran simbolismo, de las llaves de la ciudad el día seis de enero –día de los “Reyes Magos”-, ésta se adelantaría hasta el dos del mismo mes en las faldas de la colina Sabika, donde don Fernando, luego doña Isabel, el príncipe heredero y, finalmente, Iñigo López de Mendoza, Conde de Tendilla, quien sería nombrado Alcalde perpetuo de la ciudad[1], tomaron las llaves en una procesión jerárquica del poder antes de que los  huestes y estandartes castellanos tomasen la Alhambra e izaran sus nuevos emblemas y símbolos. Ello no sólo implica la conquista de una fortaleza, es el fin de una oposición, la caída de un símbolo, la Alhambra, lugar que había visto nacer a tantos otros emires como Boabdil, el lugar que éste había tomado en medio de una cruenta Guerra Civil[2], era ahora cristiana.
El texto es un fragmento de “Historia de los Reyes Cathólicos Don Fernando Doña Ysabel”, tomo LXX, páginas 651-653, del Cronista Real Andrés Bernáldez, también conocido por el Cura de los Palacios. Citado eclesiástico se destaca por ser confesor de la Reina, así como un confeso amigo de Cristóbal Colón[3].
La conquista de los territorios en dominio mahometano en la Península Ibérica es un proyecto que nace en el siglo XII, aunque la pérdida de territorios –sin un marco tan definido- es anterior, y que no finaliza hasta este acto, la Conquista del reino nazarí de Granada. Sin duda hay un interés, las parias que percibían los reinos cristianos tras la pérdida de hegemonía musulmana, visible en el nacimiento de los reinos de taifas, hacían del aplazamiento de la empresa un proyecto rentable. Asimismo, el reemprenderla, tras la guerra civil castellana (1475-1479) y el conflicto de legitimidad que ella conllevó, era un modo de evidenciar la línea que iban a seguir los monarcas para consolidarse en los tronos.
Como sección a destacar puntualizaré que las parias no es un impuesto que nazca en los reinos cristianos, sino que nace en tiempos del Califato cordobés donde estos reinos eran vasallos de los musulmanes y no al contrario.
Las cruzadas, ni fuera ni dentro de la Península, tuvieron un mero objetivo religioso. Consiguieron obtener la hegemonía religiosa, sí, pero de igual modo buscaban obtener la hegemonía territorial y el establecimiento de nuevas rutas marítimas y comerciales. En el caso nazarí, la Conquista también supuso un freno a las ambiciones nobiliarias, nobles que ya saqueaban los terrenos limitriformes viéndose así limitados a los territorios regios que la Corona les cedía por sus servicios, recurriendo de nuevo a una jerarquía liderada siempre por Dios y los monarcas en su nombre. El coste de la cruzada alcanzó la abrumadora suma de 800 millones de maravedíes, siendo parte de ella cubierta por la bula papal y los empréstitos forzados de los Reyes[4].
Este contexto de tránsito sería aprovechado solo por los más inteligentes; Ganshof y Mitteis observan como monarcas como Guillermo el conquistador de Inglaterra o Alfonso VII de León y Castilla emplearán el propio derecho feudal para socavar la fuerza del feudalismo, imponiendo así una posición de superioridad jurídica real[5]. En “las Españas” de los Reyes Católicos esta táctica de aprovechamiento del marco jurídico anterior en su beneficio se observará en el establecimiento de una superioridad tangible sobre las órdenes militares haciendo del monarca maestre de cada una de ellas. Ligada a la concepción de Estado moderno estará el derecho inalienable del príncipe[6]. El profesor de Cambrigde Batista i Roca, sostiene que el monarca, en el mosaico hispano, era el nexo de unión entre los distintos reinos, con sustratos históricos diferentes, poseyendo éste un carácter personal y no institucional[7]. Este carácter, en el contexto español sí es extrapolable a otros, pero a diferencia de estos en España no sé superará[8]. España, pese haberse visto en un principio afectada por un particularismo histórico, propiciado en gran medida por su lejanía del centro de poder religioso –Roma-  y la invasión posterior musulmana, acabaría asumiendo –a excepción de Aragón por sus intereses territoriales en Italia- la línea dogmática predominante[9], gracias en gran medida, a la intervención real en busca de un apoyo sólido pro hegemonía[10], ello convertiría a la Iglesia en un mero instrumento político con sus picos de poder[11].
Sin duda, este avance en la Conquista cristiana es incomprensible sin conocimiento del contexto; la Guerra Civil nazarí muestra la total decadencia del reino mahometano. Ella estalla, entre otras intrigas, por el deterioro de las relaciones entre Muley Hacén y la entonces favorita y madre de Boabdil, la princesa real Aixa, conocida como la Horra –la Honesta-, que se vería sustituida por la cautiva cristiana Isabel de Solís, quien tras su conversión tomó el nombre de Zoraida. El pavor de Aixa por la caída en desgracia de su hijo en favor de la descendencia de Solís, en un contexto como éste, propiciaría el inicio del conflicto.
Muley Hacén fue un sultán que tuvo que hacer frente a un período de gran belicismo, que alcanzó su punto de no retorno tras la perdida de la plaza de Alhama[12]. Hecho que nos deja ver que ambos bandos emplearon las confrontaciones armadas como método de prestigio, unos con el propósito de unificar las distintas facciones y los otros con el ánimo de alegorizar y recordar cualquier reminiscencia Imperialista, acto enmarcado en un contexto Humanista y Renacentista, donde se recuperaría la denominación romana de Hispania, un conjunto homogénico que ambicionar. España ya era un término empleado por los cronistas catalanes en el medievo, pero con mero carácter geográfico para denominar la Península y su Historia, por lo que no es de extrañar que sea retomada la denominación, en forma de “las Españas”, en el proyecto de unificación socio-económica y administrativa que llevan a cabo los descendientes de los Reyes Católicos como resultado del entramado mitológico realizado por intelectuales al servicio de la Corona como el Padre Mariana. Sin duda el matrimonio conformado por Isabel y Fernando pusieron la base donde los Habsburgo desarrollarían y regirían todo un mosaico de territorios, pero su participación no se caracterizaría por la previsión de este desenlace, más bien éste fue fruto de todo tipo de carambolas dinásticas que llegan a su máxima extensión territorial de la mano de Felipe II.
Ante las intrigas palaciegas de sus favoritas Muley Hacén pactó con Boabdil y Aixa con el fin de aunar fuerzas para enfrentarse a los cristianos sin tener mucho éxito, ya que a su partida hacia el campo de batalla, madre e hijo, tomaron Granada[13], sin duda estas desavenencias en la familia real fueron un foco para el clientelismo y las intrigas del que los monarcas cristianos no dudaron en aprovecharse.
La familia de los Abencerrajes tuvo un papel protagonista en las confabulaciones palaciegas, siendo la base de los apoyos en la sultana y Boabdil, reabriéndose el conflicto que se buscó cerrar con el enlace de Aixa y Muley Hacén –Zegríes y Abencerrajes-. En 1485, Muley Hacén abdicó en su hermano, el Zagal –el Valiente-, retirándose a Almuñecar y Mondujar, donde moriría pocos meses después. La leyenda narra que sus fieles lo sepultaron en el pico más alto de Sierra Nevada, que adquiriría así su nombre[14].
Muerto Muley Hacén, tío y sobrino, se dividieron el reino, quedando la facción Oriental –Vega de Granada hasta la frontera cristiana- para Boabdil, y la Occidental –Málaga, Almería, Velez Málaga, Almuñecar y Alpujarras- para el Zagal. Pese las luchas intestinas, el enemigo que debió ser común no lo era; Boabdil obtuvo apoyos de Fernando en la Guerra Civil, siendo reforzado su ejército hasta 1486, donde el pacto se rompía. Capturado en 1483 en una escaramuza en Loja, Boabdil regresó a Granada mediante el pago de un rescate y un pacto de vasallaje con los Reyes Católicos, por el que debía rendir Granada, poniendo así fin a una sangrienta campaña que ya se extendía una década, siendo esta decisión reflejada en las capitulaciones secretas del 25 de abril de 1491. En estas capitulaciones también se contemplaba el carácter de auxiliar con el que se comprometía Boabdil en la Conquista, que comenzaría por la zona Occidental –Ronda- trasladándose más tarde a la Oriental –Baza y Almería-, tras el pacto con el Zagal.
Después de las primeras negociaciones, Boabdil regresa a Granada donde volcó sus esfuerzos en rendir el ducado de Guadix, defendido por el estratega Ahmed el Zegri, ya que si lo lograba antes de un año, lo adquiría como botín. El ducado cayó en 1487, tras un sitio terrestre y marítimo feroz, convirtiéndose junto a Málaga, en un ejemplo de resistencia numantina, a la vez que estéril, incluso negativa, ya que su población fue esclavizada y dividida en tres lotes, con objetivo de negociar por cautivos cristianos, como esclavos para los nobles castellano-aragoneses y para la Corona[15].
Las condiciones en la Conquista de Málaga fueron horribles, la mayor parte de la población fue masacrada o esclavizada, siendo necesario un rescate para su puesta en libertad, al no querer rendir la ciudad y extenderse en el tiempo el sitio, la ciudad fue bombardeada. Asimismo quien no quiso bautizarse debió marchar con un plazo de siete días. Al igual que Velez Málaga, con cuatro días de plazo, ambos enclaves andaluces habían sido focos bélicos de gran resistencia, por lo que sus castigos fueron mayores, algo que contrasta con los plazos de otras ciudades como Zaragoza o Valencia, quienes obtuvieron casi un año de tiempo para marchar.
La conquista cristiana de los territorios musulmanes prosiguió, Modín, Montefrío, Mojácar, Níjar, Vélez Blánco, Vélez Rubio y Baza fueron algunos de los enclaves en caer en manos del rey aragonés y el ejército castellano. Ante la imposibilidad de movimiento, el Zagal inicia las negociaciones por las que entregaría Guadíx y Almería con el fin de obtener alguna posesión, que se concretó  en el Valle de Lecrín, del que recibiría un título real, convirtiéndose a su vez en auxiliar del ejército cristiano[16]. La superioridad de fuerzas de los castellanos, les permitieron ir trazando alianzas a razón de sus intereses, pero el cansancio era cada vez más patente, tanto en el ejército como en las arcas reales.
Para 1490, Boabdiil contaba con más apoyos que años anteriores, exiliados de todos los puntos de la Península se congregaban en el último bastión mahometano, Granada, concretándose en más de 60.000 hombres armados[17]. Ante tal traición, Fernando lo acusaría de felón, divulgando los tratados secretos de Loja y comenzando el asedio a una ciudad que se divide en detractores y partidarios de las negociaciones[18]. La mayor parte de la población granadina, y los exiliados de la Andalucía Oriental, quienes habían vivido la barbarie del enfrentamiento y la esclavitud, no quisieron rendirse pese a las reiteradas actuaciones de sus líderes, quienes fueron los máximos culpables del fracaso de un reino con una historia que se remontaba a 1237. Pese a ello, la facción conciliadora, en el epílogo del asedio, demandó una reunión con los monarcas cristianos con el fin de evitar consecuencias mayores, siendo concertada el día 30 de diciembre. Aprovechando el agotamiento y coste, humano y económico, el Emir consiguió asegurar gran número de capitulaciones, como la tolerancia religiosa, el respeto a la vida, los bienes, lengua y leyes de la población nazarí, siendo estos libres de decidir quedarse o marchar tras la toma de la ciudad[19], aceleración en el proceso que tendría la cooperación de nuevo de Boabdil[20], quien secretamente abriría la cudad a los invasores antes del cumplimiento de la capitulación al observar como la población enardecida, por unos y otros, preparándose para prestar batalla. Cabe puntualizar que los Reyes Católicos permitieron que los nazaríes se quedaran con sus haciendas, sus hábitos y su lengua, pero no tardaron en implantar en contrapartida la Inquisición, e impuestos como las fardas y guardas[21]
Las Crónicas nos narran distintos personajes conflictivos, desde Andrés Bernáldez “creyeron muchos de ellos á un moro que se levantó por la ciudad diciendo: que habían de vencer ellos, ensalzando á Mahomad, e reptando el partido” que conseguirían apoyos mediáticos en esta situación “é levantáronse con él más de veinte mil moros”, pero no fue el único, poco conocido es el intento de regicidio  llevado a cabo por Ibrahim Algerbi que el profesor López de Coca nos relata. Haciéndolo denominar “moro santo”, Hernando del Pulgar –Cronista Real- y Diego de Valera, entre otros, se hacen eco de este acto de desesperación[22]. Este personaje proclamó entre las gentes de Granada que “era santo, e que Dios le enbiava con ángel revelaçiones de lo que avía de ser…”, uniéndose a su causa 400 hombres dispuestos a seguirle en su misión de romper el asedio de la ciudad cercada. Muchos de ellos fueron asesinados, algunos incluso consiguieron llegar a su meta, otros como el propio Ibrahim Algerbi fueron hechos prisioneros, quizás, este fue su propósito desde un principio[23].
Ibrahim Algerbi era un murabit’, un ermitaño, posiblemente representante del sufismo popular[24], que dijo saber el resultado de la contienda. Las supersticiones en este período, más en un contexto bélico, solían ser atendidas, y no fue este un caso dispar, la Reina quiso verle, pero al estar don Fernando reposando aplazó la reunión hasta que éste despertara. Mientras, el “moro santo” fue presentado en la tienda donde Beatriz de Boadilla, la latina, y Álvaro de Portugal, quienes reposaban jugando a las damas, y el moro, desconociendo la lengua y observando sus lustrosos vestidos adelantó su cometido, intentando apuñalar a ambos. El Cronista Diego Valera apunta que el tesorero Real, Ruy López de Toledo, que también se encontraba en la estancia, redujo al atacante hasta que los guardias se hicieron con el control de la situación[25].
Finalmente, como muestra de qué les sucedía a quienes se oponían a la Corona, el cadáver de Ibrahim Algerbi fueron catapultados al interior de la ciudad sitiada[26].
 Volviendo a las negociaciones, y para evitar lo sucedido con las capitulaciones de Loja, garantizando así su cumplimiento, Boabdil proporcionó a los Católicos 400 rehenes nazaríes como muestra de buen hacer y así, tras reunirse con el Consejo donde expondría sin más la derrota, el Emir se retiraría para vivir sus últimos momentos en la Alhambra.
Ante este contexto, la entrega de las llaves de la ciudad acontece el dos de enero, cuatro días antes de lo previsto, Boabdil “quísose apear á besar la mano al Rey, y el Rey no se lo consistió descabalgar del caballo, ni le quiso dar la mano, é el  Rey moro le besó en el brazo y le dio las llaves é dijo «Toma, Señor, las llaves de tu ciudad, que yo, y los que estamos dentro somos tuyos», todo ello en una muestra de cualidades regias, que parece ser que en él no sólo vieron los miembros de la Corona a su servicio. Maquiavelo en su tratado “el Príncipe”, que parece estar ambientado en este monarca aragonés –o en César Borgia-, lidera un grupo de literatos que entre fines del siglo XV y principios del XVI escribieron sus modos de ver la política[27],donde don Fernando era una pieza clave en el cambio de modos que supone el nacimiento del Estado moderno.
La presencia mahometana en la península sufrió un duro golpe, que no sería definitivo hasa un siglo más tarde por la incapacidad del contingente dominante de volverse hegemónico. En contraposición a la pérdida del reino nazarí, Boabdil recibió el señorío de las Alpujarras. A la muerte de su esposa favorita, la famosa Maraywa,y ante la insistencia de don Fernando en comprar el señorío[28], el último Emir del reino nazarí se trasladó a Fez, donde el sultán le cede la ciudad de Tetúan[29] a fines del año 1493, donde pasó el resto de su vida hasta su muerte en 1533[30].
El mito de la partida del rey moro, creado por contemporáneos, a su exilio al señorío de las Alpujarras, propicia que el lugar donde Boabdil derramó sus lágrimas ante la última visión de su reino se denomine “Suspiro del Moro”, o Fef Allah Akbar para los musulmanes –a doce kilómetros de la actual Granada-[31]. Las palabras de Aixa, “llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre” no habrían ayudado en paliar las tristeza del antiguo Emir.
La poca tolerancia religiosa in crecendo paralela a la suma de poder de la monarquía y a la no aplicación de las capitulaciones llevaría andando por el tiempo a la rebelión de las Alpujarras en 1499, pretexto clave para el proyecto de hegemonización espiritual en el que se sumergió “las Españas”.








[1] Hurtado de Mendoza, D. (1995), “Guerra de Granada”, Globus, Madrid, p. 17.
[2] López de Coca Castañer, J. (2008), “Historia de un magnicidio frustrado”, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, Málaga, p. 9.
[3] Bibliotecadigital.rah.es, (2015). Biblioteca Digital Real Academia de la Historia, “Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel”. Disponible en: http://bibliotecadigital.rah.es/dgbrah/i18n/consulta/registro.cmd?id=5965
[4] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 126.
[5] Maravall, J. (1972). Estado moderno y mentalidad social. Madrid: Rev. de Occidente. P: 102.
[6] Ibídem. P. 103.
[7] Ibídem. P. 104.
[8] Ibídem P. 106.
[9] Ibídem. P: 216.
[10] Ibídem. P: 217 y 219.
[11] Ibídem. P: 236.
[12] ArteHistoria.com (2015), “Huley-Hacen. Abdul Hassan”. Disponible en: http://www.artehistoria.com/v2/personajes/1313.htm
[13] López de Coca Castañer, J. (2008), “Historia de un magnicidio frustrado”, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, Málaga, p. 9. Y ArteHistoria.com (2015), “Huley-Hacen. Abdul Hassan”. Disponible en: http://www.artehistoria.com/v2/personajes/1313.htm
[14] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 127.
[15] Ibídem, p. 128.
[16] Ibídem, p. 129.
[17] Ibídem, p. 129.
[18] Ibídem, p. 130.
[19] ABC.ES (2012), Periódico ABC, Hemeroteca, “El día en que Boabdil decidió rendir Granada a los Reyes Católicos”. Disponible en: http://www.abc.es/archivo/20121125/abci-boabdil-reyes-catolicos-201211231716.html
[20] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 133.
[21] Hurtado de Mendoza, D. (1995), “Guerra de Granada”, Globus, Madrid, p. 18.
[22] López de Coca Castañer, J. (2008), “Historia de un magnicidio frustrado”, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, Málaga, pp. 12-17.
[23] Ibídem, pp. 12-15.
[24] Ibídem, pp. 19 y 20.
[25] Ibídem, pp. 28, 30 y 31.
[26] Ibídem, p. 33.
[27] Maravall, J. (1972). Estado moderno y mentalidad social. Madrid: Rev. de Occidente. P: 172.
[28] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 134.
[29] Ibídem, p. 135.
[30] Cultura.elpais.com (2013), El País, Cultura, “Un forense para Boabdil”. Disponible en: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/04/04/actualidad/1365096820_289142.html
[31] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 133.