Tema IV; el Imperio francés
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La Constitución del año VIII
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La pacificación exterior
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Las bases del Imperio
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La expansión contra las coaliciones
europeas
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Una Europa napoleónica
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Los movimientos nacionales
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El hundimiento del Imperio
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Los Cien Días
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La batalla de Waterloo
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El Tratado de París de 1815
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El período que trataremos
es de gran relevancia y de amplia cronología, donde la Revolución pasó a ser un
vago recuerdo de terror y sus logros cosa del pasado. Dicho marco histórico ha
propiciado un asiduo estudio de sus modos, lo que nos facilitará su comprensión.
1)
El Régimen del
Directorio se vería catapultado al desastre por un levantamiento militar
denominado de Brumario, liderado por golpistas como Napoleón Bonaparte. Dicho
personaje lideraría el movimiento haciéndose nombrar Primer Cónsul en 1799 por
un período de diez años, con el apoyo de otros asesores como Emmanuel Joseph
Sieyes y Roger Ducosen.
El “pequeño cabo” se
presentaría en las dos asambleas revolucionarias – Ancianos y la de 500- con la
premisa de devolver a Francia el control de su gobierno, contener a los sectores
populares –como los sans-culottes y jacobinos- y la protección de las fronteras
naturales francesas, que serían ampliadas durante la dictadura militar que se
denominaría el Cónsulado, un gobierno colegiado que perduraría hasta 1802,
cuando tras el intento de asesinato de Bonaparte en la ópera a este se le
nombraría Emperador -1804, tres millones de votos contra ocho mil-, título que
vería reducido a Emperador de Elba tras su decadencia y a nada en 1815 tras la
batalla de Waterloo.
La Revolución había
conllevado la ruina de la aristocracia feudal, que se vería despojada de sus
rentas y prerrogativas reales desde el 4 y 5 de agosto de 1789, siendo sellado
finalmente el decreto en 11 del mismo mes. La mencionada pérdida de privilegios
no supondría su desaparición, sino una igualación a la Gran Burguesía que se
consolidaba en el poder –a costa de las masas populares- y buscaba legitimarse
en él. Ello propiciaría un gran número de enlaces entre ambos grupos
privilegiados en busca de sustentar el dominio sobre este nuevo tercer estado.
Napoleón se erigiría
como representante de esta Alta Burguesía, horrorizado por las direcciones que
había seguido la revolución guiado por la turba –agosto de 1792, asalto al
Palacio de Tullerías, él había estado presente-. Hijo de aristócratas corsos,
nunca perdonaría a su padre –Carlo- su sumisión ante Francia, que se
convertiría en su gran fijación y enemiga en la infancia.
En este contexto que
pretendía cesar el caos y establecer las bases de un gobierno sólido se legislaría
y establecería una nueva Constitución –año VIII, es decir, 1800-, que más tarde
sería rebautizada como el Código de Napoleón -1807-. Esta carta magna sería
redactada por Sieyes y Napoleón y promulgada el 20 de frimario del año VIII -15
de diciembre de 1800-, poniendo fin a la República democrática francesa.
En primera instancia el
poder ejecutivo estaría representado por tres cónsules –sistema colegiado-,
cuyo liderazgo ostentaría Napoleón, careciendo en todo el proceso de las
premisas que habían sido asumidas en la Declaración de los Derechos del Hombre.
Mientras el resto de poderes resultantes de una división ficticia que haría
llorar a Montesquieu, fueron asumidos por el Consejo de Estado –quienes debían
asesorar al Primer Cónsul y llevar a cabo labores legislativas-; el Senado
–compuesto por ochenta miembros entre los que podemos destacar al traidor
Talleyrand, Fouché y Goudin-; el Tribunado –quienes debatían las propuestas de
ley- y el Cuerpo Legislativo –encargado de la aprobación de leyes-; el poder
judicial estaba en manos de funcionarios especializados.
Mentado entramado
gubernamental dará como resultado en 1804 a la aprobación de un Código Civil
que se convirtió en la referencia europea contemporánea a la hora de estudiar
la Historia del Derecho, ya que recogía tradiciones anteriores como la romana e
incorporando y habituándolas a los nuevos tiempos con añadidos como los
derechos a la propiedad privada; libertad personal, de conciencia y
profesional; una reafirmación en la abolición de los preceptos absolutistas y
privilegios señoriales; Habeas Corpus –igualdad ante la ley-; regulación
familiar con la instauración del matrimonio civil y el divorcio y el
establecimiento de un Estado laico.
Una vez consolidado el
poder y el aparato legislativo del interior con la Constitución de 1800, el
pequeño cabo pudo dedicarse a pacificar el exterior entre 1800-1802, en un
principio quiso diferir con las políticas del Directorio pero ante la
imposibilidad de llegar a un acuerdo estas proseguirían, dando como resultado
la victoria ante la Segunda Coalición. Pacificaría y definiría nuevas
fronteras, campañas cuya relevancia le valieron para ser nombrado Cónsul
Vitalicio. Sin embargo, y dado los planes expansivos de Napoleón esta paz no
sería duradera, en 1803 se rompe el tratado con Inglaterra reanudándose el
conflicto tanto en escenario continental como colonial.
Poco más tarde Napoleón
se autoproclamaría emperador con toda la pompa y boato típico del poder
francés. Dicho título buscaba crear una clara diferenciación entre el poder
regio, ya sufrido, y el que estaba por llegar, que se remontaba a antecedentes
tan gloriosos como el Imperio romano, un semejante que Napoleón buscaba emular
y superar.
2)
El Imperio se
inauguraría con una nueva legislación –carta magna-, promulgada en el año XII
-1804-. Por ella, Napoleón se hacía con el poder tácito, usando las Cámaras
legislativas y distintos secretarios para aparentar un Estado con división de
poderes.
Una de las reformas de
mayor calado sería la educación; la básica o primaria quedaría generalizada
para todos los franceses, estando su control en manos de las autoridades
locales e incluso la Iglesia –órdenes que tras la caída del Imperio se
trasladarían a España instaurando en la educación un adoctrinamiento beligerante
ante cualquier idea laica y liberal-; la educación secundaria y universitaria
se restauraría por completo, desarrollando nuevos métodos y planes de estudio y
organización. Este nuevo páramo de estudios superiores era inaccesible para la
mayor parte de la población, que se veía sumida en un período de entreguerras
que nunca acababa con continuas levas obligatorias que al final del período
habrían conseguido perder a un millón de franceses en el campo de batalla.
A destacar de igual
modo la reforma hacendística y fiscal. En 1800 se fundó el Banco de Francia,
como método de controlar la fiscalidad perdida diez años antes, adquirir una
moneda fuerte y una gran reforma fiscal
de cara al mundo exterior que adecuarían los movimientos económicos franceses
bajo una logística estatal.
El 15 de julio de 1801
se firmó el Concordato con la Iglesia Católica, poniendo fin al período de
persecución iniciado en el Directorio, donde el papa Pío VI fue desterrado al
ocupar las tropas francesas Roma y proclamar la República romana. La Iglesia,
una vez haber sido despojada de sus riquezas y poderes feudales, asumiría un
servicio público en un estado laicista, quien la mantendría y que aceptaba su
intrusión y proselitismo por ser la religión predominante entre los franceses.
Por este sostenimiento el estado se reservaba la prerrogativa de seleccionar a
los cabezas episcopales –obispos-, elección que debía ser sancionada por el
Papa desde Roma. En contraposición, la Iglesia debía jurar lealtad y fidelidad
a la Constitución y aceptar la enajenación –lo que en España se denominaría
desamortización- de sus bienes.
Entretanto, la política
exterior napoleónica basa su vigor y sostenimiento en sus Fuerzas Armadas, con
especial incidencia en el Ejército de Tierra. El ejército francés sería la
mejor máquina de guerra del período, este se basaría en el liderazgo
napoleónico y en un sistema de levas obligatorias, por el cual todo el pueblo
era susceptible de participar en él. Su
superioridad numérica, sus dotes de estrategia y manejabilidad en manos del
pequeño cabo les convertiría en un ejército in igual. La época de mayor poderío
bélico se sitúa entre 1809-1812, terminando con el tratado de Valençay, por el
cual Napoleón reconoce a Fernando VII como monarca español tras el desgaste
producido durante la Guerra de Independencia española, donde los insurrectos
vencerían al poderoso ejército francés liderado por Murat –yerno de Napoleón-
mediante táctica de guerrillas e pillaje de suministros.
Partiendo de la propia
división napoleónica, los territorios del Imperio se dividen en tres
naturalezas:
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Pese a la pérdida de
poder en el aspecto Colonial –reduciéndose a Lousiana-, Francia contaba con una
demografía exultante y de gran potencial, lo que suponía una gran riqueza y no
sólo económica. En 1806 se contabilizaba que el estado francés tenía 22
millones de habitantes, siendo por tanto, el país más poblado de Europa Occidental.
Su ubicación, con suministros minerales y demás tipos de materias, propiciaría
el desarrollo de un comercio y una industria aceptable pese al estancamiento
agrícola que sufrían. Por el mismo, Napoleón daría comienzo a una política de
corte proteccionista, mientras que en territorio colonial Francia se vería
atosigada por el poderío talasocratico inglés.
A partir de 1808 se
observa un cambio en la actitud de los paíse sometidos al Imperio, la
insurrección española exaltaría los ánimos y animaría a otros a alzar las manos
ante la subyugación, Austria, Alemania y Prusia generarían movimientos
nacionalistas exaltando un sentimiento tan viejo como el de las relaciones de
pertenencia para establecer una sólida oposición. Es aquí cuando se fija los
orígenes del nacionalismo.
El Zar Alejandro I
Romanov establecería relaciones con Napoleón en un intento diplomático de
encauzar dos grandes Imperios, uno en Occidente y otro en Oriente. Las
relaciones fueron mucho mejor de lo que se esperaba, ambos quedaron embelesados
por la carisma del contrario, se repartieron Europa al placer y al antojo de
ambos pero tanto dicharacheo no duraría mucho. Rusia estaba inmersa en una
crisis de subsistencia de gran calado, pese a que en la reunión ambos habían
fijado como enemigo común a Inglaterra, el Zar no podía permitirse cerrar esta
puerta comercial, cuando Napoleón se enteró de las relaciones comerciales
secretas entre ambas potencias comenzó a preparar la invasión de las estepas.
La invasión a Rusia se
suele establecer como el punto de inflexión del Imperio Napoleónico, no solo
por su dificultad, sino porque en la misma primavera de 1812 el frente español
aún no estaba pacificado, ello supuso la división de la Gran Armée y la pérdida
en ambos escenarios. El bando ruso aprovechó su orografía y climatología,
desconocida por los franceses, además del empleo de otras tácticas como el
pillaje de suministros o la “tierra quemada”, de todos era bien sabido, y más
por el Zar, que Napoleón empleaba el medio que les rodeaba para suministrar a
sus tropas alimentos y bienes de primera necesidad, la táctica realizada por el
bando ruso supuso la quema de miles de kilómetros por donde los contingentes
franceses sólo encontraron cenizas. Ello propiciaría grandes bajas y hambrunas
que derivarían en epidemias como la disentería, que diezmaría sus tropas. A su
llegada a Moscú, Napoleón esperaba reponer fuerzas tras tomar la capital, pero
ante su asombro Alejandro Romanov había incendiado su propia capital –Moscú-,
ello pudo hacerse gracias a la descentralización del Estado ruso-. Ello sería
la sazón para la llegada del invierno, de los 650 mil hombres que partieron
regresaron menos de 30 mil.
En un intento
desesperado por mantener su estatus hegemónico, Napoleón comenzaría a cerrar
frentes, pacificaría España y sustraería las tropas allí apostadas, que unidas
a las Marinas intentarían sustituir las perdidas en Rusia y en España sin
ningún éxito.
El desastre de Rusia
aliaría a sus enemigos en la Sexta Coalición –Rusia e Inglaterra- y en una
séptima formada por Rusia, Prusia, Austria y Suecia, tropas que en frente común
vencerían en la batalla de Leipzig en 1813, gracias en parte, a la pérdida de apoyo
de los Estados alemanes –Confederación del Rhin- por parte de Napoleón.
Francia fue invadida
por los aliados en 1814, hallándose un país extenuado que no opondría
resistencia. Napoleón abdicaría el seis de abril restaurándose en el poder la
dinastía borbona de la mano de Luis XVIII, hermano del guillotinado Luis XVI.
Este fue con diferencia el monarca peor valorado por los franceses, su falta de carisma, su salud endeble y valor
inexistente contribuirían a ello. En la
consecuente Paz de París de junio, Francia deberá devolver todas las conquistas
territoriales, volviendo a la situación de 1792. En el Congreso de Viena
celebrado poco después se resituaría geoestratégicamente el continente
dividiendo los pluses entre los aliados.
Como consuelo ante la
gran pérdida, Napoleón recibió la soberanía de la Isla de Elba -26km de largo
por 11 de ancho, una población de 12.000 personas y un palacio que había sido
el antiguo ayuntamiento restaurado a las bravas-, a diez kilómetros frente a la
Toscana Italiana, donde gobernaría con una guardia de ochocientos hombres. Tras
el Tratado de Fointanebleau, donde se dictaba los términos de su rendición y su
exilio, su mujer e hijo serían trasladados a Viena siendo este su último
encuentro. Su despedida de su guardia imperial –“¡larga vida al Emperador!”-
sería lo último que vería antes de subirse a la fragata inglesa que lo llevaría
a sus nuevos dominios. Napoleón recibiría una pensión anual de dos millones de
francos del gobierno francés por los servicios prestados al Estado, pero Luis
XVIII se la quitaría como método de sumisión, arruinándole y precipitando su
regreso.
En un contexto de
exaltación y de depresión francesa, el pequeño cabo se volvería a alzar como su
baluarte para derrocar al rey. En marzo de 1815 escaparía de su soberanía/isla
para desembarcar en Francia. Entraría en París como la esperanza y cien días
después sería expulsado de nuevo entre decepción, por ello este gobierno se
conoce como “Los Cien Días”. Napoleón reorganizaría su ejército y atacó
Bélgica, donde se encontraban las tropas de la Coalición. Finalmente, en junio
de 1815 sería derrotado por el general inglés Wellington, quien también había
participado en la Guerra de la Independencia española y se erigía como su digno
sucesor.
A Napoleón se le confinaría
en la isla de Santa Elena hasta su muerte en mayo de 1821. Los franceses se
verían obligados a aceptar la Segunda Paz de París por la que por su temeridad
perderían más territorios y se verían obligados a pagar los costes bélicos -700
millones de francos- y como resultado global, la pérdida de un millón de
hombres franceses.
- http://www.abc.es/cultura/20150209/abci-napoleon-bajito-media-altura-201502061746.html?ns_campaign=GS_MS&ns_mchannel=abc_cultura&ns_source=FB&ns_fee=0&ns_linkname=CM
[1]
Casándose con una princesa austriaca para recibirlo como regalo de nupcias.
Ello le haría apartar de su lado a Josefina –estéril-, incapaz de dar comienzo
a su linaje. Se dice que cuando vio el retrato de la muchacha declaró “es justo
el vientre con el que quiero casarme”.
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