martes, 1 de abril de 2014

7. Historia Moderna, Francia; Luis XIV: La expansión hacia las fronteras naturales.


1. Antecedentes
   
     La paz de Westfalia, así como el declive de la hegemonía hispánica -a raíz de la decaída de las dos ramas de los Austrias-, quedó sellada en el Tratado de los Pirineos, cuya relevancia reside en su acato y duración, lo cual lo convierte en el antecedente de esta nueva fase histórica. A pesar del cansancio generalizado y la necesidad de un periodo de paz, ésta no llegó en 1648. Esta fase se caracteriza por el abandono de los conflictos religiosos, los cuales cederán su testigo a los conflictos políticos, caracterizados por el absolutismo monárquico y la corriente individualista en contraposición de las pretensiones hegemónicas pasadas -el llamado espíritu de Westfalia-.

     Ante esta nueva escenografía cabrá destacar su protagonista, Luis XIV. Nacido el 5 de septiembre de 1638 en Saint Germain-en-Laye, hecho que supuso una conmoción para el pueblo francés que tras más de dos décadas sin herederos habían perdido la esperanza en la descendencia del monarca. Gesta que se visualiza en su sobrenombre, le dieudonne. Su infancia queda marcada por la muerte de su padre, Luis XIII, en 1643, antes de que el Delfín alcanzase los cinco años de edad. Por ello y para ser su regente, Ana de Austria, derogará el Consejo de Regencia -concediendo una breve ráfaga de esperanza y poder al Parlamento- que beneficiaba al joven duque de Orleans y hermano de Luis XIII -Gastón, a quien se le concedió el título de lugarteniente general- sucediéndole y eligiendo como primer ministro al cardenal italiano Giulio Mazzarini, acción que supuso la consternación de las facciones más poderosas ya que ello significaba la continuación de la política de Richelieu -Armand Jean du Plessis- entre 1643 hasta 1661, con la muerte del cardenal, además de la posesión del poder en manos de dos extranjeros.

     Por ello se mantuvo una clara preferencia por la política exterior, lo cual propició prestas sublevaciones -Cábala de los Importantes, 1643- y, consiguió lo nunca antes visto, unir en un estallido social a dos fuerzas antagónicas como lo eran la burguesía y la nobleza -Importants-, quienes en un principio se unirían para deponer al cardenal, aunque su alianza ni fue fructífera ni duradera. 

     A diferencia de su predecesor, Mazzarini era un diplomático que volcaba su inteligencia y oportunismo en la política internacional, con resultados tan sonados como el Tratado de Westfalia -1648-, por el cual se adquirieron territorios hasta la orilla del Rin -hecho que permitió a Francia adquirir importancia en asuntos imperiales- y plazas fuertes en la región de Alsacia -hecho que impedía el paso de los españoles y molestaba al Imperio-; asimismo el Tratado de los Pirineos -1659- que derivará tras la derrota española la cesión del Rosellón y de la Bélgica meridional: Artois, el sur de Flandes, Hainaut y Luxemburgo, así como las plazas fuertes de Philippeville y Marienburg. Sendos tratados finalizaron un periodo y fijaron el fin de la preponderancia de los Habsburgo -que no su desaparición de los mandos del poder-, quienes habían alcanzado su cenit sobre 1630. De este modo, Francia recogía el testigo hispánico iniciando una época dorada, aunque poco prolongada en el tiempo -únicamente el reinado de este monarca y sus dos predecesores, quienes vivirían la renta de un personaje histórico de gran calado-.

     En una nueva contraposición con su mentor, Mazzarini no buscó la humillación de España, quizás mediante la influencia de la reina Madre, corriente que el rey Sol no seguiría. Las nupcias del heredero francés con la infanta española María Teresa contenían un alto contenido estratégico que sí se observaría en las decisiones de Luis -acción por la cual los Borbones pudieron legitimar la corona española medio siglo después-.

     Aunque en apariencia sólida, las nupcias del Delfín supusieron un verdadero debacle de Estado; con el encumbramiento del Cardenal sus maneras se tornaron hacia un claro nepotismo, por el cual izaría a toda su familia en lo que algunos historiadores han visionado el nacimiento el nacimiento de una dinastía. En especial debemos destacar a Olimpia y María Mancini, por las cuales Luis tuvo una clara preferencia que podría haber costado el Tratado de los Pirineos si no hubiera sido por la actuación de la reina Madre y de, en este caso, un reticente ministro, quienes las alejarían del monarca casándolas con altos cargos de la corte.

     El gobierno del Cardenal y la Regente se caracterizó por una alta presión fiscal con el fin de reducir el déficit; se redujeron intereses -hecho que arruinó a muchos burgueses-, se vendieron cargos -con la consecuente pérdida de prestigio de la burocracia-, entre otras acciones que llevaron a un levantamiento el 13 de mayo del año 1648 denominado la Fronda; levantamiento cuyo uno de sus líderes, Condè, un príncipe de sangre francés, era la viva imagen del militarismo francés, con acciones como las llevadas a cabo desde 1639 -Rosellón-. Este periodo abarcaría cinco años que darían lugar a numerosas interpretaciones, inclusive a la consideración de ésta como antecedente frustrado de la Revolución francesa -Normand-.

     El pueblo francés al completo, sin importar rasgos o diferencias sociales -aunque sí con objetivos dispares- se alzó contra la política centralizadora del gobierno, es decir, buscaban una ruptura o control del absolutismo por medio de un árbitro -Parlamento- que cuestionaría las decisiones del monarca. Esta situación fue denominada por Lebrún como la expresión desordenada pero temible de una crisis profunda del Estado, de la sociedad y de la economía. Por ello la capital se convirtió en el epicentro del levantamiento, donde los más radicales increpan al asesinato del Cardenal y de la reina Madre entre panfletos, pasquines y tiras satíricas de ambos -mazarinadas-. Por todo ello la Regente decidió exiliarse con sus hijos, el duque de Orleans y el gran Condè a Reuils, el 6 de enero de 1669, mientras que Mazzarini marchó a Brühl, propiedad del Príncipe Elector de Colonia, donde siguió gobernando Francia.

     Por otro lado, comenzó las negociaciones con el emperador Leopoldo, cuya esposa era hermana del enfermizo Carlos II de España. Estas negociaciones finalizaron con un tratado, cuya relevancia no le permitía ser depositado en manos de ninguna de las dos partes, por ello quedó acordado que Flandes lo custodiaría hasta la muerte del monarca español. En la actualidad, el Tratado está depositado en el Louvre y por él, ambos se repartían las posesiones del Imperio hispánico, lazo que ataba al emperador en corto en próximas empresas antifrancesas.

     A pesar de la cordialidad visible entre las líneas del acuerdo -Tratado de los Pirineos-, Luis jugó una doble baza apoyando a los rebeldes portugueses, liderados por Juan, duque de Braganza. Éstos, aún débiles, conseguirían desgajarse de un Estado en 1640 y con el Tratado de Lisboa se reconocía su autonomía hasta el 13 de febrero de 1668, dando fin a la guerra hispano-portuguesa.

     La ofensiva nace de una acción sin base de ataque y muy ligada a la proyección de defensas naturales; Luis XIV negoció con Carlos II de Inglaterra sobre la compra del antiguo puerto flamenco de Dunkerque y el de Mardick por cinco millones de libras. El monarca inglés endeudado y sin ningún ánimo de convocar su Parlamento o participar en los conflictos internacionales, aceptó. La venta se cerró en el año 1662 y por ella Luis conseguía un puerto operativo para iniciar su ofensiva contra los Países Bajos españoles. Asimismo negoció la sucesión con el condado de Lorena y en ese mismo año, Luis cerró una alianza defensiva con las Provincias Unidas, un paso más para cercar los Países Bajos españoles.

     Pero en el contexto europeo se vivía la preparación de otra batalla; con la destitución de Cromwell, los ingleses esperaban recuperar algo de ese emporio comercial que ahora lideraba Holanda. En 1664 empezaron los ataques y un año después era un hecho, había comenzado la Guerra. En 1666 se sucedió la batalla de los cuatro días que supuso un total desastre para la flota inglesa, que para mayor bochorno perdieron el Royal Charles un año más tarde, mayor barco de su flota y el mismo que había traído a Carlos a Inglaterra para ser coronado. Este hecho fue denominado por Pepys como el acontecimiento más triste que jamás sufrió el pueblo inglés, y una injuria que nunca podrían olvidar. Ante ello la situación Luis XIV se vio en una encrucijada, en 1662 había firmado una alianza con los holandeses por lo que le debía proporcionar un contingente de doce mil hombres para cualquier ofensiva contra la República. Hecho que hizo sin ningún entusiasmo ni con ánimo de decantar la batalla hacia sus aliados. Finalmente los dos contendientes cerraron la paz con el Tratado de Breda, conservando las conquistas de cada Estado, lo que hizo que Holanda cediese caballerosamente tierras en la América septentrional para equiparar la contienda.

     En nuestros días la crónica del enfrentamiento anterior ha quedado ensombrecida por el comienzo de la invasión a los países bajos españoles -también conocida como la primera guerra de devolución o la primera guerra de saqueo, a expensas de las fuentes que consultemos- en mayo de 1667, inaugurando así Luis su nuevo sobrenombre -el grande o el conquistador-.

     Al mando de las tropas francesas, Turena conquistó en pocos meses los mayores núcleos de población como Lille -y otras que ofrecieron menor resistencia como Charleroi, Douai, Ath, Tournai, Furmes, Armentières y Countrai-. Finalmente, tras catorce meses de campaña el Franco-condado era suyo. Ante tal demostración de fuerza bélica, el resto de naciones europeas comenzaron a temer por el equilibrio de poder, hecho que quedó sazonado con las mordaces palabras que llevaba exponiendo por todo el continente el barón Von Lisola -"No os dejéis reducir a la esclavitud. Todos en pie en este combate por la libertad, pues más vale morir libres que vivir como esclavos"- por años dieron lugar a un despertar iniciado por Holanda y fraguando ya en 1668 con la Triple Alianza, conformada por Inglaterra, Holanda y Suecia.

3. Inicio de la oposición

     Con el fin de frenar las ambiciones expansionistas de Francia t que ésta firmará con España una paz razonable, nace la Triple Alianza de la Haya, fraguada en las palabras del barón Lisola pero no siguiendo con su corriente que arengaba a los Estados europeos a poner a su emperador frente a la coalición antifrancesa, emperador cuya talla había disminuido desde el momento que conspiró con su propio enemigo.

     Ante tal oposición Luis aceptó el Tratado de Aquisgrán -1668-, que aún beneficioso -recibía parte de Flandes, Furnes, Ypres, Lille, Oudernade, Ath, Binche y Charleroi a cambio del Franco-condado- era un límite a sus ambiciones, un conformismo que no duraría mucho tiempo.

     Tras la paz, Luis quiso vengarse del núcleo de su oposición, esa pequeña República de mercaderes, bastión del comercio europeo, que se había atrevido a enfrentarse a sus ambiciones pero para ello necesitaba romper su unión y qué primer objetivo más fácil que el rey de Inglaterra; Luis mandó un conjunto de embajadores junto a la hermana de Carlos II, Minette, que era esposa del duque de Orleans -hermano de Luis- además y haciéndose eco de las malas lenguas una de las muchas amantes del rey Sol. Éstos tenían como objetivo conseguir una nueva alianza en contra de Holanda, incluso se permitieron intentar traer al camino de la fe cristiana al monarca, quien no dudo aceptar, mientras que éste tratado fuera confidencial -Tratado de Dover o Tratado de Madame, 1670-. En le año 1661, Francia firmó un Tratado de neutralidad con el Emperador y, un año más tarde lo haría con Suecia, acabando con el último resquicio de unión de lo que antes se hizo llamar la Triple Alianza.

     El inicio del enfrentamiento con la República se caracterizó por la mala situación de las fronteras holandesas que se extendían a lo largo de Issel, del Rin, del Wall y del Mosa. Ello les hizo confiar en las existentes en el ducado vecino de Clèves, donde en virtud de una antiguo tratado, los holandeses podían acantonar sus tropas. Pero ello no detuvo a Luis. Pariendo de Charlerói en dirección a Holanda, las plazas fuertes del ducado cayeron en diez días por lo que los contingentes de la República abandonaron el Issel para retirarse a la región de Utrecht, donde quisieron levantar una nueva barrera defensiva que fortificó las ciudades más relevantes del país -la Haya y Ámsterdam-. Ante este hecho la burguesía y la nobleza no militar comenzó a huir con sus bienes a ciudades extranjeras como Hamburgo y Amberes, lo que produjo que el resto de la ciudaddanía se volviese en su contra, asaltando sus caravanas. Ante tal situación, cuando el príncipe Guillermo volvió a establecer la línea defensiva en Issel, los ciudadanos de Utrecht cerraron sus puertas y capitularon ante el ejército francés, creyendo que sería cuestión de tiempo su caída, sin embargo la rendición de Utrecht sería la última conquista de Luis en los Países Bajos. Siguiendo la estrategia del general Louvois, Luis comenzó una campaña para adueñarse de las plazas fuertes rebeldes que quedaban en las provincias de Overyssel y Groninga; si hubiera atacado directamente la capital de la República la suerte habría sido otra, pero este respiro supuso el pase a la ofensiva holandesa, quienes rompieron los diques o pólders para inundar zonas concretas, estrategia ya empleada en 1574.

     Con ello comenzaría un periodo de negociaciones, donde Luis impondría diferentes cláusulas que no tanto el gobierno como el pueblo, no aceptarían, sublevándose liderados por los Orange. Mientras este pueblo quería culpables de la catástrofe, ello produjo que las culpas se centraran ante un sólo personaje, Cornelis de Witt, que aún bajo tortura no cesó en proclamar su inocencia, lo que obligó a los tribunales a desterrarlo sin justificación en 1672.

     El avance de las tropas del rey Sol era cada vez mayor y a su paso comenzaron a dejar cierta propaganda manifestándose como amigo del pueblo holandés, hecho que contraria a sus intenciones marcaría sus relaciones negativamente durante generaciones. Ante ello en 1672 Federico Guillermo, el Gran Elector de Bradenburgo, concertó un tratado con las Provincias Unidas con la promesa de socorrer a los holandeses, pero Turena comenzará a invadir sus posesiones con lo que conseguiría su retracción con el fin de recuperarlas además de un importante apoyo financiero.

     A pesar del abandono del Elector, el Emperador sorprendió a todos siguiendo con la campaña y aliándose en 1673 con España, las Provinccias Unidas y Lorena. Alianza cuya finalidad era restablecer las fronteras existentes en 1659. A Holanda le interesaba enfrentar a España con sus vecinos para que Luis XIV se viera desbordados de frentes. Y así lo consiguió ya en noviembre de 1673, los franceses liberaron a la República de su invasión, quedando su flota libre para atacar a los aliados del rey Sol, Inglaterra. Los contingentes franceses se establecieron en los Países Bajos meridionales, en el Rin, el Franco-condado y los Pirineos, ello abrió un nuevo abanico de alianzas y retractores: la Dieta alemana, Federico Guillermo, principe elector de Bradenburgo de nuevo; Dinamarca-Noruega como enemigos y, añadió un nuevo aliado en 1675, Suecia.

     La paz de Nimega llegó como un periodo necesario para todos. En 1678 Francia y las Provincias Unidas firmaron un acuerdo que se centraba en el comercio. Poco más tarde la paz se firmaba con España lo que era también un beneficio para los franceses, los únicos que perdieron son los españoles, en concreto el Franco-condado y catorce plazas fuertes fronterizas. En 1679 Francia negoció con el príncipe de Bradenburgo con siguiendo el cese de sus hostilidades con Suecia y un paso en caso de que se le disputarán sus territorios en Alemania y, finalmente el reino de Dinamarca-Noruega, cerraron la mesa de negociaciones con las paces con Francia y Suecia. Aunque sin suda el mayor revés de Luis XIV fue las nupcias de María -hija de Jacobo- y Guillermo de Orange, uniendo a Inglaterra y a Holanda en una empresa que sería su ruina.

     Ante el asombro de todos de la Paz, los consejeros de Luis XIV en otoño de 1679 realizaron una interpretación a su gusto con tal de ampliar las ganancias con la obtención de territorios pertenecientes en otros tiempos al dominio francés. Con ello consiguieron distintas ciudades y fortificaciones en las regiones de Alsacia, Lorena, Sarrebrúck y del Palatinado-Zweibrücken.

4. Culmen de su política expansionista en Europa.

     El 3 de septiembre de 1681 se considera la fecha culmen del gobierno del rey Sol; día en el que Estrasburgo, ciudad imperial tuvo que capitular bajo amenaza de destrucción total. Asimismo consiguió la capitulación de Casale, una plaza fuerte lombarda que sería su centro de operaciones en el ataque de las posesiones hispánicas en la península Itálica, hecho visible en 1684, cuando la ciudad de Génova, la cual mantenía una gran relación con los monarcas hispanos y era un excelente emporio comercial, fue bombardeada durante ocho días -desde el 19 al 27 de mayo- tras su negativa a las condiciones de Luis XIV. Aún tras su muestra de lealtad, Génova estaba sola, ninguna liga o Estado con políticas antifrancesas osó a pronunciarse a su nombre, lo que les obligó a aceptar sus bochornosas condiciones.

     Finalmente, ante  los sucesivos ataques a posesiones hispánicas, en 1683 Carlos II declara la Guerra a Francia, hecho que acabó con el sitio y final caída de Luxemburgo que precipitaba la firma de Ratisbona entre el Imperio y España.

5. Decaimiento en las políticas ofensivas.

     Para el principio de la década de los '80, tanto Francia como Europa estaban en la mano del soberano; Viena comenzaba a ser atacada por el enemigo otomano, acusado de mantener relaciones con el Imperio francés -hecho que no iba nada desencaminado-, por lo que en norteuropa nacería una nueva Liga Santa centrada en la lucha con el invasor. La victoria ante el invasor otomano unido a la política religiosa del  rey Sol y al inicio de la segunda Revolución inglesa, con la consecuente subida al trono de Guillermo de Orange; creó un grupo homogéneo de oposición denominado la liga de Augsburgo, donde se agrupaban el Emperador -y una serie de principios alemanes-, España y Suecia a los que más tarde se les uniría Inglaterra, las Provincias Unidas, el papa -que aún tras la revisión del Edicto de Nantes seguía manteniendo rencillas con las regalías galicanas- y, finalmente Saboya. El acuerdo principal se firmó en Viena en 1689, el cual dio paso a una guerra con muchos nombres pero con un sólo final, el desgaste de las potencias, el sufrimiento de las poblaciones quienes eran asoladas u olvidadas a favor de la industria militar que defendía el honor de unos pocos en consecuencia de muchos. La paz llegó mediante parciales y por la expectativa que suscita la sucesión española. Territorialmente, la paz supuso la vuelta al Tratado de Nimega, por lo cual Francia se vio obligada a devolver todas las posesiones territoriales que hizo antes y en la Guerra, a excepción de Estrasburgo.

6. Comentario.

     Sin duda, la figura de un monarca cuyo mínimo detalle, por simbólico que fuera, fuese acatado y llevado a cabo por toda Europa es atrayente. El mismo que domesticó a la Corte y consiguió que orbitaran en torno a él. Luis es el esplendor de una época y con su muerte se la llevaría consigo, aunque la lección en Europa calaría de tal manera que el absolutismo y sus maneras le sobrevivirían, véase España hasta el siglo XIX.

     Su trayectoria, comparada y asimilada en muchos ámbitos con personajes tan controvertidos como Julio César, le engrandecieron pero del mismo modo crearon en él unas expectativas que lucharán contra infortunios, tempestades y su peor enemigo, el tiempo. Pese a ello veremos en él, el mayor conquistador de la Europa moderna, temido y reverenciado a partes iguales, aunque su legado sería maltratado y desaprovechado, hundido en apenas medio siglo y aniquilado en una centuria.

     Finalizando, creo que en su persona observaremos una autoridad antes perdida, heredada y enseñada a través de un legado de los Austrias en el que no se reflejaría y por ello, su Imperio creció a la sombrea de la antes mayor dinastía, para alcanzar la gloria por sí mismo y conduciendo a Francia hacia ella.

7. Bibliografía.

  • López Ruiz, José María (2009), Los personajes más siniestros y crueles. Madrid, LIBSA.
  • Roberts, JM, (2009) Historia universales. De Barcelona. RBA.
  • Voltaire (1954) El siglo de Luis XIV. México: Fondo de Cultura Económica.
  • Grimberg, Carl Gustaf, Ragnar Svanström, T Riano y J.J Llopis, (1953) Historia universal de Daimon. México. Daimon.
  • Floristan, Alfredo, (2012) Historia Moderna universal. De Barcelona. Ariel.
8. Vídeos recomendados
  • https://www.youtube.com/watch?v=PhTrtkBZ7F0


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