domingo, 23 de febrero de 2014

1. Historia Moderna, Inglaterra; Revolución inglesa del siglo XVII



1. Introducción

      De la unión de las casas de York y Lancaster tras la batalla de Basworth en 1485 -fin de la Guerra de las dos Rosas-, resulta la dinastía Tudor: cinco gobernantes absolutistas cuyas políticas y decisiones marcarían la historia y el progreso de una nación.

2. Reinado de Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra.

    Ante la anunciada muerte del último miembro de esta casa, Isabel Tudor, el aparato político del momento, liderado por Sir Robert Cecil, conde de Salisbury, comenzó a buscar en retrospectiva a cualquier descendiente de la casa; ante ellos surgió Jacobo VI de Escocia -y próximo Jacobo I de Inglaterra-, quien poseería la heráldica necesaria, a pesar de ser un Estuardo, para legitimar el trono inglés como descendiente de Margarita Tudor, obviando eso sí, y sin ninguna queja aparente, que Enrique había abandonado la línea sucesoria de su hermana.
     Su andadura en el reino vecino había comenzado en 1567, siendo coronado, aún siendo un infante, por la misma facción nobiliaria que había depuesto a su madre, María de Estuardo. Consciente del mosaico de reinos que regiría, como lo prueba la adopción del título “Rey de Gran Bretaña”, Jacobo se hizo cargo de tres territorios opuestos política y religiosamente, ofreciendo un claro ejemplo de ejercicio de la política cuando, a pesar de su educación calvinista, apostó por el anglicanismo como medio para unificar a tres territorios con tres corrientes religiosas distintas -calvinismo, anglicanismo y catolicismo-. Ello desencadenaría la “Conspiración de pólvora” -1604- , por la cual un grupo de cristianos radicalizados pretendió volar el Parlamento. El descubrimiento de la conjura le sirvió a Jacobo como pretexto para endurecer sus medidas antirromanas, cesando los derechos de los cristianos y obteniendo un acercamiento a los grupos calvinistas y puritanos, aunque estos nunca estuvieron de acuerdo ante unas medidas "demasiado blandas". Ante el ya nombrado mosaico de posesiones territoriales, Jacobo unió las dinastías de dos reinos -inglesa y escocesa-, aboliendo las aduanas y creando una nueva bandera que representaría la unión en 1606. Mientras que Irlanda presentaría un escenario bastante diferente. Irlanda supuso la colonización de un reino mediante oleadas de población, quienes ocuparían los altos puestos públicos y adaptándose a sus costumbres. Las confiscaciones de tierras y la pérdida de derechos a favor de los recién llegados, provocó diversas rebeliones entre los isleños nativos, haciendo acto de presencia los primeros sentimientos xenófobos hacia los ingleses.
     En el mismo año de la conjura, el monarca comienza a relacionarse con los baluartes europeos: firma la paz con Felipe III de España, argumentando que como rey escocés no tenía conflictos con los hispanos, dando de este modo los primeros pasos ante un proyecto de nupcias entre ambos territorios. Esta acción estaría influida por Don Diego Sarmiento de Acuña -embajador hispano en Londres-. Asimismo, obtuvo la paz hispano-holandesa en 1609, lo que le supuso un descanso a las arcas reales, desgastadas aún por el mandato de su predecesora, Isabel I.
    Su reinado daría lugar a las primeras disputas con el Parlamento, muy ligadas a la tributación y a la imposición de un Estado absolutista, llegando incluso a no convocarlo entre 1611-1621, tras el bloqueo del “Great Contract” entre otras propuestas de Cecil. En 1621, tras siete años sin convocatorias, se solicitó de nuevo, con la intención de pedir la aprobación de la intervención inglesa, y sus respectivos impuestos para sufragarla, en la guerra de los Treinta años con la que se pretendía apoyar al yerno real, Federico V, quien estaba perdiendo sus posesiones en el Palatinado a manos de los Habsburgo.
     El validamiento ante algunos miembros de la nobleza continuaba ejerciéndose; tras la muerte de Sir Robert Cecil le siguieron Sir Robert Carr o Sir George Villiers, quien fue nombrado primer Duque de Buckingham en 1623 -favoritismo que conservará el príncipe Carlos-. Este válido fue el encargado de acompañar al Príncipe de Gales a Madrid para conocer a la infanta María Ana, hija de Felipe III, en lo que fue denominado el “enlace español”. A pesar del esfuerzo de Jacobo I, la amistad labrada con España no resistieró la denegación de las exigencias hispánicas, como la negativa inglesa sobre la conversión del Príncipe al catolicismo, todo ello dentro del eco que se formaba concebido por el estallido social; no era aceptable ese tipo de exigencias a un monarca, aunque sí lo serían los tratados secretos firmados con Luis XIII -con la redacción de Richelieu-, tras las nupcias con su hermana, Enriqueta María de Francia, quinceañera y católica, por lo que personificaba los temores de los parlamentarios puritanos, el joven príncipe aceptaría respetar los derechos de los católicos ingleses por influencia de su prometida francesa. La idea de que la Corte era un foco corruptor y extranjerizante, mientras los rasgos que definitorios se encontraban en el pueblo, comenzó a fraguarse  y difundirse en la sociedad, dando como resultado a un principio movilizador de gran relevancia.
    Aún con los rumores de una sexualidad ambigua, el monarca no pudo restar importancia a la sucesión de su casta. Se casaría en 1589 con Ana de Dinamarca con la que tendría nueve hijos, de los cuales sólo tres llegarían a la edad adulta. En 1600 nació en Escocia Carlos, su segundo hijo varón tras la muerte del primogénito -Enrique-  por tifus.

3. Reinado de Carlos I

    Carlos heredará la desconfianza de su linaje, adulterada con una férrea convicción en su poder absolutista ante cualquier otro y, una seguridad adquirida por la influencia francesa, que contrastaba con su salud endeble. Como muestra de la continuación política paterna , mantendría a Buckingham a su lado.
    A la muerte de Jacobo I en 1625, Carlos se encontraría con una monarquía estable de cara a lo vivido, con una cohesión social aceptable, pero con una situación política tensa de cara al continente y, con el impedimento del Parlamento, que no pretendía consentirle la continuación del exacerbado absolutismo de su padre ni la pérdida de su consentimiento a la hora de aprobar subsidios reales. Por ello, y desde sus inicios, la relación entre el Parlamento y el joven rey estuvieron truncadas. A ello hay que sumar el contexto bélico en el que se encuentra sumergido todo el continente; la guerra contra España, tras el fracaso de las nupcias era inminente.
     Para sufragar estos gastos el Parlamento aprobara en 1625, durante una epidemia de peste en Londres, dos impuestos durante un año, a pesar que en época de Enrique VII eran vitalicios. Éstos eran el tonelaje y el peso -“tonnage” y “poundage” dos derivaciones de los impuestos aduaneros de alto rendimiento-. Ante la perspectiva desoladora en 1626, tras el desastroso ataque naval a Cádiz liderado por Bukingham como “Lord Almirante”, se intentó aplicar sobre éste el "impeachement", en una célebre intervención Sir John Elliot, destacado miembro de los Comunes, quien lo comparó con Sejano, el favorito del emperador romano Tiberio, uno de los mayores arquetípicos de tirano, lo que no pasó desapercibido para Carlos. El monarca en un despliegue de su poder y ante la negativa bicameral del Parlamento obtuvo el capital necesario para las campañas mediante impuestos o donativos “voluntarios” -benevolence-, préstamos y créditos forzosos -Forced Loan-, deteniendo arbitrariamente a todo quien se negara y ,obligando a la ciudadanía a aceptar militares en sus casas para reducir los gastos que suponían enfrentarse a dos potencias como Francia y España. Ello, unido a las detenciones, como el “caso de los cinco caballeros” harían cuestionar a los tribunales los derechos Reales.
   Con el dinero obtenido, que sumaba una altísima suma, Carlos abrió una brecha en sus acuerdos para lanzarse en una campaña bélica contra Francia a socorrer la ciudad de Rochelle, un bastión hugonote asediado por las tropas de Luis XIII y su válido Richelieu. En 1627 era un hecho la derrota, ello unido al avance y obtención de altos puestos de los arminianos, como Richard Montagu, granjearon un sin fin de antipatías entre los puritanos y el monarca. A diferencia de su padre, quien nunca se posicionó o favoreció a una religión, Carlos quedó ensuciado por haberlo hecho algo que nunca se olvidaría.
    En 1628 se repetirán las convocatorias para pedir nuevos subsidios que subsanaran una nueva expedición a Rochelle, hecho que fue aprovechado por la cámara de lo Comunes para reformar las bases del gobierno limitando el poder real mediante la “Petition of Right” de 1628, redactada por parlamentarios como, John Eliot, John Pym y Thomas Wentworth, cuya importancia radicaría en el afianzamiento de concesiones y libertades del pueblo. Este documento desde la “humildad” de ser los primeros en conseguir concesiones del sistema absolutista promulga cuatro principios: (1) La no imposición de impuestos que no hayan sido aprobados por el Parlamento, como representantes del pueblo, (2) la defensa de los ciudadanos ante el poder concediéndoles un juicio justo -Habeas Corpus-, (3) el no encuartelamiento de las tropas militares por la ciudadanía sin su consentimiento y, por último, (4) la no aceptación de la ley marcial en tiempos de paz. Con ello no pretendían cuestionar su autoridad pero ello nos habla de la poca confianza que le guardaban al monarca.
    La expedición a Rochelle marcó un nuevo fracaso y Buckingham, esta vez sí, fue asesinado. A pesar de ello el monarca no desistiría, enviando una tercera expedición que fracasaría de igual modo.
    Desde 1629, tras la muerte del Duque de Buckingham a manos de un soldado desmovilizado, el monarca volvería a intentar e influir en las decisiones parlamentarios, pero estos liderados por Oliver Cromwell, hartos de sus menosprecios y servicios a la corona, rechazan sus peticiones desencadenando los once años de tiranía de Carlos I, en los cuales gobernó sin ayuda parlamentaria. Tras la muerte del válido, hubo un rayo de esperanza ante la posibilidad del acercamiento entre el monarca y el pueblo, algo que nunca sucedió.
    Para mantener su capacidad legislativa sin el parlamento a su lado, Carlos I firmaría las paces con Francia y España en 1629 y 1630. Durante este periodo convulso, casi prerrevolucionario, sus mayores colaboradores fueron Wentworth y el arzobispo de Canterbury, William Laud.
   La denominación de este periodo como tiranía se debería contradicción de una norma consuetudinaria esencial. Thomas Wentworth -a quien nombró conde de Strafford- sería su nuevo favorito, rango al que haría honor apoyándole en la búsqueda de ingresos alternativos: multas -en relación con derechos forestales-, venta de patentes y monopolios y, la reintroducción de impuestos medievales como “ship money” en 1634, hecho que gravaba a las ciudades costeras para mantener la defensa del reino. Las personas que se negaron a aceptar estas normativas por no estar refutadas por el parlamento fueron despojadas de sus bienes y sentenciadas, como John Hampden en 1637, dando lugar a un germen revolucionario liderado por una población enfada con el monarca que había faltado a su palabra violando la Carta Magna y la Declaración de Derechos sin ningún miramiento.
    Ante esta situación Carlos se rodeó de pequeñas juntas, delegando gran número de asuntos, hecho que se había ido agravando tras el reinado de Enrique VII, quien forjó la unidad de su reino gracias a hacer todo lo contrario que su descendiente. Durante su reinado se desarrollaron gran número de artes, hecho derivado de su visita a Francia donde el monarca se aficionó a este excéntrico y poco modesto mundo; el Barroco brilló en sus palacios de la mano de pintores flamencos como Rubens o Anton Van Dyck, se recuperaron tradiciones medievales a la par que sus impuestos como la festividad de San Jorge, Patrón de Inglaterra pero estas recuperaciones caballerescas y las adquisiciones artísticas dieron lugar a una mayor presencia pública del catolicismo; Carlos recibió al primer emisario de la Santa Sede en 1634 en la capilla de la reina; Arminianismo seguiría favorecido por el poder Real; en 1632 Wentworth sería nombrado gobernador de Irlanda o “Lord Deputy” con el fin de imponer el anglicanismo, en el territorio moral y, la autosuficiencia económica, en el económico. En Escocia, los mismos enfrentamientos producidos durante la aplicación de nuevas medidas religiosas, sobre todo el nuevo Libro de Oraciones -Player Book- de inspiración laudiana, darían lugar a la Primera Guerra de los Obispos en 1637. Los dirigentes civiles y religiosos firmaron un pacto, el National Covenant, en defensa de la “religión verdadera, las libertades y las leyes del reino”. Al igual que la “Petition of Right” de 1628, no era un documento de desobediencia al poder real o de rebelión, pero Carlos envió a un negociador, mientras que por otro lado reunía a un ejército para suprimir el movimiento y decantarlo a su conveniencia, pero a éste no conseguiría reunirlo hasta 1639, lo que dio margen a la Asamblea General de la Iglesia Escocesa a abolir el episcopado escocés y a los convenanters y, a reunir un contingente similar al de Carlos para prestar batalla. Aún así el derramamiento de sangre no llegó a sucederse gracias a la Paz de Berwick.
    La Paz no supuso un cese en las disputas; los covenantes escoceses consiguieron contactar con los políticos más contrarios al monarca. Por ello el monarca quiso reunir sus tropas para derrotarlos. Éste, de acuerdo con la solución militar en Escocia, persuadió al monarca para convocar al Parlamento inglés y recabar dinero, dando fin al periodo del Gobierno Personal o la Tiranía de los once años.
      El Parlamento corto se sucedió desde el 13 de abril de 1640 hasta el 5 de mayo del mismo año, días en los cuales los Parlamentarios de la Cámara de los Comunes y una minoría de la Cámara de los Lores le plantearon los agravios acumulados durante once años sin Parlamento.
      Esta situación de desacato dio alas al ejército escocés que penetraba en Inglaterra derrotando al ejército real y ocupando la zona de Newcastle -Segunda Guerra de los Obispos-, donde permanecerán percibiendo una cantidad diaria hasta que el Parlamento inglés estableció sus medidas.
    El Parlamento Largo, apoyado por la presión militar escocesa, no sería tan fácil de disolver como el primero. éste comenzó el tres de noviembre y seguiría constituido hasta 1653. Una vez iniciado, los comunes desarrollaron un amplia e intensa actividad liderada por John Pym para lograr sus objetivos, del mismo modo que los Lores. Consiguieron que Laud fuera destituido y encarcelado; Strafford fue declarado traidor y sentenciado, todo ello una vez que se promulgaron una serie de medidas relevantes que el monarca no tuvo opción más que aprobarlas.
      Las finanzas reales serían guiadas por el Parlamento, pagando todas sus deudas, una vez que el monarca nombra a John Pym y a otros líderes para cargos de gobierno. Pero la situación desoladora no pudo saldarse con las reformas fiscales. La vacante de Laud seguía libre tras su caída en desgracia por lo que la Cámara no tardó en presentar una Petición que pretendía la abolición del episcopado inglés, lo que supuso la división de los parlamentarios.
    Mientras Carlos se trasladó a Escocia donde negoció y cerró un acuerdo con los covenantes. Poco después se produjo un levantamiento católico en Irlanda, lo que supuso la necesidad de que alguien comandara al ejército. Para que el monarca no fuera ese alguien Pym presentó ante los comunes la llamada “Grand Remonstrance”, un duro balance de la actividad real en los años de tiranía acompañado de severas medidas el poder del monarca, lo que supondría una clara limitación de la prerrogativa real. Finalmente fue aprobada por los Comunes. Ante esta osadía el monarca irrumpiría en la Cámara con un grupo de soldados para arrestar a los ideólogos y partidarios de la “Grand Remonstrance”. Ante su fracaso, la Cámara excluyó a los obispos de los Lores y crearon un Comité de Defensa, mediante la cual enviaron al monarca una lista de jefes militares que rechazaría.
    Carlos y su familia abandonaron Londres para establecerse en York, donde inicia los preparativos militares. Coetáneamente los parlamentarios promulgaron la Ordenanza de la Milicia, por la que se atribuyen facultades militares, que emplearían para declarar traidores a los seguidores del monarca. Éste sería el inicio formal de la Guerra Civil entre parlamentarios y realistas. El primer choque en esta batalla en Edgehill se daría cuando el ejército real avanzaba hacia Londres. No tuvo un resultado claro, no se decantó por nadie la Guerra. Se produjeron varias batallas más de resultado incierto y una victoria de cada bando. Como apoyo, Carlos consiguió firmar un acuerdo con las tropas rebeldes irlandesas que a fines de 1643 se unirían al grueso de su ejército.
    Por su parte, el Parlamento contará con el apoyo decisivo de las tropas escocesas aunque su mayor problemática sería moral, eran una sociedad liderada por un monarca, no creían poder regirse sin él, atacarle iba contra sus mayores miedos. En junio de 1645 se obtuvo una gran victoria parlamentario y un año más tarde los cuarteles generales de realistas de Oxford se rindieron, cerrando así la Primera Guerra Civil.
     Carlos, que pudo abandonar Oxford, se entregaría a las tropas escocesas que a su vez lo trasladarían al Parlamento. Surgieron numerosas propuestas, las más exigentes pedían la reforma calvinista en toda Inglaterra y la renuncia del monarca al mando militar durante veinte años. Mientras tanto el Ejército Nuevo Modelo se politizaba más, dando cobijo a ideas revolucionarias en la época como la tolerancia religiosa o el sufragio universal masculino, las cuales calaron en su estructura.
     Carlos, no satisfecho, estableció un acuerdo con los escoceses para reprender la lucha, la población rural comenzó a sublevarse ante las iniciativas del Parlamento. Esto sería la Segunda Guerra Civil. Los jefes militares poseían otra mentalidad, por lo que su intervención supuso en apariencia un gobierno Parlamentario. En 1649 los Comunes, a pesar de la no aprobación de los Lores, establecieron un Alto Tribunal contra Carlos I. Durante el juicio el monarca fue acusado de traidor, tirano y enemigo del pueblo de Inglaterra y, a pesar de sus réplicas se le sentenció a muerte, ejecutándose por decapitación.

4. Conclusión y opinión.

   Con ello la monarquía inglesa quedaría abolida dando paso a la República, que se tornaría en dictadura bajo el mandato de Cromwell hecho que sería aprovechado para el regreso de la primera, legitimizada por Carlos II. Todo ello nos expone un movimiento social que casi no se ha considerado como tal, un cambio en las sociedades europeas anterior a la fractura de la Revolución francesa, que aunque fuere por un periodo escaso, representa un pensamiento de independencia, la no necesidad de una guía divina, un pensamiento que aún nos cuestionamos y nos planteamos en sociedades actuales tuvo su origen hace algo más que cuatrocientos años por el desgaste y la creencia de autonomía de unos hombres formados y con posibilidades de gobernarse entre sí sin necesidad de un destacado, un gobierno de iguales frente a un sistema que se mantuvo y se mantiene, en menor medida, en el continente.

5. Bibliografía utilizada. 

Floristan, A. 2002. Historia moderna universales . De Barcelona: Editorial Ariel.


6. Artículos de interés
- http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-08-20/una-costilla-de-ricardo-iii-nos-ensena-como-comian-y-bebian-los-reyes-en-la-edad-media_177999/
- http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2014/09/17/541939efe2704e0e4f8b456d.html
- http://www.publico.es/559600/caso-cerrado-el-esqueleto-del-aparcamiento-es-de-ricardo-iii
- http://www.pasajesdelahistoria.es/podcast/isabel-i-de-inglaterra-vs-maria-tudor

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