viernes, 26 de junio de 2015

35. Historia Moderna; España. Modelo de comentario de texto; entrada de los castellanos en la ciudad de Granada, 2 de enero de 1492


Ilustración 1. “Boabdil entrega las llaves de Granada a Fernando”, Francisco Pradilla Ortiz, 1882. Palacio del Senado, Madrid

Entrada de los castellanos en la ciudad de Granada, 2 de enero de 1492.

Pasaron Julio, é Agosto, é Septiembre, é Octubre, é Noviembre, que nunca los moros se quisieron dar, y ya en el mes de Diciembre, que no tenian que comer sino pocos mantenimientos, demandaron partido al Rey é á la Reina, el cual se concertó entre el Rey y los moros en treinta dias del mes de Diciembre, de entregar todas las fortalezas, que ellos y el Rey Baudili tenian, é el Alhambra, á el Rey D. Fernando, é que los dejase en su ley é en lo suyo, é en este partido fueron conformes todos; é el Rey y la Reina se lo otorgaron, con otras condiciones, y capítulos, que se fuesen los que quisiesen, y donde quisiesen, é cuando quisiesen, é que les diesen pasaje, é diesen ellos todos los christianos cautivos, é los que habian pasado allende de tanto tiempo fasta allí; y en firmeza de esto, el comun y caudillos de Granada, é el Rey Muley Baudili, junto con ellos, enviaron al real cuatrocientos moros, chicos é grandes, personas de valor para rehenes, hasta que entregasen á Granada, conviene á saber, las fuerzas de ella; y los dichos rehenes entregados, como los moros son movibles é muy livianos en sus movimientos, é alboroto y agüero¡ creyeron muchos de ellos á un moro que se levantó por la ciudad diciendo: «que habian de vencer ellos, ensalzando á Mahomad, e reptando el partido»; é andovo por la ciudad dando voces, é levantáronse con él más de veinte mil moros. E el Rey Baudili, desque vido el alboroto, no osó salir de la Alhambra á selo resistir, hasta otro día, que era sábado, que salió al Albaycin, y mandó llamar los de aquel Concejo, é ellos vinieron alborotados, e preguntóles, que qué era aquello, y ellos se lo contaron, y él les dijo su parecer, y amansólos lo mejor que pudo, diciendo: que ya no era tiempo de facer movimiento, lo uno por la necesidad en que , estaban, la cual no daba lugar á ser poder más sustentar, lo otro por los rehenes ser ya entregados, que mirasen bien el gran daño, y la muerte que tenian delante de sí, sin ningun remedio de socorro: é esto dicho, volvióse á su Alhambra. Y el concierto era, que las fuerzas de la ciudad se habian de entregar el dia de los Reyes Magos, como dicho es; y el Rey BaudiIi, viendo aquel impedimento de liviandad de los moros, é aquel alboroto, escribió al Rey D. Fernando todo el fecho del alboroto, é como los moros habian fecho movimiento en lo capitulado é asentado, como hombres de poco saber, y que él no escedia ni desviaba de lo que habia concertado; que ántes suplicaba á su Alteza, que viniese luego sin más tardar á recibir el Alhambra, é no aguardase á los seis dias de Enero, pues tenia los rehenes, y sin embargo del alboroto, prosiguiese en lo primero asentado y capitulado.
E el Rey é la Reina, vista la carta é embajada del Rey BaudiIi, aderezaron de ir a tomar el Alhambra, y partieron del lugar del real, lunes dos de Enero, con sus huestes, muy ordenadas sus batallas; é llegando cerca de la Alhambra, salió el Rey Muley BaudiIi, acompañado de muchos caballeros, con las llaves en las manos, encima de un caballo, y quísose apear á besar la mano al Rey, y el Rey no se lo consintió descabalgar del caballo, ni le quiso dar la mano, é el Rey moro le besó en el brazo y le dió las llaves é dijo: «Toma, Señor, las llaves de tu ciudad, que yo, y los que estamos dentro somos tuyos»; y el Rey D. Fernando tomó las llaves é dióselas á la Reina, y la Reina se las dió al Príncipe, y el Príncipe las dó al Conde de TendilIa, al cual, con el Duque de Escalona, Marqués de Villena, é con otros muchos caballeros é con tres mil de á caballo é dos mil espingarderos, envió entrar en el Alhambra é se apoderar de ella; é fueron, é entraron, é la tomaron, é se apoderaron de lo alto y bajo de ella, é fueron, é entraron, é mostraron en la más alta torre primeramente el estandarte de Jesuchristo, que fué la Santa Cruz, que el Rey traia siempre en la santa conquista consigo; é el Rey, é la Reina, é el Príncipe, é toda la hueste se humillaron á la santa Cruz, é dieron muchas gracias é loores á nuestro Señor; é los Arzobispos é clerecía dijeron «Te Deum laudamus»; é luego mostraron los de dentro el pendon de Santiago, que el Maestre de Santiago traia en su hueste, y junto con él pendon Real del Rey D. Fernando, y los reyes de armas del Rey dijeron á altas voces: «¡Castilla, Castilla!» é ficieron allí é dijeron allí aquellos reyes de armas lo que á su oficio era debido de facer, é dieron sus pregones, é fueron presentes á este acto é bienaventurada victoria, con el Rey é con la Reyna, el Príncipe, D. Juan é la Infanta Doña Juana, sus fijos, é el Cardenal de España, Arzobispo de Sevilla, é el Maestre de Santiago, é el Duque de Cádiz, é otros muchos Caballeros, é Condes, é Prelados, é Obispos, é grandes Señores, que seria prolijo de escribir; é otros muchos quedaron guardando el real, que no fueron allí.
E esto fecho, el Rey y la Reina con todas las huestes se volvieron al real, dejando en el Alhambra al Conde de Tendilla con toda la gente que era menester para la guardar; é los moros de Granada entregaron luego al Rey todas las sobre-puertas, é torres, é fortalezas de Granada, é el Rey envió alcaides á todas, é se apoderó en todo lo fuerte de Granada, é esto fecho, el Rey fizo tomar las armas é fortalezas, así ofensivas como defensivas, y se las trajeron todas á el Alhambra, y quedaron todos sin armas, salvo algunas que escondieron.
El Rey moro Mulley Baudili, con los caballeros mayores de Granada é con otros muchos, salieron de la ciudad é se fueron, según las condiciones del partido; muchos se fueron allende, y otros á los lugares de los moros mudejares, ya ganados, y el Rey Muley Baudili se fué á vivir y á reinar al Val de Purchena, que es en las tierras que el Rey habia ganado cuando ganó á Vera, que era todo de mudejares, donde el Rey le dió señorío, é renta en que viviese, é muchos vasallos, é le alzó la pensión que de ántes le debia, y le dió sus rehenes que le tenia desque lo soltó sobre rehenes.

Fuente: BERNALDEZ, A. (Cura de los Palacios): Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles (BAE), T.LXX, 1953, pp. 643-644. 

El texto presentado es un escrito histórico-literario de un notorio carácter sesgado y propagandístico a favor de los Reyes Católicos, representados estos como baluarte cristiano en la cruzada peninsular. La posición y decisiones de los monarcas poseen un especial carácter protagonista, situándose como marco el hecho histórico y como actores secundarios la capitulación granadina y la pompa y boato que acompañan a los monarcas Católicos.
      Este escrito posee como finalidad informar desde una perspectiva concreta a coetáneos y crear, mediante la propaganda, un texto cuasi mitológico para contemporáneos. Por tanto, es un texto que tiene como público una colectividad y, al formar parte de la obra de un Cronista Real, adquiera un carácter oficial y primario, obteniendo por ello naturaleza historiográfica. Este carácter propicia que multitud de lectores, endógenos o exógenos, lo emplearan como método de conocer la situación peninsular o la empresa religiosa, obra iniciada por monarcas tan ilustres como Fernando III de Castilla y Pedro II de Aragón que llegaría a su fin con la Conquista granadina, cercando así la hegemonía cristiana peninsular.
   La ubicación espacio-temporal nos es dada, pese a ser fijada la entrega, de gran simbolismo, de las llaves de la ciudad el día seis de enero –día de los “Reyes Magos”-, ésta se adelantaría hasta el dos del mismo mes en las faldas de la colina Sabika, donde don Fernando, luego doña Isabel, el príncipe heredero y, finalmente, Iñigo López de Mendoza, Conde de Tendilla, quien sería nombrado Alcalde perpetuo de la ciudad[1], tomaron las llaves en una procesión jerárquica del poder antes de que los  huestes y estandartes castellanos tomasen la Alhambra e izaran sus nuevos emblemas y símbolos. Ello no sólo implica la conquista de una fortaleza, es el fin de una oposición, la caída de un símbolo, la Alhambra, lugar que había visto nacer a tantos otros emires como Boabdil, el lugar que éste había tomado en medio de una cruenta Guerra Civil[2], era ahora cristiana.
El texto es un fragmento de “Historia de los Reyes Cathólicos Don Fernando Doña Ysabel”, tomo LXX, páginas 651-653, del Cronista Real Andrés Bernáldez, también conocido por el Cura de los Palacios. Citado eclesiástico se destaca por ser confesor de la Reina, así como un confeso amigo de Cristóbal Colón[3].
La conquista de los territorios en dominio mahometano en la Península Ibérica es un proyecto que nace en el siglo XII, aunque la pérdida de territorios –sin un marco tan definido- es anterior, y que no finaliza hasta este acto, la Conquista del reino nazarí de Granada. Sin duda hay un interés, las parias que percibían los reinos cristianos tras la pérdida de hegemonía musulmana, visible en el nacimiento de los reinos de taifas, hacían del aplazamiento de la empresa un proyecto rentable. Asimismo, el reemprenderla, tras la guerra civil castellana (1475-1479) y el conflicto de legitimidad que ella conllevó, era un modo de evidenciar la línea que iban a seguir los monarcas para consolidarse en los tronos.
Como sección a destacar puntualizaré que las parias no es un impuesto que nazca en los reinos cristianos, sino que nace en tiempos del Califato cordobés donde estos reinos eran vasallos de los musulmanes y no al contrario.
Las cruzadas, ni fuera ni dentro de la Península, tuvieron un mero objetivo religioso. Consiguieron obtener la hegemonía religiosa, sí, pero de igual modo buscaban obtener la hegemonía territorial y el establecimiento de nuevas rutas marítimas y comerciales. En el caso nazarí, la Conquista también supuso un freno a las ambiciones nobiliarias, nobles que ya saqueaban los terrenos limitriformes viéndose así limitados a los territorios regios que la Corona les cedía por sus servicios, recurriendo de nuevo a una jerarquía liderada siempre por Dios y los monarcas en su nombre. El coste de la cruzada alcanzó la abrumadora suma de 800 millones de maravedíes, siendo parte de ella cubierta por la bula papal y los empréstitos forzados de los Reyes[4].
Este contexto de tránsito sería aprovechado solo por los más inteligentes; Ganshof y Mitteis observan como monarcas como Guillermo el conquistador de Inglaterra o Alfonso VII de León y Castilla emplearán el propio derecho feudal para socavar la fuerza del feudalismo, imponiendo así una posición de superioridad jurídica real[5]. En “las Españas” de los Reyes Católicos esta táctica de aprovechamiento del marco jurídico anterior en su beneficio se observará en el establecimiento de una superioridad tangible sobre las órdenes militares haciendo del monarca maestre de cada una de ellas. Ligada a la concepción de Estado moderno estará el derecho inalienable del príncipe[6]. El profesor de Cambrigde Batista i Roca, sostiene que el monarca, en el mosaico hispano, era el nexo de unión entre los distintos reinos, con sustratos históricos diferentes, poseyendo éste un carácter personal y no institucional[7]. Este carácter, en el contexto español sí es extrapolable a otros, pero a diferencia de estos en España no sé superará[8]. España, pese haberse visto en un principio afectada por un particularismo histórico, propiciado en gran medida por su lejanía del centro de poder religioso –Roma-  y la invasión posterior musulmana, acabaría asumiendo –a excepción de Aragón por sus intereses territoriales en Italia- la línea dogmática predominante[9], gracias en gran medida, a la intervención real en busca de un apoyo sólido pro hegemonía[10], ello convertiría a la Iglesia en un mero instrumento político con sus picos de poder[11].
Sin duda, este avance en la Conquista cristiana es incomprensible sin conocimiento del contexto; la Guerra Civil nazarí muestra la total decadencia del reino mahometano. Ella estalla, entre otras intrigas, por el deterioro de las relaciones entre Muley Hacén y la entonces favorita y madre de Boabdil, la princesa real Aixa, conocida como la Horra –la Honesta-, que se vería sustituida por la cautiva cristiana Isabel de Solís, quien tras su conversión tomó el nombre de Zoraida. El pavor de Aixa por la caída en desgracia de su hijo en favor de la descendencia de Solís, en un contexto como éste, propiciaría el inicio del conflicto.
Muley Hacén fue un sultán que tuvo que hacer frente a un período de gran belicismo, que alcanzó su punto de no retorno tras la perdida de la plaza de Alhama[12]. Hecho que nos deja ver que ambos bandos emplearon las confrontaciones armadas como método de prestigio, unos con el propósito de unificar las distintas facciones y los otros con el ánimo de alegorizar y recordar cualquier reminiscencia Imperialista, acto enmarcado en un contexto Humanista y Renacentista, donde se recuperaría la denominación romana de Hispania, un conjunto homogénico que ambicionar. España ya era un término empleado por los cronistas catalanes en el medievo, pero con mero carácter geográfico para denominar la Península y su Historia, por lo que no es de extrañar que sea retomada la denominación, en forma de “las Españas”, en el proyecto de unificación socio-económica y administrativa que llevan a cabo los descendientes de los Reyes Católicos como resultado del entramado mitológico realizado por intelectuales al servicio de la Corona como el Padre Mariana. Sin duda el matrimonio conformado por Isabel y Fernando pusieron la base donde los Habsburgo desarrollarían y regirían todo un mosaico de territorios, pero su participación no se caracterizaría por la previsión de este desenlace, más bien éste fue fruto de todo tipo de carambolas dinásticas que llegan a su máxima extensión territorial de la mano de Felipe II.
Ante las intrigas palaciegas de sus favoritas Muley Hacén pactó con Boabdil y Aixa con el fin de aunar fuerzas para enfrentarse a los cristianos sin tener mucho éxito, ya que a su partida hacia el campo de batalla, madre e hijo, tomaron Granada[13], sin duda estas desavenencias en la familia real fueron un foco para el clientelismo y las intrigas del que los monarcas cristianos no dudaron en aprovecharse.
La familia de los Abencerrajes tuvo un papel protagonista en las confabulaciones palaciegas, siendo la base de los apoyos en la sultana y Boabdil, reabriéndose el conflicto que se buscó cerrar con el enlace de Aixa y Muley Hacén –Zegríes y Abencerrajes-. En 1485, Muley Hacén abdicó en su hermano, el Zagal –el Valiente-, retirándose a Almuñecar y Mondujar, donde moriría pocos meses después. La leyenda narra que sus fieles lo sepultaron en el pico más alto de Sierra Nevada, que adquiriría así su nombre[14].
Muerto Muley Hacén, tío y sobrino, se dividieron el reino, quedando la facción Oriental –Vega de Granada hasta la frontera cristiana- para Boabdil, y la Occidental –Málaga, Almería, Velez Málaga, Almuñecar y Alpujarras- para el Zagal. Pese las luchas intestinas, el enemigo que debió ser común no lo era; Boabdil obtuvo apoyos de Fernando en la Guerra Civil, siendo reforzado su ejército hasta 1486, donde el pacto se rompía. Capturado en 1483 en una escaramuza en Loja, Boabdil regresó a Granada mediante el pago de un rescate y un pacto de vasallaje con los Reyes Católicos, por el que debía rendir Granada, poniendo así fin a una sangrienta campaña que ya se extendía una década, siendo esta decisión reflejada en las capitulaciones secretas del 25 de abril de 1491. En estas capitulaciones también se contemplaba el carácter de auxiliar con el que se comprometía Boabdil en la Conquista, que comenzaría por la zona Occidental –Ronda- trasladándose más tarde a la Oriental –Baza y Almería-, tras el pacto con el Zagal.
Después de las primeras negociaciones, Boabdil regresa a Granada donde volcó sus esfuerzos en rendir el ducado de Guadix, defendido por el estratega Ahmed el Zegri, ya que si lo lograba antes de un año, lo adquiría como botín. El ducado cayó en 1487, tras un sitio terrestre y marítimo feroz, convirtiéndose junto a Málaga, en un ejemplo de resistencia numantina, a la vez que estéril, incluso negativa, ya que su población fue esclavizada y dividida en tres lotes, con objetivo de negociar por cautivos cristianos, como esclavos para los nobles castellano-aragoneses y para la Corona[15].
Las condiciones en la Conquista de Málaga fueron horribles, la mayor parte de la población fue masacrada o esclavizada, siendo necesario un rescate para su puesta en libertad, al no querer rendir la ciudad y extenderse en el tiempo el sitio, la ciudad fue bombardeada. Asimismo quien no quiso bautizarse debió marchar con un plazo de siete días. Al igual que Velez Málaga, con cuatro días de plazo, ambos enclaves andaluces habían sido focos bélicos de gran resistencia, por lo que sus castigos fueron mayores, algo que contrasta con los plazos de otras ciudades como Zaragoza o Valencia, quienes obtuvieron casi un año de tiempo para marchar.
La conquista cristiana de los territorios musulmanes prosiguió, Modín, Montefrío, Mojácar, Níjar, Vélez Blánco, Vélez Rubio y Baza fueron algunos de los enclaves en caer en manos del rey aragonés y el ejército castellano. Ante la imposibilidad de movimiento, el Zagal inicia las negociaciones por las que entregaría Guadíx y Almería con el fin de obtener alguna posesión, que se concretó  en el Valle de Lecrín, del que recibiría un título real, convirtiéndose a su vez en auxiliar del ejército cristiano[16]. La superioridad de fuerzas de los castellanos, les permitieron ir trazando alianzas a razón de sus intereses, pero el cansancio era cada vez más patente, tanto en el ejército como en las arcas reales.
Para 1490, Boabdiil contaba con más apoyos que años anteriores, exiliados de todos los puntos de la Península se congregaban en el último bastión mahometano, Granada, concretándose en más de 60.000 hombres armados[17]. Ante tal traición, Fernando lo acusaría de felón, divulgando los tratados secretos de Loja y comenzando el asedio a una ciudad que se divide en detractores y partidarios de las negociaciones[18]. La mayor parte de la población granadina, y los exiliados de la Andalucía Oriental, quienes habían vivido la barbarie del enfrentamiento y la esclavitud, no quisieron rendirse pese a las reiteradas actuaciones de sus líderes, quienes fueron los máximos culpables del fracaso de un reino con una historia que se remontaba a 1237. Pese a ello, la facción conciliadora, en el epílogo del asedio, demandó una reunión con los monarcas cristianos con el fin de evitar consecuencias mayores, siendo concertada el día 30 de diciembre. Aprovechando el agotamiento y coste, humano y económico, el Emir consiguió asegurar gran número de capitulaciones, como la tolerancia religiosa, el respeto a la vida, los bienes, lengua y leyes de la población nazarí, siendo estos libres de decidir quedarse o marchar tras la toma de la ciudad[19], aceleración en el proceso que tendría la cooperación de nuevo de Boabdil[20], quien secretamente abriría la cudad a los invasores antes del cumplimiento de la capitulación al observar como la población enardecida, por unos y otros, preparándose para prestar batalla. Cabe puntualizar que los Reyes Católicos permitieron que los nazaríes se quedaran con sus haciendas, sus hábitos y su lengua, pero no tardaron en implantar en contrapartida la Inquisición, e impuestos como las fardas y guardas[21]
Las Crónicas nos narran distintos personajes conflictivos, desde Andrés Bernáldez “creyeron muchos de ellos á un moro que se levantó por la ciudad diciendo: que habían de vencer ellos, ensalzando á Mahomad, e reptando el partido” que conseguirían apoyos mediáticos en esta situación “é levantáronse con él más de veinte mil moros”, pero no fue el único, poco conocido es el intento de regicidio  llevado a cabo por Ibrahim Algerbi que el profesor López de Coca nos relata. Haciéndolo denominar “moro santo”, Hernando del Pulgar –Cronista Real- y Diego de Valera, entre otros, se hacen eco de este acto de desesperación[22]. Este personaje proclamó entre las gentes de Granada que “era santo, e que Dios le enbiava con ángel revelaçiones de lo que avía de ser…”, uniéndose a su causa 400 hombres dispuestos a seguirle en su misión de romper el asedio de la ciudad cercada. Muchos de ellos fueron asesinados, algunos incluso consiguieron llegar a su meta, otros como el propio Ibrahim Algerbi fueron hechos prisioneros, quizás, este fue su propósito desde un principio[23].
Ibrahim Algerbi era un murabit’, un ermitaño, posiblemente representante del sufismo popular[24], que dijo saber el resultado de la contienda. Las supersticiones en este período, más en un contexto bélico, solían ser atendidas, y no fue este un caso dispar, la Reina quiso verle, pero al estar don Fernando reposando aplazó la reunión hasta que éste despertara. Mientras, el “moro santo” fue presentado en la tienda donde Beatriz de Boadilla, la latina, y Álvaro de Portugal, quienes reposaban jugando a las damas, y el moro, desconociendo la lengua y observando sus lustrosos vestidos adelantó su cometido, intentando apuñalar a ambos. El Cronista Diego Valera apunta que el tesorero Real, Ruy López de Toledo, que también se encontraba en la estancia, redujo al atacante hasta que los guardias se hicieron con el control de la situación[25].
Finalmente, como muestra de qué les sucedía a quienes se oponían a la Corona, el cadáver de Ibrahim Algerbi fueron catapultados al interior de la ciudad sitiada[26].
 Volviendo a las negociaciones, y para evitar lo sucedido con las capitulaciones de Loja, garantizando así su cumplimiento, Boabdil proporcionó a los Católicos 400 rehenes nazaríes como muestra de buen hacer y así, tras reunirse con el Consejo donde expondría sin más la derrota, el Emir se retiraría para vivir sus últimos momentos en la Alhambra.
Ante este contexto, la entrega de las llaves de la ciudad acontece el dos de enero, cuatro días antes de lo previsto, Boabdil “quísose apear á besar la mano al Rey, y el Rey no se lo consistió descabalgar del caballo, ni le quiso dar la mano, é el  Rey moro le besó en el brazo y le dio las llaves é dijo «Toma, Señor, las llaves de tu ciudad, que yo, y los que estamos dentro somos tuyos», todo ello en una muestra de cualidades regias, que parece ser que en él no sólo vieron los miembros de la Corona a su servicio. Maquiavelo en su tratado “el Príncipe”, que parece estar ambientado en este monarca aragonés –o en César Borgia-, lidera un grupo de literatos que entre fines del siglo XV y principios del XVI escribieron sus modos de ver la política[27],donde don Fernando era una pieza clave en el cambio de modos que supone el nacimiento del Estado moderno.
La presencia mahometana en la península sufrió un duro golpe, que no sería definitivo hasa un siglo más tarde por la incapacidad del contingente dominante de volverse hegemónico. En contraposición a la pérdida del reino nazarí, Boabdil recibió el señorío de las Alpujarras. A la muerte de su esposa favorita, la famosa Maraywa,y ante la insistencia de don Fernando en comprar el señorío[28], el último Emir del reino nazarí se trasladó a Fez, donde el sultán le cede la ciudad de Tetúan[29] a fines del año 1493, donde pasó el resto de su vida hasta su muerte en 1533[30].
El mito de la partida del rey moro, creado por contemporáneos, a su exilio al señorío de las Alpujarras, propicia que el lugar donde Boabdil derramó sus lágrimas ante la última visión de su reino se denomine “Suspiro del Moro”, o Fef Allah Akbar para los musulmanes –a doce kilómetros de la actual Granada-[31]. Las palabras de Aixa, “llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre” no habrían ayudado en paliar las tristeza del antiguo Emir.
La poca tolerancia religiosa in crecendo paralela a la suma de poder de la monarquía y a la no aplicación de las capitulaciones llevaría andando por el tiempo a la rebelión de las Alpujarras en 1499, pretexto clave para el proyecto de hegemonización espiritual en el que se sumergió “las Españas”.








[1] Hurtado de Mendoza, D. (1995), “Guerra de Granada”, Globus, Madrid, p. 17.
[2] López de Coca Castañer, J. (2008), “Historia de un magnicidio frustrado”, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, Málaga, p. 9.
[3] Bibliotecadigital.rah.es, (2015). Biblioteca Digital Real Academia de la Historia, “Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel”. Disponible en: http://bibliotecadigital.rah.es/dgbrah/i18n/consulta/registro.cmd?id=5965
[4] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 126.
[5] Maravall, J. (1972). Estado moderno y mentalidad social. Madrid: Rev. de Occidente. P: 102.
[6] Ibídem. P. 103.
[7] Ibídem. P. 104.
[8] Ibídem P. 106.
[9] Ibídem. P: 216.
[10] Ibídem. P: 217 y 219.
[11] Ibídem. P: 236.
[12] ArteHistoria.com (2015), “Huley-Hacen. Abdul Hassan”. Disponible en: http://www.artehistoria.com/v2/personajes/1313.htm
[13] López de Coca Castañer, J. (2008), “Historia de un magnicidio frustrado”, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, Málaga, p. 9. Y ArteHistoria.com (2015), “Huley-Hacen. Abdul Hassan”. Disponible en: http://www.artehistoria.com/v2/personajes/1313.htm
[14] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 127.
[15] Ibídem, p. 128.
[16] Ibídem, p. 129.
[17] Ibídem, p. 129.
[18] Ibídem, p. 130.
[19] ABC.ES (2012), Periódico ABC, Hemeroteca, “El día en que Boabdil decidió rendir Granada a los Reyes Católicos”. Disponible en: http://www.abc.es/archivo/20121125/abci-boabdil-reyes-catolicos-201211231716.html
[20] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 133.
[21] Hurtado de Mendoza, D. (1995), “Guerra de Granada”, Globus, Madrid, p. 18.
[22] López de Coca Castañer, J. (2008), “Historia de un magnicidio frustrado”, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, Málaga, pp. 12-17.
[23] Ibídem, pp. 12-15.
[24] Ibídem, pp. 19 y 20.
[25] Ibídem, pp. 28, 30 y 31.
[26] Ibídem, p. 33.
[27] Maravall, J. (1972). Estado moderno y mentalidad social. Madrid: Rev. de Occidente. P: 172.
[28] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 134.
[29] Ibídem, p. 135.
[30] Cultura.elpais.com (2013), El País, Cultura, “Un forense para Boabdil”. Disponible en: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/04/04/actualidad/1365096820_289142.html
[31] Eslava Galán, Juan (1996), “Los Reyes Católicos”, Planeta, Barcelona, p. 133.

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